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martes, 18 de marzo de 2025

"El Paraguas" cuento de Encantado Eliana Machado


    En una tarde gris en los Alpes franceses, una furiosa tormenta se formaba en el horizonte. Relámpagos cruzaban el cielo mientras las primeras gotas gruesas comenzaban a caer sobre la ciudad. En una esquina desierta, un paraguas negro, ya algo desgastado, se agitaba al compás del ventarrón, girando y elevándose desde un cubo de basura. De repente, una corriente de aire más fuerte lo lanzó hacia el firmamento, como si fuera una pluma al viento. Segundos después, reapareció, completamente nuevo, como recién salido de fábrica, en medio de las nubes cumulonimbus.
    
    La noche anterior, radios y canales de televisión alertaron a la población sobre la llegada de una tormenta eléctrica con vientos peligrosos. El ayuntamiento aconsejó a los residentes que no salieran de casa, especialmente con vehículos, debido a los riesgos inminentes. Aun así, Clara, ciega desde la infancia, sabía que tenía que salir. Su hermano, que sufría gravemente de asma, necesitaba un nuevo inhalador, ya que la válvula del antiguo se había obstruido y no tenían otro.

    Clarita, como él la llamaba, estaba acostumbrada a salir de casa sola y hacer compras en los comercios de la avenida donde vivían. Pensaba que podría resolver la situación rápidamente antes de que comenzara a llover. La farmacia estaba a solo tres paradas de autobús de su vivienda, y creía que podría ir y volver antes de que llegara el chaparrón. Sin embargo, al bajar del autobús, la precipitación comenzó a caer con fuerza.

    Con su bastón al frente, Clara avanzaba con cuidado, tratando de identificar los sonidos y los puntos de referencia de la calle que conocía como la palma de su mano. De repente, un sonido agudo y crujiente resonó cerca de la joven, como si una rama seca se hubiera partido en mil pedazos. Los vientos se intensificaron y, en una de esas ráfagas, su bastón escapó de sus manos mojadas, y se lo llevó el viento. Paralizada, Clarita se vio desorientada. Sin su bastón, no había forma de saber dónde estaba ni hacia dónde caminaba.

    El viento aullaba a su alrededor, y gotas densas caían como flechas del cielo, golpeándola. El tejido de su ropa, antes ligero, ahora pesaba, moldeándose a su cuerpo en un abrazo helado que la dejaba aún más expuesta. Clarita siempre había confiado en su audición para orientarse por las calles. El sonido familiar de los pasos sobre la acera, el susurro de las hojas de los árboles del bulevar le indicaban dónde estaba, ya que cada árbol era único y ella podía percibir esas diferencias. Incluso el murmullo de las voces y la velocidad de los coches le proporcionaban un mapa sonoro en días secos. Esa tarde, sin embargo, bajo la lluvia implacable, todo cambió. Olfato y audición se volvieron inútiles.    

    El agua se deslizaba por su rostro mientras intentaba orientarse, pero los sonidos y los olores se mezclaban, dificultando saber exactamente dónde estaba. El mundo, que antes se dibujaba en su imaginación con total seguridad, se convirtió en una confusa mancha de ruidos y olores indistintos.
De pronto, algo extraño ocurrió. Sus manos que tanteaban alrededor tocaron un objeto: un paraguas, venido del cielo, como un regalo de las alturas. Sin dudarlo, Clarita lo abrió, buscando cobijo y alivio del aguacero. Lo que la sorprendió, sin embargo, fue que el paraguas no parecía ser solo un refugio contra la lluvia. El mango firme en sus manos comenzó a moverse, tirando con delicadeza de ella en una dirección. Reticente al principio, permitió que el paraguas la guiara.

    La conducía con una precisión sorprendente. Cuando estaba cerca de una calle, la hacía detenerse; luego, se inclinaba ligeramente hacia la derecha o la izquierda, como si conociera el camino. Clarita, sin otra alternativa, confió en el objeto, siguiéndolo por aceras y esquinas, sin saber exactamente hacia dónde iba. La sensación era a la vez extraña y reconfortante.
Después de unos minutos, el paraguas se detuvo. Con una mezcla de temor y esperanza, Clarita extendió la mano y sintió la puerta de su casa. Había llegado. Ella rio, aliviada y aún conmovida por la forma en que todo había sucedido. Sin embargo, antes de que pudiera reflexionar más sobre el fenómeno, el paraguas escapó suavemente de su mano y, llevado por el viento, flotó lejos, como si hubiera cumplido su misión.

    Al entrar en casa, su hermano le comentó que había logrado desbloquear el inhalador. Clarita se alegró. Entonces se le ocurrió una idea: “No siempre necesitamos ver para encontrar el camino”. Aún maravillada por la experiencia, Clarita sonrió, sabiendo que algo extraordinario acababa de suceder.

    Afuera, la tempestad fue cesando, y un rayo de sol atravesó las nubes oscuras. En ese momento, un hombre con traje y sombrero negros apareció. El paraguas, que descansaba sobre el cubo de basura en el patio de Clarita, flotó hasta sus manos. El forastero lo observó por un momento, con una sonrisa de satisfacción.

    “Hasta la próxima tormenta”, murmuró, mientras desaparecía en las sombras, dejando atrás solo el silencio, interrumpido por el eco distante de los últimos truenos.


*Eliana Machado nació en Brasil y reside en Francia. Poeta, haicaísta, escritora, editora, traductora, artista visual y doctora en lenguas y literatura, también enseña español en Mónaco. En 2017, su novela Brasil: aventura interior recibió el Premio al Mejor Romance "Talentos Helvéticos Brasileiros III" en Suiza. En 2016, la Unión Hispano-Mundial de Escritores (UHE) le otorgó el Premio de Excelencia Literaria. Y en 2014, recibió el Premio al Mejor Autor Extranjero de la Unión de la Prensa Francófona (UPF) de Mónaco en el "III Encuentros Literarios Fabian Boisson. Posee 13 libros publicados en varios idiomas.

lunes, 17 de marzo de 2025

"Lucha (dólar) libre" obras de Diego Fernando Florio

 

Nombre: Náufrago
Técnica:  Óleo sobre MDF previamente tratado
con gesso blanco en frente y dorso.
Medidas: 50x70 cm
Año:2017


Nombre: Desocupado
Técnica: Óleo sobre tela
Medidas: 70x100 cm
Año: 2018


Nombre: Latidoamérica
Técnica: Lápiz de color sobre papel
Medidas:  50x70cm
Año: 2017


Nombre: Reelección
Técnica:  Lápiz color sobre papel
Medidas: 50x70 cm
Año: 2019


Nombre: Lucha (dólar) libre
Técnica: Lápiz color sobre papel
Medidas: 50x70 cm
Año: 2019


Nombre: Yo
Técnica: Lápiz color sobre papel
Medidas: 50x70 cm
Año: 2019


*Diego Fernando Florio tiene 55 años y es Diseñador Gráfico egresado de la Universidad de Buenos Aires (UBA), perteneciente a las primeras generaciones de la carrera. Se recibió en 1996 con el mejor promedio de diseño de su promoción en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU). Cuenta con 36 años de experiencia trabajando en Parques Nacionales, siempre en el área gráfica, donde llegó a desempeñarse como Director de Diseño durante la gestión saliente. Dibuja desde los 4 años, según le contaron sus padres, y ha desarrollado su técnica de manera autodidacta, explorando materiales a medida que los iba descubriendo. A los 32 años, se perfeccionó en el Estudio Villagrán, dirigido por Enrique y Carlos Villagrán (reconocidos por sus trabajos en Nippur, Batman, Superman, Punisher, entre otros). Durante 13 años trabajó para el mercado estadounidense como dibujante de arte erótico, representado por los hermanos Villagrán para la editorial SQP Publishing. Además, ha estudiado modelado tridimensional de figuras, motivado por su interés en dar forma corpórea a sus ideas bidimensionales.

viernes, 14 de marzo de 2025

Exposición "Mujeres en el Arte" Colectivo Artístico y Cultural de la Revista Innombrable

La exposición Mujeres en el Arte es una celebración de la diversidad, la creatividad y la resiliencia de las mujeres en el ámbito artístico. Esta muestra reúne a las artistas del Colectivo Artístico y Cultural de la Revista Innombrable, quienes, a través de sus obras, presentan una rica variedad de estilos, técnicas y temáticas, reflejando tanto sus experiencias personales como sus visiones del mundo.





"Aprender" poemas de Josimar Manaure

 

Culpa

Cuando te vi tirado en la cama,
mi madre suplicando por ti, 
por qué volvieras.
 
Mis hermanos sin comprender lo sucedido,
entendí que todo era mi culpa. 

Por no cuidarte un poco más, 
por no estar un poco más pendiente, 
por dejarle la carga a mamá.

Entendí que todo era mi culpa, 
papá,  
donde sea que estés, 
es mi culpa.

 
Aprender 

Aprendí a aceptar tu ausencia, 
como ese café que falta en las mañanas,
como ese abrazo de mamá que hace falta.
 
Desde que te fuiste todo ha cambiado, 
se te menciona en casa causando un caos, 
y aunque aprendí a aceptar tu ausencia, 
miro tu foto recordando tu presencia.

Mentí diciendo que he aprendido, 
mentí como cuando dijiste que estabas bien, 
mentí como cuando todos dijimos que estábamos bien.

Aún no acepto que no estas,
pasaron años y presentes estas,
en cada pensamiento que ronda por aquí,
en mi mente y alma, 
volviéndolo un frenesí.


Quiero

Quiero ya no recordarte,
como algo que duele,
sino como algo bello.

Los recuerdos bonitos estarán,
los dolorosos brillan mucho más,
quisiera quemar todo: me arrepentiré.

Construyo una versión de ti a base de recuerdos,
que cada vez pierden tu reflejo,
no sé si te extraño a ti o a un sentimiento,
que me traía ocupada en cada momento.

Me duele,
realmente lo siento,
quisiera que se acabe este sufrimiento,
que todo sea un mar sereno.

Lo malo, lo bueno, lo quiero,
aunque quiero más tu sentimiento,
que realmente me ames y te vuelvan loco mis textos.


*Josimar Manaure, (Falcón, Venezuela. 2006). Josimar, joven principiante, ha encontrado en la escritura una forma de entender y expresar lo que siente. Desde joven, ha disfrutado de la escritura, comenzando a escribir sobre su día a día. Aunque está en el proceso de desarrollar su estilo, busca capturar momentos y sentimientos. 

jueves, 13 de marzo de 2025

"El tiempo vuela y huele a poesía" poemas de Laureano Asoli

 
Perdidos en sueños

Dormidos y perdidos en sueños
de amor, de sol y de sombras
donde suenan tangos
alegres y a la vez melancólicos
para bailar por esa callecita arrabalera.

Las Manos
 
Las manos se mueven como alas de palomas;
Volando con todos sus dedos por el aire del lugar
como si atravesarán vientos.
Las manos llevan palabras,
conversan mientras se sacuden,
Atravesando el lugar como palomas desafiando vientos.
Las manos crean melodías cuando aplauden.
Las manos generan sonidos
cuando golpean la mesa con sus alas cerradas.

Y el tiempo vuela
 
El pájaro se enreda
en alambres de tu risa
provocando paraísos,
suspira en la tranquilidad del patio
y de la tarde
frente a la mariposa que juega
con la manzana roja
que forman tus labios.
Y el tiempo vuela,
llueve,
corre,
huele a poesía.
 

*Laureano Asoli es un escritor nacido en la ciudad de Rosario en 1982, cuyo amor por la literatura nació en el transcurso de su niñez principalmente influenciado por su madre la poeta Mirian Brescó. Participa de diversos espacios artísticos además de colaborar con trabajos enfocados en temáticas literarias, históricas, políticas y geopolíticas en diferentes medios digitales y alternativos de América Latina y Europa. Sus poemas han sido publicados en las antologías del grupo GEPAN, del Club de Poetas Latinoamérica, del grupo Ancestralia S.L. y de la editorial Carpe Literario, por esta última editorial salió a la luz su primer Poemario titulado Poesía con Alas y próximamente saldrá su segundo libro Perdidos en Sueños. Cursó estudios universitarios de la Licenciatura en Historia (Facultad de Humanidades y Artes de Rosario_ UNR).

martes, 11 de marzo de 2025

"Las Cortinas Oscuras" cuento de Yury J. Sandoval Rosas

 

     Miró las negras cortinas. Intentó demostrarse osadía al abrirlas por sí mismo, pero el temor a la posibilidad de volver a ver a Annie lo mantuvo en su silla. ¿Estaría ahí, como siempre, leyendo algo cerca del ventanal de su apartamento de enfrente? ¿Despertaría sus ansias de tomar fotografías y buscar melodías para compartirle? En ese instante aceptó que no estaba listo para correr las cortinas hasta que doña Julia aseara las ventanas sin él presente. Volteó su rostro hacia su ordenador y siguió trabajando. Así trató de evadir el mosaico de sentimientos dentro de él, quien se encontraba ya cansado por un día largo.

     Semanas antes, habría estado absorto en una charla con ella, reaccionando ante sus mensajes con tal encanto, que no habría podido dormir sin fantasear con un encuentro en un lugar lejano donde nadie censurara sus intenciones. Pero en esta noche en particular, William cedió más a la reflexión que a sus fantasías. «Soy un idiota», pensó. «Quedé como un estúpido inmaduro. La muy creída debe estar contenta por haber terminado con esto». Poco a poco, su incómoda conclusión le trajo memorias de las temporadas compartidas con Annie. Tales recuerdos, cuadros muy claros en su mente, comenzaron a cobrar vida cuando revisó el celular y se dio cuenta de que conservaba la fotografía utilizada en una aplicación para predecir la apariencia de sus posibles hijos juntos, en un futuro ficticio. Borró la imagen del teléfono y deseó ardientemente, borrarla de su cabeza a ella también. Sin embargo, volvió a la primera vez que la tuvo en frente tantos años atrás, cuando todo era más sencillo en sus vidas y ella parecía cargar menos peso sobre sus delgados hombros desnudos.   

¿Usted es de Medellín? —preguntó él, mirándola a los ojos, durante la impuesta dinámica del primer día de inducción en la universidad que los unió por más de cinco años.

¡No! —respondió Annie entre carcajadas de sorpresa—. ¿Por qué cree eso?

No parece de acá.  

     Aunque muy corta, la interacción les permitió seguir hablando numerosas veces en los años posteriores. Se contestaban preguntas entre clases u otras oportunidades por los casi dos años iniciales de su carrera universitaria; temporada duranta la cual se estrecharon lazos de compañerismo. Más tarde, al dejar de compartir clases en común fueron separándose gradualmente, sumado al incremento en las ocupaciones de Annie al estar más adelantada en el programa y haberse comprometido en una estable relación romántica, por fuera del ambiente académico. De esa manera, el vínculo de compañerismo entre William y Annie comenzó a deshacerse a medida que pasaban los años y ella se notaba más entretenida con más actividades.

     «No podría estar a su nivel ni ser como ella», caviló William, una vez más, mientras repasaba los momentos cuando Annie le mostraba los exámenes aprobados que costaba pasar. De repente, recordó la ocasión cuando la vio en una empresa, ya trabajando, y en donde él aún era un aprendiz. Se dio el permiso de rememorar ese día en que la saludó, aunque ella llevara evidente prisa y tuvieran menos temas en común.  Tiempo después, según los recuerdos de William, experimentó una sensación de despedida cuando revisó sus redes sociales y notó que ya no eran amigos ni siquiera en la virtualidad. Para él, ella siempre había marcado la pauta de sus interacciones. Le había cerrado las puertas una vez, por años, pero él había consentido abrirlas de nuevo en los últimos meses, en este enigmático e incompleto regreso. Revisó, entonces, sus últimas conversaciones y con más calma se dio cuenta de que la había alejado de él, como lo había hecho antes, debido a su implacable deseo de expresar lo que sentía por ella, sin el filtro con el que ella acostumbraba a comunicarse. Regresó a aquel fin de semana cuando ella lo había agregado de nuevo y le había comentado un estado. Continuaron la conversación activamente sobre sus actuales vidas, hasta que él lanzó una abrupta confesión, al parecer, la responsable de su actual situación.

¿Por qué no me lo dijo en esa época? —indagó Annie con evidente sorpresa ese domingo.

Por temor al rechazo. Usted parecía tener más experiencia; mucha madurez y seriedad. Yo no tenía nada para ofrecer, ni emocional ni económicamente.

¿No cree que ya no vale la pena decírmelo?

Todo debería decirse.

Pero, ¿ya para qué? ¿Después de tantos años en medio de otra vida?

     El pulgar de William se desplazó por varios chats y percibió que Annie había cambiado su actitud con él desde aquel día. Ella se mostraba más vulnerable. Para él, eso era fascinante. Fue consciente de la paradoja egoísta que le permitía hablar más con ella debido a sus constantes cambios anímicos. Al caer la noche, ella se conectaba y le hablaba en medio de sus trances emocionales y llantos silenciosos debido a su condición mental provocada por la presión sobre diversos asuntos personales y laborales que afectaban su sosiego, en ese momento de la vida. Fue así como Annie llegó a aceptar su deseo por que la confesión sobre su interés en ella hubiera ocurrido en aquellos años, con más juventud y libertad. En esta lectura más meditabunda, William visualizó a Annie como a un huracán de sentimientos. Era una mujer complicada, según las expectativas de él. «Complicada y quejumbrosa. Reclama por todo. Solo a ella le he dado explicaciones y le he aguantado caprichos. Me elimina y me agrega a su antojo cuando se siente sobreexpuesta, pero ya no doy más», prosiguió él con su reflexión.

     A medida que procesaba sus pensamientos sobre el comportamiento de Annie, William trataba de entender el propio. ¿Cómo podía una mujer tan compleja, extraña y cambiante ser protagonista de las fantasías con las cuales él se recreaba durante algunas horas del día? La había imaginado junto a él ciertas mañanas frías, hablando de la vida. En los atardeceres, era fácil imaginarla observando el ocaso, rodeados de ambientes naturales o, en las noches, usando trajes ajustados para ceder a juegos inimaginables para ella. ¿Por qué disfrutaba tanto de enviarle fotos de lo que hacía, a donde iba, o lo que compraba? ¿Qué tenía Annie? ¿Era tal vez una especie de hechicera, quien lo envolvía con consejos como si fuera la tía sabia, pero al mismo tiempo una inocente criatura recién destetada y frágil? Annie era un enigma cristalino. Era fácil para él sucumbir a la profundidad de ella y distinguir su genuinidad, pero era dura de traspasar hasta su vida íntima. La fragilidad de Annie era engañosa. Lo acogía en un par de alas abriéndose, permitiéndole acercarse a consolarla, pero con suficientes advertencias, de tal manera que William comprendiera que ella volaría en cualquier momento, debido al fuerte lazo que la unía a su estable pareja desde su edad casi adolescente. Ella se alejaría si así lo deseaba, tratando de evadir la necesidad de compartir con él parte de su flaqueza interior. Aparentemente no era algo grave. Después de todo, no se encontraban frente a frente como el primer día que la vio. William pagaba el precio de hablar con ella en las noches, enviarle sus canciones favoritas, las cuales le facilitaban expresarse con la dulzura de la que él carecía al conversar normalmente, pero que deleitaba a Annie cuando se dejaba llevar por sus facetas más dóciles entre reclamos, cierres, reaperturas, risas, dudas y vuelo.

     William alzó los ojos para descansar de la pantalla, miró alrededor, y siguió esforzándose por mantenerse alejado de las cortinas oscuras. Se dio cuenta de que era hora de pasear a Nino, su bulldog, y su única compañía. Pensó en Sofía, su actual novia, y si podría él llegar a tener la misma determinación de Annie con su respectiva pareja, por mantenerse comprometido con Sofía. Se preguntó por un instante si debería ser como el hombre a quien Annie parecía respetar tanto. O ¿era Annie la responsable de que dicha relación funcionara por tanto tiempo? «!Bah! Ya no más. Me cansé», concluyó William. «Siempre que aparece termino cuestionándome y muriendo por descifrarla». Se desplazó hasta la última canción compartida con Annie y, en vez de escucharla, la ignoró. Se levantó de la silla y le ató la correa a Nino. Acto seguido se dispuso a abandonar el edificio.

     Mientras caminaba por su vecindario, observó el cielo nocturno y notó la cantidad de estrellas cubriéndolo. Tomó fotografías. Se sintió tentado a compartirlas con Annie, pero entonces recordó el último reclamo y el pacto al cual habían llegado. Para enviarlas, sería necesario desbloquearla de todos los medios, explicarle que no tenía ninguna mala intención al enviarle dichas fotos y quizá volver a leer los larguísimos mensajes enviados por ella cuando no estaba de acuerdo con él. Largos mensajes que él ignoraba por unos días, para así continuar la conversación después, y posiblemente llegar a escuchar cautivadoras notas de voz de ella: la única manera de oírla cerca. Especuló, por lo tanto: «si le enviara esto, pensaría que soy un psicópata, tal como cuando le envié la foto de la puerta del edificio donde vive, el día en que se mudó a este sector, sin saber que sería mi vecina. Creería que me la imagino durmiendo conmigo, mirando las estrellas en un camping. Esa mujer parece una vidente. Adivina pedazos de la realidad, pero se asusta rápido. Mejor no». De regreso a casa, llamó a doña Julia.

Hola, don William —escuchó a la mujer al otro lado del teléfono—. ¿Desea que vaya mañana?

Sí, sra. ¿Podría venir?

En la tarde. ¿Me deja la llave y luego se va como siempre?

Sí, me voy a las 2.

     Al día siguiente, tal como lo acordaron, William dejó la llave y salió del apartamento. Cuando regresó en la noche, doña Julia seguía adentro del reluciente domicilio, después de una exhaustiva limpieza.

Don William —inició ella la charla, con la confianza y cortesía de su servicial relación desde hacía varios años—. Quisiera preguntarle por esas cortinas que puso al lado de su computador. La verdad no se ven muy bien. Le tapan toda la luz y no le combinan con el resto de las cortinas.

     William se sonrojó ligeramente a la vez que pensaba en cómo dar una respuesta sin ahondar en el asunto.

Si tu ojo te hace tropezar, arráncalo de ti —contestó mientras acariciaba la cabeza de Nino—. Hay cosas más importantes que la decoración, Julita.

     Ella lo miró con un maternal gesto de ternura, le entregó la llave, caminó hacia la salida y justo antes de ajustar la puerta, se despidió:

—Y, ¿cómo va a tapar los recuerdos?  

 

*Yury J. Sandoval Rosas. Escritora, editora, traductora, gestora cultural y poeta bumanguesa YURY J. SANDOVAL ROSAS es licenciada en inglés de la UIS. Es docente de lenguas extranjeras y creadora de contenido en Youtube. Es autora del poemario ‘Cuando Despiertas’, la novela corta ‘La Tiranía del Elogio’ y el libro de cuentos ‘Historias para Almas Sensibles’, el cual fue seleccionado en Ulibro2024 (Feria del Libro de Bucaramanga), en la tarima independiente. Actualmente, es colaboradora de la Fuerza Cultural SanGilarte y la Provincia: un colectivo de mujeres poetas, quienes han gestionado recitales y eventos literarios en Colombia. Yury Sandoval lanzará el libro infantil bilingüe  'La Camiseta Rosada/The Pink T-shirt' en marzo de 2025. En la actualidad, se encuentra trabajando en su quinta obra poética.