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miércoles, 26 de marzo de 2025

"El azar y el caos" poemas de Norma Minniti


El azar y el caos


Hay un instante en que el albedrío
se embriaga de promesas,
anhelos de libertad
del humano animal
que no se sabe presa.
Hay un aferrarse al dogma
en pos de trascendencia.
Creer que elegimos,
en la endeble búsqueda,
en la sumisa espera.
Hay un espíritu que se quebranta.
Sendero cuesta arriba,
sendero-encrucijada. 
La lucidez es una gota 
en el mar de lo incierto.
Terrible resignación:
son el azar y el caos
quienes arrojan los dados.


Refugio

En la mano que enjuga el mar de lágrimas,
esa misma que se ofrece
y sostiene con firmeza
para atravesar el más endeble puente,
el de la incertidumbre humana,
en los brazos que sujetan al cuerpo doliente,
esos, del abrazo contenedor, 
del abrazo que abraza con el calor de las brasas,
en la mansedumbre de una mirada,
-mirada que no pregunta,
porque, avezada en observar,
tiene las respuestas dadas-  
en la palabra que alienta,
lealtad y pasión
por la defensa acérrima de una justa causa.
Ahí, solo ahí, se construye el bunker,
el refugio antibalas,
la madriguera cálida
y no hay kriptonita tan fuerte
que no deje amanecer a la esperanza.


Apariencia

Es aparente la debilidad de la hoja
y tan grande es su poder
que tiene la potestad de atrapar la luz
y escribir las páginas de la vida.
Del verde en todas sus gamas,
de las formas más exquisitas,
es la bella de mil matices
que regala la existencia misma.
Un sol endiosado encandila,
gigante mal venerado,
cuya luz sería fuego 
sin la hoja y su prodigio.


*Norma Minniti. Argentina, Bibliotecaria profesional. Escribe poesía y narrativa para niños y adultos. Integra más de 70 antologías nacionales e internacionales de entidades públicas, Universidades, Centros Culturales. Ha obtenido premios y menciones por sus trabajos. 

martes, 25 de marzo de 2025

"Entre sombras y recuerdos: Una reflexión nostálgica sobre el fin de la existencia" por Jober Rocha


En el ocaso de la vida, cuando las sombras se alargan como arrugas en la piel del tiempo, la proximidad de la muerte se convierte en un espectro no deseado, pero inevitable.

Es como si los recuerdos, hasta entonces custodiados con el celo de tesoros preciosos, comenzaran a emerger de lo más profundo de la mente, formando un mosaico de colores descoloridos y suaves melodías.

En estos momentos es imposible no perderse en la inmensidad del pasado, como si cada recuerdo fuera una estrella titilante en el firmamento de la existencia.

En la oscuridad previa al último viaje, es común sentir la presencia silenciosa de la muerte flotando en el aire, como un susurro inaudible, pero que resuena en el alma de cada uno de nosotros a punto de partir.

Los sonidos de lo cotidiano se agudizan, cada risa, cada suspiro, una sinfonía que resuena como la despedida de una estación que se despide para siempre.

Es en ese momento cuando los recuerdos cobran una importancia trascendental, convirtiéndose en faros que iluminan el camino oscuro que se extiende frente a nosotros.

La nostalgia, en este contexto, es como un delicado velo que cubre la realidad, suavizando los bordes afilados de la finitud existencial.

Recordamos los días en los que éramos jóvenes y el tiempo parecía extenderse hasta el infinito, un camino sin curvas, sin límites.

Las risas resuenan como un eco lejano, recuerdos de amores que parecían eternos, pero se disolvieron como polvo en el viento del destino.

Las lágrimas de antaño, ahora transformadas en perlas preciosas, dan testimonio de la intensidad de la experiencia de estar vivo.

Al contemplar la proximidad de la muerte, nos vemos llevados a revisitar lugares que sólo viven en la memoria. El viejo parque donde los niños corrían despreocupados, las calles estrechas que presenciaron el florecimiento de amistades y las noches estrelladas que acunaron sueños y esperanzas.

Cada calle, cada rincón, lleva consigo el polvo de los años, testimonio mudo del inexorable paso del tiempo.

Es interesante observar cómo la nostalgia, en estos momentos, no se trata sólo de los acontecimientos grandiosos, sino también de los detalles simples que componen el tapiz de la vida.

El aroma del café por la mañana, el sonido de la lluvia golpeando suavemente la ventana, la sensación del sol acariciando tu piel. Son momentos fugaces que, acumulados, se convierten en la materia prima de nuestros recuerdos más preciados.

A medida que nos acercamos a la muerte, también confrontamos las decisiones que tomamos a lo largo del viaje. Los caminos no tomados, los amores perdidos, los sueños postergados.

Cada decisión, como pequeñas piezas de un rompecabezas, moldeó el curso de nuestras vidas. Y en el crepúsculo, nos preguntamos si lo que construimos fue suficiente, si realmente dejamos una huella indeleble en el vasto libro del universo.

Sin embargo, incluso ante el inminente final, hay una belleza melancólica en la nostalgia. Es como si la muerte, al acercarse, nos permitiera apreciar plenamente lo efímero de la existencia. Las lágrimas de despedida se convierten en la tinta que colorea la obra de arte final de una vida bien vivida.

Así, entre sombras y recuerdos, en la proximidad de la muerte, encontramos una oportunidad única para celebrar lo que fuimos en vida, lo que somos y lo que pudimos haber sido.

Es como si, en el acto final, la vida nos concediera la gracia de contemplar el espectáculo de la existencia con ojos renovados, recordándonos que, al final, todos somos pasajeros temporales en este efímero escenario teatral llamado vida.


*Jober Rocha, economista, M.S e Doctor por la Universidad Autónoma de Madrid, Espanha. Escritor con algunos premios recibidos en concursos literarios en Brasil y en el extranjero.

lunes, 24 de marzo de 2025

"Serie Ideas" pinturas de Carolina Esperanza Alvado

Técnica: acrílico, papel 
Medidas: 40 x 40
Año: 2024

Técnica: acrílico, papel 
Medidas: 40 x 40
Año: 2024

Técnica: acrílico, papel 
Medidas: 40 x 40
Año: 2024


Técnica: acrílico, papel 
Medidas: 40 x 40
Año: 2024



Técnica: acrílico, papel 
Medidas: 40 x 40
Año: 2024



Técnica: acrílico, papel 
Medidas: 40 x 40
Año: 2024



Técnica: acrílico, papel 
Medidas: 40 x 40
Año: 2024



*Carolina Esperanza Alvado es una artista plástica argentina que reside en Francia desde hace tres años. Su camino hacia el arte ha sido largo, comenzando de manera autodidacta y explorando disciplinas como el teatro y la pintura de forma personal. Sin embargo, fue hace tres años cuando decidió dedicarse profesionalmente al arte, iniciando la exposición de su trabajo. Su obra es principalmente abstracta y se distingue por la combinación intuitiva de texturas y colores. Cada pieza surge de un proceso emocional y espontáneo, con el objetivo de generar una experiencia visual que invite al espectador a sumergirse en un universo de sensaciones y reflexión. En 2024, tras un profundo proceso personal, escribió el libro De la repetición a la creación, donde comparte sus experiencias y el camino que la llevó a abrazar el arte como su verdadera vocación. Esta obra refleja su evolución tanto personal como artística, así como su búsqueda constante de autenticidad en cada aspecto de su trabajo. Las pequeñas obras que presenta forman parte de la serie IDEAS, en la que explora una nueva manera de concebir su arte, dejándose guiar por la primera sensación que surge en su mente. Esta serie, compuesta por 13 obras, fue expuesta en la muestra Camino del artista en Francia en 2024.

viernes, 21 de marzo de 2025

"Un bar en algún puerto" poemas de Daniel González Rebolledo


De la tierra arcillosa
hacíamos el botijo.
su olor era agradable,
digno de contener la frescura del agua.
Lo vestías con flores, cuando airoso,
paseabas desnudo como el fuego
tu grácil estatura y aspirabas
los aromas del búcaro.
 
El alba sonrojaba las cortinas
de aquel cuarto
donde tanto amor yacía,
se erguía, desmayaba.
 
Hoy el búcaro yace junto a trastos
en arrumbados estantes de la casa,
sin aromas ni canto de agua fresca.
Y más tremendo aún,
no está ya tu candor lánguido y dormido
en las celestes luces de mis albas.
 
 
UN BAR EN ALGÚN PUERTO
 
Debe ser leve y rosado,
esquinando el flamenco de tus sueños.
Debe estar al borde, siempre al borde,
al filo ineludible de la noche.
Debe tener equívocos burlescos
y el trópico y América y nosotros
escindidos detrás de tanto muelle
con Gomorra también, y un laberinto.
Debe escucharse un Son,
lenguas barrocas junto al saber oscuro de la sombra
y ese impreciso olor a aguas abiertas,
al filo ineludible, de la noche.


IDEA

Aparece en un sueño y escapa,
salmón rojo de Alaska
entre zarpas hambrientas de los osos.
Su ráfaga me asalta
justo cuando no tengo palabra en qué cazarla
y ella disfruta salmoneando su más bello despliegue.
¡Tal vez tampoco fueras para tanto!
Disparo y la ahuyento de nuevo.
Anhelo su regreso:
sonrisa de luz que cambie el mundo,
caricia al dolor que nunca cesa,
por el rumor del agua sueñen pájaros,
manos humildes estrujen su pañuelo mojado por la pena,
un vislumbre de amor, una mirada,
un cuenco,
donde enjuague su pelo este poema.

 

Daniel González Rebolledo. Escritor, Dramaturgo, actor y director de teatro, profesor de Matemática y Cosmografía, Magister en Metodología de la Investigación de la Universidad Nacional de Entre Ríos. Su producción literaria ha recibido premios municipales (no se le niegan a nadie, decía Borges), provinciales, nacionales y alguna que otra inclusión en antologías. Tiene obras publicadas en Teatro, Cuento, Novela, y Poesía. Vive en zona rural, chacra Finisterre, cerca de Gualeguay, Entre Ríos, República Argentina.

jueves, 20 de marzo de 2025

"Sermón al silencio" poemas de María Alejandra Uribe

8.

Conteniendo el hálito
que busca el origen,
pude sentirme expulsada
de un festín de magma,
 azufre y nubosidad
qué mutó a primavera. 
Manantial
trino de ave voraz, 
vuelo entre los hilos del viento
que abrazan los cuerpos,
Humo blanco proveniente de 
la hoguera de un corazón.
Rugido adentrado en el espíritu que aguarda el misterio, 
mirada noble de un ser místico y vetusto, 
quien comprende porqué
sus manos fueron raíces
del árbol más fecundo.
Pude sentirme ello
y quizás mucho más,
Hoy es sólo reminiscencia,
de este cuerpo, esta esencia, 
el júbilo que llega tardío
sabiéndose en la nada.


SERMÓN AL SILENCIO

I


He perdido de vista la punta de mis pies
HOY
Soy vuelo ante el soplo que recibo.
El recuerdo es un vacío deicida
Que al callar somos.

II

Al igual que el el día corresponde al ocaso
No resístome a desposeer mi voz.

III

¿Cuántas vidas debo cursar para prestarme
a ver una esfera de luz al cerrar mis ojos?
No sé cuántas, puesto que aún no logro ver lo que no soy.

IV

No teman…
Visiten mi degredo
Congreguémonos en la mortalidad
Haciéndonos eslabones que aten flancos
EL OTRO Y YO.

V

Deseosa por rehabilitarme, siento más seguridad
Para limpiar mi ser de aquella adicción por las palabras.
Desintoxico mi garganta del sonido enlodado
Mientras me convierto en una gotita de manantial salado
Y me deslizo por cada uno de los rostros que ignoro, aunque he mirado.

VI

Esta puerta que soy
Y atravieso para verles
Salgo azarosamente
La cierro y arrojo la llave
No soy más atravesada
Siquiera por la rememoración 
Que evoco en quienes un día
Entraron sin avisar. 

VII

El índice que presiona mis labios
Es la cruz que me sella.
Ahora, solo mi respiración
Es mantra que rezo
Para alcanzarte LUZ.


MEDICADA

Cuando el mundo cae
 con su peso en mis hombros
y el corazón se estrecha 
entre llanto y hastío
imagino mi cuerpo ajeno.

Lo veo
Con sus pies temblorosos
transitando sobre el pavimento húmedo, mientras exhala una bocanada de humo combinada con bruxismo.
Incluso, puedo oír cuando la resignación se desliza en forma de trago, a través del esófago.

Olvido si estoy respirando, o cuántas veces parpadeo por minuto; pues no estoy allí, dentro de aquel cuerpo ajeno, el cual se convierte en otro compañero inadvertido.
Lo espío cuando llora a solas,
cuando ríe, gime
o vive a gritos y canta su sentir.
Pienso que...
Podría hacerme su amiga
e idealizo una conversación extendida, dónde ambos concluimos que no estamos solos, que nuestro sufrir coincide.
Así se posa el consuelo en mi coronilla.
Sin embargo...
Todavía no recuerdo cuántas veces parpadeo por minuto,
ni cuántas palabras pronuncio al día.
¡Es más!...
No recuerdo cuántos besos he dado
o cuántos abrazos he compartido.
Continúo afuera 
jugando a la espectadora de un cuerpo ajeno que,
poco a poco
se marcha.

*María Alejandra Uribe. Nació el 9 de abril de 1993 (La Estrella, Antioquia). Abogada, apasionada por las humanidades, dialogante a entre el sinsentido de la existencia y la sensibilidad enmarcada en sus letras. Poeta de la ciudad de Medellín, ha participado en diversos espacios poéticos en el Valle de Aburrá, coautora en la antología de mujeres poetas de Medellín "La Jaula se ha vuelto Pájaro".

miércoles, 19 de marzo de 2025

"Escuchan los muros de piedra" pormas de Carlos Cubeiro


ESCUCHAN 
LOS MUROS DE PIEDRA
  

Paredes y muros de cada recinto cerrado ahí están.
Escuchan los lamentos, las voces derrotadas y llenas de lágrimas.
Escuchan las piedras, los cantos y gritos de júbilo.
El ardiente clímax de los amantes.
También oyen las palabras y las muestras de ira.
Los gritos de terror y dolor.
Las paredes de piedra, los muros, son testigos mudos de cada segundo.
Lo son de cada vivencia alegre, triste o desgarradora.
Lo son de cada muerte serena o violenta.
De cada nueva vida que nace al mundo y no pueden decir nada, nada.
Escuchan y lo guardan.

Saben escuchar.
Saben callar, nada pregonan a los cuatro vientos.
Todo lo guardan para sus adentros.
Pesada carga la que soportan por años y siglos.

Caen los muros, las piedras ruedan.
Por ellas discurre un hilo húmedo.
Son las lágrimas que llevan dentro de tanto tiempo.
Rompen los muros, no por viejos.
Se deshacen cuando ya no soportan
la carga pesada de lamentos y furias desatadas.
De todo lo que han escuchado sin poder decir de ello ni una palabra.

Escuchan en silencio.
No hay mejor para contar lo que sientes, si sabes que otros no te comprenden o no intentan hacerlo.
Escuchan los muros y paredes de piedra mil historias de terror, de regocijo y aguantan lo que les echen.
Da igual que sean golpes o jarras de agua.
Quisiera oír de sus voces cada uno de sus cuentos de vida y de miedo.


                   POR AMOR 

   La lluvia  insistente moja las calles de piedra estrechas y empinadas. Su paraguas de rayas y sus zapatos de Prada siguen el ritmo de las notas que salen de una taberna. Las luces de las farolas se reflejan en las charcas bailando al son de los fados. Es verano aunque llueva. Los soportales les sirven de refugio a la lluvia y a las miradas. Las manos se entrecruzan en los muslos, los besos pintan de carmín cada espacio desnudo de sus cuerpos. La música de la gramola pone salsa a su vaivén sin reposo. Dos tacones suenan en la calzada, se van acercando más y más. El amor fluye, canta, grita en el portal más oscuro, sin candelas. Los tacones se sienten con paso ligero llegando a su vera. Su aliento jadeante llegó al fin a lo más alto de la cuesta. Una voz dijo con dificultad ¿ No me esperáis?. Al instante retumbaron tres disparos en el portal cerrado. Calle abajo,  caminan tambaleándose sin rumbo los zapatos rojos de Prada.


                          MIEDO 

Descubro en la oscuridad el miedo.
En el silencio sin luna me miro en el río que surca negro el valle.
Solo sus aguas quiebran la quietud.
Mi rostro se desfigura como en espejo roto en medio de las aguas.
Mis ojos se pierden entre ramas y piedras mojadas.
Marfiles hundidos en su lecho.
Movimiento infernal que todo lo rompe, que todo lo desgaja.
Miedo 
Miedo de perder mi cara, de perder mi identidad en la noche callada.
Doy la espalda a las aguas impetuosas.
El río me llama.
¡ No te vayas, mañana serás tú mismo!
Tú rostro, tus ojos, tus labios, tú pelo y tus pestañas.
Nada habrás perdido, pero ahora siéntate y escúchame en la calma de tu alma.


*Carlos Cubeiro nació en A Coruña en 1958. Comenzó a escribir poesía en 1983, con la que obtuvo dos terceros premios de poesía en gallego, en Sestao (Vizcaya) y A Coruña en 1988. Desde hace un tiempo, se dedica a la escritura de relatos cortos. Además, colabora con poemas y relatos en la revista digital Masticadores y participa con sus poemas en la revista cultural de la Sociedad Artística Ferrolana (SAF). Ha colaborado y continúa haciéndolo en el espacio La Ventanita de Manuel y Manuela (Facebook), donde recita sus propios poemas. Hasta la fecha, ha participado en dos antologías poéticas y suele colaborar en eventos literarios tanto en León como en A Coruña.