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miércoles, 12 de agosto de 2020

"Binomio Nº 1" Poemas de Rodolfo Häsler y tres Ensambles de Franklin Fernández



Rodolfo Häsler (Cuba, 1958)
Aguijoneado por la literatura desde muy joven, lector voraz, que ha conocido diferentes autores, todos ellos sembrando algo que se llamaría beber de muchas fuentes. De padre artista, que influyó en su obra como una policromía de sensaciones, el hallazgo del asombro. Ha leído lo urbano y lo plasma entre sus letras. Viajero, pero algo más que eso, creador de paisajes nacidos de sus recorridos por sus propios laberintos. 

Cada poeta es también su vida. La de nuestro amigo Rodolfo, es entre el océano y la península Ibérica, un hacedor de mundos. Entre idiomas, modismos, gestos, viajes, actividades de gestión cultural, guardando siempre una independencia con respecto a los dogmas y escuelas. 

Un hijo de la exuberancia americana, creando una voz continental entre lo europeo y lo tropical. La poesía debe de llegar a todo el mundo, es un gesto subversivo, aunque sea un acto de solitarios, se convierte en una acción de comunicación sin precedentes.  Rodolfo puede conocer que hay libros en la arena, que se ha vuelto lobo nocturno, que el pensamiento es bello, aún con mariposas a caballo. Un artista de la palabra, y de la acción, todo en él fluye.  Podría decirse que “el otro que habla” es un fantasma de vivencias, un torrente de sueños y una alborada de luces en medio de las dificultades. 

Franklin Fernández (Venezuela, 1973)
Es ante todo un poeta que hace arte plástico, hace hablar sus esculturas ensambladas entre lo plástico y lo verbal. Su poesía se convierte en tridimensionalidad, más que poema-objeto. Junta realidades aparentemente disímiles y contradictorias, juega con la ambigüedad de los objetos y crea un lenguaje súbito grandioso. Como si el poeta hace “cosas con palabras”, el artista en este caso hace objetos que nos hablan. No son conceptos yuxtapuestos, son presencias inherentes, relaciones posibles, donde resalta el humor, el erotismo, la crítica a nuestra cotidianidad, mostrando otras alianzas posibles con las cosas. Es todo un maestro de lo real visto desde los ámbitos de la dimensión imaginaria.
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Fusiona ambas posibilidades expresivas, crea un entramado de acciones sobre las “cosas” que toca y les da otra dimensión entre sus manos. Utiliza herramientas viejas, relojes usados, cepillos, llaves, grifería, latas, tornillos, y los convierte en aves o en insectos. Unifica realidades como ya se dijo antes en una mistura entre lo que se ve y lo que provoca. Hay mucha lúdica en él, un arte admirable como un niño que junta el animus del mundo con lo desgarrador de la vida misma. Un alquimista si se quiere, la magia húmeda la seca, el fuego y el frío, libera los conceptos, los rehace, como todo buen poeta lo debe hacer. 

Los objetos son “cosas no dichas” escarba y desentraña esos lenguajes escondidos. Una verdadera fábrica de juguetes con inusitada belleza, descubriendo esa rara belleza interior que hay en cada ser fático que nos encontramos a diario. Nos hace pensar que la obviedad no existe mientras cultivemos otras formas de mirar.

Selección: Alfonso Peña
Presentación: Fernando Cuartas



Nombre: Lunas
Técnica: Poema-objeto
Año: 1998



Se despierta con una manzana de oro
en la mano, los ojos entornados
dejan ver que se trata
de un hecho extraordinario,
en la fisura de lo real, a veces
te puede tocar,
pero hay que saberlo sentir,
día a día, con dedicación
la manzana es pesada
y deja un rastro de escozor
como si fuera de arena
o un narciso que late en el corazón,
un geranio en un libro de Baudelaire,
eso es, un deseo o una aspiración
que por su densidad pudiera hundirte,
desconoce el final,
sólo confía en que los días transcurran
junto a la fruta aparecida,
un corte en la voz
para enmudecer, o decir a medias
si de repente se tercia,
pero el objeto, de tan bello,
es envidiado,
y aunque invite a la caricia,
es imposible hincarle el colmillo,
corazón de semillas doradas,
hacia qué lado emprender el camino,
cómo consumir su carne
y recibir la sanación.


Observa a diario trabajar al pintor,
el pincel barre el abismo,
entra en un rectángulo morado, un refugio
donde la mano busca lo intocado,
bien al fondo, el centro de un color inalcanzable
como el latido del corazón,
recuerdo de la primera infancia
en el taller, limaduras de cobre
y polvo de esmalte guardado en frascos,
tubos de colores que en los dedos
señalan lo que se ha ido cumpliendo,
el ala de una mariposa verde
cuyo peso no le permite volar,
los libros de arte, las fotos, 
me invitan a seguir pasando páginas
del Masaccio, cada cuerpo un color
escondido en una cajita de pinceles chinos,
tesoros prohibidos como el tacto
de las telas, nudos, hilos sueltos
que hilvanan el amor,
y pensar que se quedó dormido,
qué hacer con el pétalo seco
que se pega a la garganta,
un consejo que aparece 
en el color naranja, una casa junto al mar
y el bramido de las olas se fijan
al bastidor de un cuadro expresionista,
investiga, busca la grieta de la salida, 
el ojo atento a un gran alumbramiento.



Nombre: Naturaleza muerta
Técnica: Poema-objeto
Año: 2020 


En el estudio de Nolde,
debajo del mar, se eleva una franja arenosa
detrás de la puerta. Te arrastra una ola
y un cielo de nubes diminutas,
una valla de madera separa las flores del jardín
de los arbustos salvajes, redonda 
anémona del agua, tulipanes rojos
dejan su asombro en la espátula lenta,
el aire es frío y los colores son hirientes,
decides dejarlo pasar,
que se convierta en rayo, pararrayos
de un mundo inoportuno
escóndete detrás de la casa, 
la alta cristalera retiene parte de la luz
que acapara el paisaje, 
con el peso de los nubarrones vibra el pincel,
una casa como la tuya,
se les da cabida a las sombras,
la defensa del contrario,
un gesto de desdén
reconstruye el paisaje.




para Rafael Mammos

Las acequias del palmeral de Ghardaia
conducen al laberinto donde pasar la prueba,
después asciende, llega a la plaza
siguiendo el reclamo del dedo que se eleva
en el aire, el dedo del pensamiento.
Es una gota de cristal, un huevo de avestruz,
la más inaccesible de las ciudades,
donde predicar 
la santa poesía.



Nombre: Agua cristalina
Técnica: Poema-objeto
Año: 2002



Rijeka – Fiume en el lindero del mar,
se acerca al muelle y no avanza
sin tropezar, es la superficie
donde desaparecen vidas insólitas,
un tiempo bajo las aguas del puerto
esperando que un lector lo rescate,
pasó el hundimiento, el peso absoluto,
y Ödön von Horváth dice que no vuelve,
mejor leerlo, autor de las carencias,
cuál es tu país natal,
dice que respira mejor
para pronunciar el nombre Ödön,
mar de la lejana Hungría, lo puedes imaginar,
Otto en lengua franca, 
sin raíces y libre de debilidad,
Horváth nacido en los límites
juega al despiste y huye a cada ocasión,
pero así se expresa la angustia y la vaga nostalgia,
repite, nostalgia de Roth, Zweig,
Schnitzler, Perutz, Kubin, 
y Ödön, al borde del mar, ese brazo negro
que te impulsa, pero va a revelar
el secreto, en la punta de la lengua,
un nombre, por un decir.


Mi padre me contaba 
de las casas cúbicas de El Oued,
y yo, febril, buscaba su equivalente
en una fiesta abrupta, el ojo infantil
recorría las fachadas,
las líneas de los balcones
sumando cúpulas alineadas en el aire
para fabular cada día más. 
Colocando las fotos en hilera,
el recuerdo y la experiencia vibran
como un refugio en la cal.
El impacto de la imagen,
una sobre otra formando una baraja
en la mesa, me excita,
pero la intimidad es un suplicio
busca la cavidad, el susto
que apagó la vida de Isabelle Eberhardt
defendiendo la pureza fijada
en un cuaderno consumido por el sol.
Mi padre me contaba el sueño de Isabelle
durmiendo bajo las cúpulas,
la página escrita donde ahonda el silencio,
la huerta del perejil
y la inundación,
la imagen de una cúpula dentro de otra.
El Oued existe en el soplido del viento,
en un corte en la garganta, 
las fotografías manoseadas
resisten en la memoria
y enmudecen, como si no las hubiera visto,
formando un borrón
que excita la curiosidad.


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