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martes, 26 de noviembre de 2024

"Themis bajo asedio" pinturas de Marco Pinilla


Nombre: Júpiter
Técnica: Óleo sobre lienzo 
Medidas: 41cmx51cm 
Año: febrero 2024


Nombre: Águila real
Técnica: Óleo sobre lienzo con espátula
Medidas: 45cmx60cm
Mes y año: 2024


Nombre: Chalcosoma atlas
Técnica: Lápiz y carboncillo sobre papel
Medidas: 30.5cmx23cm
Mes y año: junio 2024



Nombre: Diplodoco y ondas 
Técnica: Óleo sobre lienzo 
Medidas: 45 cm x 61 cm 
Año: 2024



Nombre: Themis bajo asedio 
Técnica: Óleo sobre cartón 
Medidas: 55cmx35cm 
Año: 2015



Nombre: Cálao asiático cariblanco
Técnica: Lápiz y carboncillo sobre papel
Medidas: 30.5cmx23 cm
Mes y año: mayo 2024



*Marco Pinilla, Medellín. Profesional en derecho desde hace 10 años, especialista en derecho procesal y escritor. De familia santandereana, nació y creció en la ciudad con una pasión por las ciencias y la filosofía, así como por expresiones artísticas como el dibujo y la pintura. Desde joven tuvo curiosidad por explorar las estéticas del mundo, y desde entonces siempre ha encontrado oportunidad para plasmar en el papel aspectos del mundo natural y humano. Escribió su primer relato cuando tenía catorce años, pero no fue sino hasta el año 2023 en que empezó la elaboración de su primera obra. Actualmente es profesional independiente y fundador de su propia práctica jurídica profesional.

lunes, 25 de noviembre de 2024

"Martingalas" poema de Rolando Revagliatti

1

Una martingala deshaciéndose entre los dedos 
    [de nuez fosilizada
una martingala distrayéndose, jugándose la 
    [cruz, la rosa y la sangre (y sus poco 
    [demoradas equivalencias)
una martingala, que no dos, que no cinco 
    [ascuas o catorce herreros apostando al refrán 
    [que les incumbe
una martingala que no varias veces mi corazón 
    [capitaneando la miel y la discordia (bugui - 
    [bugui echado sobre tus ojeras ininteligibles)
una martingala que arracime en navidad flor y 
    [coliflor, col y caracol, prédica y predicamento, 
    [claro que sólo en navidad
una martingala con esparadrapo y una martingala 
    [con un talismán
una martingala absteniéndose de saludarme en 
    [los días de lluvia
una martingala como ella sola
una martingala para quien aprese al que dejó 
    [la estridencia en el rellano
una martingala con barbijo de hierbas
una martingala castellana en Indonesia
una martingala con estupro y cuernitos de 
    [grasa
una martingala que vocifere cuando las demás 
    [lloren
una martingala para mediocres cautos, brillos 
    [menores (clásicos espolvoreados en mis 
    [retahílas)
una martingala con las naves abiertas cuando 
    [no las venas
una martingala que tuviera a bien el ombligo 
    [aceitoso de un querubín
una martingala "con mi hermana no te metás"
una martingala tanto es así, que atrabiliaria, 
    [sin cortapisas, consabida, tórpida, de    
    [chiripa y demodé
una martingala que cante al cerciorarme de tu 
    [cuerpo entretenido
una martingala crónica de pesares.


2

Una martingala para aherrojarse las monjas
una martingala para comer en público
una martingala cuya mamá la "asme"
una martingala espécimen fortuito de las 
    [uniones difusamente plausibles de 
    [codornices y emperatrices, sordos y 
    [sorbos, cabos y rabos, piedras y hiedras, 
    [emasculados y sobreañadidos, púberes e 
    [impúberes, capitales y trabajadores
una martingala para nunca decir nunca, siempre  
    [y jamás
una martingala que contemple los lindes entre 
    [basarse y besarse
una martingala que amarroque pendencia
una martingala pedestre, que no ecuestre, pero...
una martingala para cadáveres eternamente 
    [deliciosos
una martingala caliente como la tía de mis 
    [sueños
una martingala para no darse cuenta de lo que 
    [hace falta
una martingala que desbroce turgencias (las 
    [que imaginan)
una martingala para prosódicos en plan de 
    [lucha
una martingala que denuncie el índigo, las 
    [frambuesas, el pachuli, el gemidito y la 
    [electricidad
una martingala para padrastros y padrillos
una martingala por la mitad o sin acotaciones
una martingala con tachas (sin embargo, donde 
    [reclinar la cabeza)
una martingala que se precie, que se justiprecie
una martingala "delito en la isla de las cabras" 
    [enfebrecidas
una martingala trago va, trago viene
una martingala fácil de repujar
una martingala huracanada que huracanee
una martingala que cede una martingala
una martingala que se dé
una martingala que porfíe de balde
una martingala que se escriba al correr de la 
    [pluma de pato silvestre
una martingala que farfulle en jerigonza
una martingala madre de dios ahora y a 
    [deshora con dos gotitas de coñac
una martingala para cónyuges de cera o 
    [expresión ceruminosa
una martingala adorable, sucinta, mensual o 
    [de mantenimiento
una martingala achís
una martingala ejém
una martingala que bajo y a voces
una martingala para fregarse en los biempensantes,
    [en los bien hablantes y en los malvivientes
una martingala para Lacustre Narcilando.


3

Una martingala crispada la grafía
una martingala para que en el calendario de 
    [santos, una viuda virgen y matrona, alterne      
    [con el abad beato Raimundo de Fitero
una martingala que se juegue a los dados 
    [sobre un paño de lágrimas
una martingala que declame: "Me voy con la 
    [lechuga para no volver, residente bárbara 
    [(acaso ubicua), observé que ustedes observaron,  
    [en éxtasis patibulario se nos recibe con la 
    [masticación"
una martingala de su propio peculio
una martingala que habría sangrado como flor 
    [obtusa
una martingala para misántropos encarecidos 
    [por sus madres
una martingala con botamangas y a barlovento
una martingala para la utilería de la Otra Escena
una martingala inaudito cetáceo
una martingala, una miscelánea y una moraleja
una martingala por hipocorísticos preñada
una martingala para "cuando venga papi, no 
    [se lo digás"
una martingala para breves cartilaginosos
una martingala en cuarto menguante y cocina 
    [kichinet
una martingala para egregios con consideraciones 
    [sobre la paja en el ojo ajeno
una martingala recta trayectoria por el laberinto
una martingala para benignos rastacueros
una martingala equis como quien dice ene ene
una martingala para los fallecidos adjudicatarios 
    [de nuestra inquina pulsional
una martingala oriflama que nos aleccione en 
    [impudicia, sevicia, codicia y estulticia
una martingala que berree sin frunces
una martingala para revisores de cuentas, con 
    [dibujitos y atrocidades
una martingala con el vestuario raído
una martingala multiorgásmica, multinupcial 
      [y múltiplo de las mil y una noches
una martingala que se confiese con dos monedas 
    [de rubor
una martingala con los repulgues espolvoreados 
    [con caolín
una martingala de sastre en sastre
una martingala que inspira, permite que el aire 
    [se aburra adentro, y muere
una martingala para la autografía: biojoda 
    [seria que atañe al autor
una martingala con damisela en un coche y 
    [perro de aguas
una martingala caótica caótica escrutada por 
    [un apóstol
una martingala con corazoncito en la corteza 
    [de un financista
una martingala pura, sin soda, sin fernet
una martingala desestimada en los grandes salones.


4

Una martingala al denostado cielo si “va a 
    [nacer el testigo de mi muerte”
una martingala que aspire a escribir bien, sin 
    [mirar a quién
una martingala rea de día
una martingala para Gonzalo, quien siendo el 
    [amante de la amiga de la novia de González, 
    [de pasada, es directamente el amante de la 
    [amiga de su amante
una martingala con decimales en la leche
una martingala venenosa y una martingala 
    [venerable
una martingala grandiosa del revés
una martingala que aquí se ponga a cantar que 
    [otro gallo cantaría 
una martingala que había tenido que enfrentar 
    [las tensiones que le causaba la relación 
    [simbiótica de tintes narcisistas que le imponía 
    [su madre
una martingala con espuma en el sueño
una martingala que crepite su fatalidad 
una martingala con frases robadas en los 
    [jardines de Quilmes
una martingala con epitalamio subido de tono
una martingala parodia de una martingala 
una martingala vieja bisoña, ex neutra, a tanto 
    [la erre de ríspida y de recurrente, a tanto la erre.



*Rolando Revagliatti nació el 14 de abril de 1945 en Buenos Aires, ciudad en la que reside. Publicó en soporte papel un volumen que reúne su dramaturgia, dos con cuentos, relatos y microficciones y dieciocho poemarios. En ediciones digitales se hallan los seis tomos de su libro “Documentales. Entrevistas a escritores argentinos”, conformados por 159 entrevistas por él realizadas. Todos sus libros cuentan con ediciones electrónicas disponibles en http://www.revagliatti.com  

viernes, 22 de noviembre de 2024

"Como un canto" poemas de Sandra Gudiño


Como un canto
 
Un día sin más plan
que levantarse y salir
a la vida
ella
mi abuela no termina
nada no empieza nada
               no hace falta
 
El país explota
Desde adentro
como lava corren
los vecinos     no preguntan
cuándo ocurrirá
el próximo pavor
el próximo desastre
Como expulsada
del paraíso a golpes
abuela también
                        corre
 
Lo difícil no es
 perder el país    dice
lo difícil es
elegir ese momento
       
Deja atrás la casa
la puerta la llave
no es alivio     no
tampoco una tregua
 
Lejos             en esta ciudad
inventa         una sangre
                      un escudo
                      una leyenda
en otro idioma    canta
con rabia con furia
con los ojos secos
de no llorar        canta
cada sonido
es grito
                   el grito es
igual de inútil
igual de necesario
igual de despiadado
 
 
Con todas

las que fui y ahora
           no recuerdo
quisiera tener
una conversación
acalorada gritarles
por fin a la cara:
 
Vos
la tan puntada
           sin hilo
vos la de la hilacha
                 mostrala
la del ruedo
descosido        vos
la del remiendo
redondo en otra trama
sí vos
la tan planchada
en doce pasos
exuda geometría
la línea en tu manga
 
vos
la del miedo a los alfileres
apuntando a la intimidad
sin hilván
en la entrepierna
sé que el hilo que nos une
tiene un nudo      justo aquí
atascado en mi garganta
entendemos la vida
tal y como es:
combinación exacta
rayas flores y lunares
negros    en la mesa de saldos
de una feria americana
 
 
Como boca

de lobo después
de la furia
               así
               el poema
 
 
*Sandra Gudiño nació y reside en la ciudad de Santa Fe de la República Argentina. Poeta, narradora oral escénica, profesora de francés. Ensayista en ese idioma. Susurradora. Diplomada en Género desde la perspectiva de los derechos humanos. Diplomada en Mediación Cultural. Creadora y conductora del micro radial de poesía La Otra vOz en la 94.3 Radio Cultura de Santa Fe. Promotora de lectura desde su canal de Youtube: Cuentos para Gio y para vos.  Publicó cuatro libros de poesía: Desnuda; excepto amarte; Núcleo; Ni hippie ni limonada.  Ha recibido premios, menciones y distinciones en concursos nacionales e internacionales. Cada año publica poemas en numerosas Antologías Literarias nacionales, internacionales, también en medios digitales. Participa en Encuentros de Escritores y Ferias del libro presentando autores santafesinos como integrante de Cultura de la ciudad de Santa Fe. Cada poema es un punto de encuentro, y cada libro un vínculo que merece frecuentarse. Sandra Gudiño escribe para honrar la vida.

jueves, 21 de noviembre de 2024

"Beneficio" cuento de Jorge Etcheverry Arcaya

El beneficio estuvo muy concurrido, superando las expectativas más optimistas del Comité, cuyas dos organizaciones miembros y sus escasos afiliados lo habían organizado desde la nada con gran esfuerzo y casi sin recursos. Por lo menos había doscientas personas, y seguían llegando más. Habíamos llamado por teléfono a un restaurante amigo, y unas niñas llegaron a ayudar cuando terminaron su turno.

Casi toda la carne que habíamos comprado —porcina, vacuna, cordero, pollo e incluso algo de pato, pavo, conejo, rana, mariscos y pescado— venía del lote más fresco del frigorífico de un local que recibía remesas directamente desde las granjas y criaderos de los alrededores, de los puertos cercanos. Todo era fresco, salvo la insolvencia acumulada por las pérdidas cuantiosas del dueño, que estaba enviciado con el juego. De ahí la liquidación apresurada de las premisas y su contenido. Lo supimos por Vásquez, y eso nos permitió adquirir módicamente esas carnes y mariscos variados, así como parte de la verdura y los postres, todo a precio de huevo, pero de consumo forzoso a lo más en tres días.

A esas alturas ya casi no quedaba nada, aunque la Ximena me dijo que me había guardado carne asada porque sabe que soy muy carnívoro. Mientras tanto, yo hablaba al lado del baño del salón con Pancho, que me estaba pasando cien dólares porque había conseguido una subvención para este acto con la municipalidad mediante unos contactos que tenía. Había convencido al alcalde de que el beneficio era una oportunidad para el intercambio con las diversas partes locales de este mosaico multicultural canadiense. Pancho se había guardado otros cien, lo mismo que Vásquez, y los otros quinientos se habían convertido en parte de nuestro aporte como organización al beneficio.

El evento, que había comenzado a eso de la una de la tarde, ya se estaba estirando hacia las primeras horas de la noche. Y como digo, seguía llegando gente, mientras las torrejas de asado se hacían por fuerza más delgadas. La Xime había llamado a una panadería-pastelería de una señora latina amiga, que ahora estaba llegando con su hija y unas bolsas del pan sobrante del día. Ambas pasaron anónimas entre el grupo que acababa de llegar, imagínense, a esa hora. La Ximena salió a recibirlas y le puso algo en la mano a la señora, unos billetes quizás.

En eso pasa por detrás mío una niña morena, buenamoza y torneada, que me había estado mirando de lejos y que me roza, no sé si con intención, mientras Pancho saca cuentas en voz alta: unas trescientas personas que pagaron 10 dólares. Algunos habían protestado por el cobro en los medios sociales, pero yo, que soy de izquierda todavía, pero no huevón, les había dicho que leyeran la publicidad. Clarito decía que era un beneficio. Total, tres mil por concepto de entradas y unos veinte de consumo promedio por persona, más otros mil resultantes de la rifa. Estamos llegando a los diez mil, con unos dos mil de gastos a todo reventar. El trabajo es voluntario, los premios de la rifa son donaciones, la publicidad se hace gratis en los medios sociales y las radios comunitarias, y los curas nos cobran el mínimo por el local. Así que estamos con cuatro mil de ganancia por cada organización. Para empezar.

En eso la Xime llega y me dice que, como parece que no voy a comer ahí y no va a quedar nada, me pasa una bolsa de plástico llena de carne. No sé de qué tipo, o a lo mejor una mezcla, que coloco automáticamente en mi bolso. La niña esa que me había rozado ahora está sentada en una mesa y parece que me está mirando, mientras la Ximena me dice que llegó un cheque de una donación personal de un diputado liberal. Otra, del alcalde de la ciudad. Y una más grande, de un abogado latino que financia eventos para descontarlos en sus declaraciones de impuestos. Cuatro mil dólares. Ella con la boca abierta, y yo le digo que para él es un moco de pavo. Además, lo descuenta de los impuestos. Back in business, le digo. Otra vez al pie del cañón. Ahora nuestras organizaciones hermanas van a levantar cabeza como sendos fénixes culturales y patrimoniales con intereses encontrados a veces, pero bueno.

La Xime me dice que Sarah había llamado por tercera vez. Me acuerdo de que había quedado de juntarme con ella en el centro como a las siete a todo reventar, y ya deben ser como las ocho, ocho y media. Ella me había dicho que no le gustan las aglomeraciones y yo le había dicho que viniera, que iban a llegar cuatro gatos.

Entonces me tengo que ir. Salgo del local y camino, como en un cuarto de hora, las diez cuadras que nos separan del puente donde nos vamos a juntar. Vamos al lado francés de la ciudad. Hay que caminar un par de cuadras para cruzar el río. Hay que apurarse. Salgo de esa atmósfera en que se mezclan los acordes de la música, el murmullo de las conversaciones de toda esa gente, el aroma de las carnes asadas, el perfume y el sudor. A esa hora un pájaro sensual parece que baja del horizonte, y me hubiera quedado a lo mejor conversando con esa niña morena que estoy seguro de que me estaba mirando desde su mesa. Aunque yo podría ser su papá. A lo mejor casi su abuelo.

Pero ya me había comprometido con Sarah y me tenía que ir, a pesar de las tentaciones.

Cruzo el puente y decidimos con Sarah que vamos a ir a un restaurante francés. Lo hacemos más o menos al azar, ya que hay varios y bastante variados. Ella, como de costumbre, examina la fachada, el menú de cada restaurante: “No menu, no venue”, que en inglés quiere decir que si no hay menú afuera, visible, no entramos. Otra regla que seguimos es la de “no price, no nice”. Es decir, si no anuncian los precios, tampoco entramos. Debe ser re caro. Los dueños saben que a algunos de los clientes les da vergüenza salir una vez que están adentro, y se quedan. Situación que ambos, vergonzosos como somos, tratamos de evitar.

 

*Jorge Etcheverry Arcaya, nacido en Chile, vive en Ottawa, Canadá. Es profesor de filosofía, tiene una maestría en lengua y literatura hispánica y un doctorado en literatura comparada. Perteneció al Grupo América y la Escuela de Santiago, agrupaciones poéticas chilenas de fines de los 1960. Textos suyos de poesía, prosa y crítica han sido publicados en diversos países en revistas y libros  impresos y virtuales, en castellano y traducciones al inglés, francés, italiano y portugués. Sus últimos libros son Clorodiaxepóxido, poemas, Chile, 2017; Los herederos, novela de ciencia ficción, 2018; Canadografía, antología de prosa hispanocanadiense, Chile, 2017; Samarkanda, poemas, Canadá, 2019; Outsiders, narraciones en inglés, 2220. Recientemente aparece en las antologías Wurlitzer. Cantantes en la memoria de la poesía chilena, Chile, 2018; Antología de la Revista Entre Paréntesis, de Chile, 2018; Antología de la poesía chilena de la última década, (Chile, 2018), Antología mundial de poesía; La papa, seguridad alimentaria, Bolivia, 2019; Anthologie de la poésie chilienne, 26 poètes d’aujourd’hui (France 2021). . Es colaborador y miembro del comité editorial de la revista Entreparéntesis, y Off the Record. Su último libro de poemas es Orejas y vanguardias (Chile, 2024).

miércoles, 20 de noviembre de 2024

"El agobio del hombre que no podía morir" cuento de Manuel Arboccó de los Heros


“Si nos regalaran la inmortalidad en la Tierra, ¿Quién querría aceptar este triste presente?”

Jean-Jacques Rousseau

 

Nació con una mutación genética rarísima. Era el único caso registrado en la historia. No podía morir, pues sus células, tejidos, huesos y todo lo demás se regeneraban mucho más rápidamente que en los demás. Luego de algún corte, lesión o herida, inmediatamente se producía la recuperación y volvía a estar bien.

Si bien no podía enfermar, ni morir, sí envejecía. En cuanto al paso del tiempo era uno más igual que todos, pero lo hacía muy pero muy lentamente. Tenía 142 años y estaba viejísimo, arrugado como una pasa y aburrido hasta la coronilla. Había hecho de todo y ya solo quería descansar, dormir en la eternidad, morir de una vez, pero no podía. En cierto momento de su vida visitó médicos, biólogos, genetistas, psicólogos, religiosos y hasta chamanes y brujos. Recibió variadas explicaciones de lo que le pasaba, todas igualmente válidas, todas igualmente insuficientes.

El asunto es que era un caso único en la historia de la biología humana. Lo visitaron de muchas clínicas y universidades prestigiosas del mundo, le hicieron cien pruebas y doscientos estudios a cambio de generosos pagos. Fue noticia por algún tiempo y apareció en reportajes, noticieros y revistas del corazón. Luego de algunos años todos, hasta los mismos científicos, se desinteresaron del caso. Todo lo que vive también muere, menos él.

En una época incluso adoptó una posición mística creyendo que tenía una misión especial en la Tierra, tarea encomendada por los dioses. Pero no, el asunto era increíble, falto de toda lógica, aunque brutalmente simple: no se deterioraba al punto de enfermar y consecuentemente morir como todos. Se sanaba instantáneamente de cualquier lesión, accidente o infección. De joven, esta condición le pareció fascinante y llena de suerte y posibilidades. Bendijo al cielo y gozaba como loco de todos los placeres y oportunidades que esta invulnerabilidad le brindaba. Pero al pasar las décadas, este agradecimiento se convirtió en reclamo. Estaba harto, cansado y aburrido.

Desesperado y a poco de haber cumplido sus primeros cien años intentó, años atrás, suicidarse. Se arrojó del piso 18 de un moderno edificio de departamentos al que logró colarse cuando el portero se descuidó y si bien se rompió todo el cuerpo, a los pocos segundos se recuperó de la salvaje caída y sentado en medio de la pista lloraba amargamente su desgracia. Maldijo el cielo aquella vez.

Pero poco antes de cumplir los 192 años, lo visitó en su sueño un duende; -ya lo había visitado cuando José era un pequeño bebé- y le dijo al oído algo que, siempre dentro del mismo sueño, lo dejó impactado y seguidamente llenó de paz.

A la mañana siguiente, el viejo José, amanecía –de forma también inexplicable- muerto. Y esta vez para siempre.

Nunca se había visto un cadáver con una sonrisa como la suya.


*Manuel Arboccó de los Heros. Psicólogo y escritor. Magister en Psicología por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.  Se dedica a la psicoterapia de orientación humanista y existencial asó como a la docencia universitaria en la ciudad de Lima. Fue articulista del Diario Oficial El Peruano desde el año 2014 hasta el año 2020. Difunde información psicológica desde su blog Nos sobran las palabras. También es autor de más de treinta artículos científicos de Psicología y Humanidades en revistas de la especialidad, disponibles en la web. Ha publicado el libro Tiempos inciertos: aproximaciones a la sociedad posmoderna (2020), La Comarca y otros relatos (2022) y Grandes psicólogos y psiquiatras de la historia (2023).

martes, 19 de noviembre de 2024

"El mapa de los anhelos" poemas de Eugenia Páez


El mapa de los anhelos


Vibra un color vibra el tiempo
ecos de un noble registro.
Una antigua mudez hoy hay burlado
un muchacho que puso arte
a la “Dama de Cemento”,
rito de jazmines
recuerdos sin postigos,
las vías y un río
acunando capullos.
Un joven abraza
al mundo con su lente
capturando emociones,
un visor que congela
cien imágenes
porque sabe que otros
necesitan de sus ojos
y así
conservar la historia
en mil memorias.
Te nombraste poeta de la imagen
senderos de marrón
a verdes invaluables
como rubí,
mirar tantos recuerdos y decir
es imposible caminar sin ellos.



Anestesia


Resista.
Esquive la anestesia.
Urge no dejar el grito agazapado, ni pretender elevar la lista
de quiénes son los que nos necesitan, si nosotros también
formamos parte de los necesitados.
Exista.
Exista en cada uno de sus días, encuentre en la mirada del
otro esa ciudad habitable.
Renuncie a pensar
que solo el pan alimenta. Déjese abrazar y regale su abrazo,
mascullar hace mal al alma
y a los dientes.
Contagie,
hable de una nueva pandemia para cambiar
el corazón de los hombres, sea parte de esa justicia.
Esquive la anestesia,
porque ante las altas temperaturas, anda suelto el frío.
Sume manos,
no silencie el hacha, escribamos la vida, sintamos la alegría
de habernos erguido
en fe, esperanza y amor.
Somos gota ante la sequía,
huella del tren que pasó.
Tálamo nupcial como deseo natural,
pulsión de vida que atraviesa
la condición humana
y embiste para quebrarla y quebrarse
esquivando la anestesia, en una solidaridad tangible
y verozmente fulminante.


Ojos ciegos


Bautizar tus ojos ciegos brisa de un arrullo
del corazón para escucharte
otra vez enamorado.
Destierro y despojo algarabía por vivir.
¿Quién vigila los espejos? Sácate las vendas
Y mírame porque llevo un poema feliz.
Encender y redoblarse sintiendo el hambre de pinceles y
miradas.
Un aura
en la palabra pública.
Una caja negra un lente mágico muestra tangible del existir,
engullir la belleza
y sentir que se nos atora en la garganta,
mirarte, mirarnos,
porque donde no hay poesía hace frío.



Boquita cerrada


Yo me pinto la cara de verde esperanza y de blanco calma.
Hay en la calle un rosario
un ciego calvario de bocas cerradas.
Noticias macabras silencios y espadas.
La vida congela tira toda esperanza
tiene un abuelo en la nuca marcados los miedos dando a su
nieto oscuros consejos porque el rey pide y va por más
quien parece hoy dictaminar a la pobreza
que la justicia no llegará.
No se dejen estafar la vida es poca
juzguen ustedes mismos no esquiven la mirada
a nuestros hermanos
por más que sean distintos, de que sirve la libertad
si no es nada cómodo
solo quien vive en la abundancia puede sostener su credo
en este mundo cielo e infierno juegan su partida unos por
prevalecer otros a no callar
a la cultura,
sigan, sigan igual
aunque escuchen
quédate con tu boquita cerrada. Seguí, sigamos,
porque nos merecemos para todos
un mundo igual y en justicia.



*Eugenia Páez nació en la ciudad de Córdoba, Argentina, y actualmente reside en Frías, Santiago del Estero. Es autora de seis libros, entre ellos: Entre peperina y letras, Pa' el mal de amores, Calles versas y diversas, Aguas Calmas y ¿Habrá suficientes manzanas para todas?. Su obra más reciente es Mándame un color. Varias de sus publicaciones han sido declaradas de interés legislativo, cultural, educativo y social, destacando la relevancia de su trabajo en diferentes ámbitos. Además, sus escritos forman parte de numerosas antologías a nivel provincial, nacional e internacional. Eugenia Páez es miembro activo de los grupos literarios "Sentir en Palabras" (Bell Ville, Córdoba) y "Arte y Poesía sin Fronteras" (Ecuador), lo que refleja su compromiso con la difusión de la poesía y el arte más allá de fronteras geográficas.