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jueves, 17 de abril de 2025

"Desarmadero" poemas de Eugenia Páez



Desarmadero

A cielo abierto, en el desarmadero,
donde el sol golpea sin piedad,
una poeta busca inspiración,
entre chatarra y oxidación.
Rara vez un pájaro rompe el silencio,
con un canto olvidado, perdido en el viento,
mientras los trabajadores, con manos fuertes,
desmantelan sueños, sin esperanza ni consuelo.
La injusticia corre como un río,
sin fin, sin principio, sin voz que la cuestione,
cuchillos por versos
ante la maldita indiferencia.
En este lugar, donde la belleza se desvanece,
se encuentra la verdad, cruda y sin adornos,
y la convierte en palabras que laten como un corazón,
que late con la rabia y la tristeza de los que trabajan.


Chatarra

En el rincón del olvido,
donde la memoria se desvanece,
yace la cultura, como chatarra,
oxidada, rota, sin sentido.
Pero, ¿quién la relegó a este lugar?
¿Quién la consideró basura, sin valor?
¿Fue el tiempo, que todo lo consume?
¿O la indiferencia, que todo lo anula?
La cultura, que una vez fue fuego,
que iluminó el camino, que guió,
ahora yace en la oscuridad,
como un objeto roto, sin función.
¿Quién tendrá la fuerza de engrasarse
las manos , de meterse al lodo, de quemarse al sol, de nadar en lo profundo 
reteniendo el aire,
quién, me pregunto quién tendrá el valor 
de cerrar la boca y expulsar las palabras ?


Desguace

En el desguace de mi alma,
donde las sombras se acumulan,
hay piezas oxidadas,
que ya no sirven para nada.
La tristeza es un motor roto,
que no puede ser reparado,
la rabia es un neumático desinflado,
que no puede rodar.
Pero en este desguace,
donde todo parece perdido,
hay una oportunidad,
de sacar lo que oxida.
De desmontar la tristeza,
de cambiar el aceite de la rabia,
de limpiar el polvo de la desesperanza,
y de encontrar la luz en la oscuridad.
Así que entro en este desguace,
con una llave inglesa en la mano,
y comienzo a desmontar,
lo que me hace daño.
Y al sacar todo lo oscuro,
lo que oxida y lo que duele,
encuentro un alma renovada,
un corazón que late con fuerza.


*Eugenia Páez es una poeta de Frías, Santiago del Estero, Argentina y nos propone en su "tríptico" titulado: "El desguace" la belleza de lo roto,las piezas diversas de una fragmentación escondida entre la chatarra y los escombros.

miércoles, 16 de abril de 2025

"La resistencia más fuerte del mundo" microrrelatos de Carlos Andrés Romero López


INSUFI-CIENCIA

Bernardo Ríos, cardiólogo de profesión, quedó paralizado cuando abrió el pecho de su paciente. No recordaba cuántas cirugías de corazón tenía en su record, ni haber manifestado asombro durante estos procedimientos; la medicina, además de enseñarle a usar el escalpelo y magnificar sus habilidades diagnósticas, había desarrollado en él una indiferencia de sabio estoico. Cortar el cuerpo humano le resultaba tan cotidiano como desgajar mandarinas al desayuno: una operación que requería sólo el concurso de la razón.

En el quirófano, sin embargo, la exigencia de salvar esta vida sobrepasó el sentido común; aparentemente, el hombre estaba sano: la sangre circulaba sin dificultad y los vasos coronarios cumplían su función. Pese a ello, lo estaban perdiendo. El doctor Ríos había decidido realizar la intervención porque era evidente que algo sucedía, además los exámenes previos sugirieron que el dolor agudo tendría origen en una posible inflamación del pericardio. Desacertada interpretación.

La conmoción fue significativa. El enfermo sufría, sí, aunque la causa de su padecimiento permanecía oculta. “¿Qué era?”, preguntaba desesperado el médico apoyándose en dos enfermeras que le sostenían de sus brazos, al tiempo que secaban un copioso y frío sudor, preámbulo de lo inevitable. Nada podía hacer ante la inefable fatalidad de ese ser postrado e indefenso que se negaba a vivir. La compasión que nunca tuvo, brotó de sus ojos. Frustrado, reconoció su ciencia incapaz de restaurar un corazón roto por el amor.


LA BOTELLA DE PERFUME FINO

¿Por qué te escondés allí atrás, si sos la más hermosa? El rumor de tantos cristales rodeándote resulta escandaloso, pero es la voz de su ignorancia respaldando una falsa imposición (las francesas, por ejemplo, sólo disfrazan el mal olor). Vos, en cambio, tenés una apariencia de sinceridad que sobrepasa tus pequeñas dimensiones. ¿Sobre quién esparcirás tu indescifrable verdad?


LA DESPEDIDA

Me quedan tres días de vida, quizá cuatro. Ayer escuché a Juliana hablando por teléfono sobre mi muerte y confieso que, aunque nostálgica, había en su voz un desconcertante tono de satisfacción.

Mi sorpresa aumentó cuando dijo: “¡por fin acabaré con él!”. No sólo moriría, sino que ¡ella misma terminaría conmigo! ¿Olvidó que yo estaba en la habitación contigua? Finalizada su charla, se acercó.

Tomó mi cuerpo entre sus manos y repitió como acostumbraba algo que yo mismo le iba diciendo, asustado ante las que serían mis últimas palabras. Al principio, nuestra relación fue dichosa; ahora representaba una dolorosa tortura, pues el tiempo corría en contra mía.

Llegado el cuarto día, poco tenía ya para decir. Tan sólo le mostré la pirotecnia que allá en Orán desplegaron, celebrando el fin de la peste. Seguidamente, concluyó ahogándome contra su pecho. Entonces lloró, puesto que, si bien podría observarme siempre en su estudio, lo mejor de ambos quedaría vivo en el recuerdo.


LA RESISTENCIA MÁS FUERTE DEL MUNDO

Vos querés que nada diga, para no espantarte el color de la piel. ¿Acaso esperás conservarte por siempre inmaculada? Preferir quedarte blanca antes de ver a uno de mis pensamientos sobre esa extensión tuya, muda e insoportable… me impacientás, sin duda, bajo el insufrible silencio que casi siempre lográs imponer. ¡Basta ya! Justo en este momento, estoy declarando victoria anticipada.


SOBERBIA

Despachando desde su consultorio, el médico se limita a encasillar su paciente en un cuadro de diagnóstico. Reconoce síntomas, receta medicamentos. Si las dolencias persisten, ordena el chequeo correspondiente que revelará su causa. Seguidamente, recomendará el tratamiento apropiado, sea que su consultante tenga oportunidad de vivir o sólo con el ánimo de prolongar sus días hasta que se desencadene lo inevitable. En este último caso, pronunciará sentencia su ingenua potestad: “tiene usted tres meses de vida”.


VENGANZA

Cuando muera, si mis órganos sirven, quiero que pasen al cuerpo de mi enemigo para que se vea obligado a vivir conmigo.


*Carlos Andrés Romero López (seudónimo: Umberto Marhe). Santiago de Cali, 1975. Reside actualmente en Elche (España). Licenciado en filosofía por la Universidad del Valle (Cali, Colombia). Caminar en contra de la multitud, una de sus mayores aficiones. Escribir, su forma de existir y persistir.

martes, 15 de abril de 2025

"Dusmac" pinturas de Valeria Roa


Nombre: Dusmac
Técnica: Técnica mixta
Medidas: 28.5 x 20.4 cm
Año: 2024



Nombre: Basatira
Técnica: Técnica mixta
Medidas: 28.5 x 20.4 cm
Año: 2024



Nombre: Anra
Técnica: Técnica mixta
Medidas: 28.5 x 20.4 cm
Año: 2024



Nombre: Koisa
Técnica: Técnica mixta
Medidas: 28.5 x 20.4 cm
Año: 2025




Nombre: Doraline
Técnica: Técnica mixta
Medidas: 28.5 x 20.4 cm
Año: 2024



Nombre: Malipce
Técnica: Técnica mixta
Medidas: 45.3 x 29.5 cm
Año: 2024




*Valeria Roa, artista que durante muchos años ha trabajado de manera autónoma, desarrollando su propia técnica y estilo, guiada por el amor y una profunda conexión con su creatividad. Su trayectoria artística ha sido un viaje de exploración y retos constantes, donde la experimentación y el aprendizaje continuo se han convertido en sus mayores maestros. A lo largo de su trayectoria, ha participado en varias exposiciones, compartiendo su visión con el público. Cada pincelada es un testimonio de su dedicación y perseverancia, dejando claro que el arte no siempre requiere de un aula para florecer, sino de pasión. Su trabajo refleja una libertad sin límites, donde en cada una de sus pinturas da vida a alebrijes imaginarios, permitiéndoles salir al mundo a través de su arte. Cada obra se convierte en una travesía visual, invitando al espectador a adentrarse en la esencia de su universo creativo.

lunes, 14 de abril de 2025

"Otra vez y otra vez " poemas de Jens Gärtner Gutiérrez



Estar solo 

La solitude est certainement une belle chose, mais il y a plaisir d’avoir quelqu’un qui sache répondre, à qui on puisse dire de temps en temps, que c’est un belle chose. 

— Jean-Louis Guez de Balzac 

Está bien estar solo 
y hablar frente al espejo 
sin palabras, 
meditar por las mañanas 
y no deber tributos de convivencia, 
ponerse a descubrir el cuerpo propio, 
el alma y la edad de Dios. 

Está bien estar solo 
hasta que hablas, y nadie oye, 
y viene un dolor de oído, 
y tienes que ir a la farmacia, 
y llueve, y está tarde, 
y te retuerces en la cama 
y quieres llorar, porque te duele, 
pero qué caso, 
si no hay nadie que oiga. 

Está bien estar solo 
pero a veces me hace falta quien me diga: 
tienes salsa en el bigote, 
ven que se te torció el cuello, 
¿me dejas cortarte el pelo?, 
en diez minutos me despiertas, 
alcánzame esa copa, 
vayamos este finde a caminar, 
abróchame el collar, 
dejaste prendida la luz, 
¿vemos una película?, 
se te nota el bloqueador, 
no has llamado a tu madre, 
ese azul no te queda bien, 
quiero un perrito, 
vamos a dormir. 

 

Otra vez y otra vez 

Otra vez y otra vez 
he amado. 
Eso sí he hecho. 

Lo recuerdan mis cutículas 
heridas 
y el párpado que tiembla. 
Lo recuerdan los surcos 
que en mis mejillas han arado 
las lágrimas 
con su marcha intensa y sentenciosa. 
Lo conmemoran mis canas 
y mi cansancio 
y mi recelo 
y mi soledad. 

Amé otra vez aunque ya no quería, 
y el amor fue feroz 
y me rajó el pescuezo 
cuando lo dejé dormir conmigo. 

Seguí amando afónico, 
desmembrado, comatoso, 
y amando corrí, 
salté, di vueltas 
por el barranco de los enunciados 
y me olvidé de mí 
y de lo que desayuné 
y del primer paseo junto al río con mi padre. 

Amaba desde antes. 
Era una criaturita expectante de amar. 
Tenía un propósito, 
y supe que era ese 
y le ofrendé mi vida y mi otra vida. 

Pensé que la última apuesta 
sí había sido la última, 
y en el acto volví a amar. 

Amaré otra vez 
y entregaré hasta el aire que se atranca. 

Amaré otra vez 
y dolerá y será mi vida. 

 

Había una marea 

El tiempo se riega en las cumbres paralelas. 
El latido se dobla contra un muro sol nuevo. 
Había una marea. 
En las arrugas de la corriente rielaba 
un cielo. 
No era el mismo. 
El espejo no era gris, 
era una nube, 
era una copa, 
era un arbusto 
que bailaba 
conspirando inseguridades. 
Las palabras no eran palabras 
eran campanas que tañían manos invisibles: 
estarás solo 
estarás solo 
estarás nueve veces solo 
luego no estarás. 
Rasqué con las yemas sudorosas 
púrpuras párpados gritones, 
rosas mordaces, 
ácidos cetrinos enjuagados. 
Vibró hasta enderezarse 
la calcomanía que se bronceaba 
vanidosa para tapar un nombre. 
Un ojo me sospechaba. 
Un oído me sospechaba. 
Una boca apretada me sospechaba 
lista para dictar. 
Incluso la inocencia sospechaba 
este concierto de soledades. 
Serame permitido escuchar este tarareo. 
Recordaré el tono y el timbre 
de esta voz que quién sabe 
si me acompaña o la visito. 
Tengo los brazos abiertos, 
abiertos, abiertos, 
incluso abiertos 
—¿cuánto de mí se fugará?—, 
y estoy listo para decir que sí. 

La voz de Dios es una carcajada 
ahogada y carrasposa. 

 

Golondrina 

Despuntaba el celoso sol 
cuando el pájaro se hizo piedra. 
Palabras y brillantes se revolcaban, 
y en pleno jolgorio me dijo «éste es mío». 

Todo teñido de astuto sepia, 
macabra espera, 
fatal abrazo, 
distancia plena. 

Espérate, sueño: 
no he dicho que vengas. 
Serénate, minutero. 
Guarda el aliento, golondrina. 
Ya habrá ocasión de trazar el borde. 

 

Te llamarás Eduardo 

Estás dando rodeos, 
contando de dos en dos, 
apoyándote muy fuerte en las barandas. 

La viste 
—o a su huella— 
en la cicatriz o en tus pestañas 
o en tu huella. 

Te fumaste un cigarrillo. 

Pensaste que tu nombre no es sonoro, 
que no puedes decir, como tu poeta favorito, 
«Eduardo: no te pongas a llorar». 
En tu corazón te llamarás Eduardo. 

Mejor llamarse Amor 
y emparejarse con la lágrima, que es libre. 

Miraste por la ventana, 
y el mundo estaba hecho una miríada de mundos 
en las goticas de lluvia matutina 
y en el multiplicador desplazamiento de los carros. 

Estás dando rodeos 
para evitar el tiempo presente 
y la palabra Yo. 

Yo estoy aquí, 
y un sueño que me acompaña hoy 
me pone la mano en la frente y me dice: 
«Estás dando rodeos. 
Tienes fiebre. 
No te pongas a llorar». 


*Jens Gärtner Gutiérrez. Escritor y docente. Nació en Santa Rosa de Cabal, Risaralda, en 1993. Vive en Medellín desde 2015. Estudió Filosofía en la Universidad de Antioquia. Además de a la producción poética, se dedica a procesos como la edición, la corrección de estilo, la traducción, la diagramación y la enseñanza de lenguas y literatura. Ha participado en escenarios poéticos como el 34° Festival Internacional de Poesía de Medellín. Actualmente es integrante del Colectivo Axiz, que se dedica a la exploración, difusión y promoción de la literatura a través de las nuevas tecnologías.