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REVISTA INNOMBRABLE
martes, 31 de enero de 2023
Convocatoria Galería Virtual de la Revista Innombrable
lunes, 30 de enero de 2023
"El oráculo" cuento de Camilo Andrés Rincón Velandia
—¿Y qué le pasará al planeta? —Le preguntó el minotauro al oráculo.
—Para
el MMXVIII, la tierra cambiará de color y
decenas de asteroides rodarán por doquier. La hecatombe tumbará la arquitectura
de Mykonos y destruirá Hersonissos. Criaturas salvajes marcharán de un lado a
otro en busca de un mejor bienestar. No habrá agua, no habrá luz, y el hombre
se comerá a sí mismo para subsistir. Esta sanguinaria rebeldía durará seis
quinquenios más, cuando los mares expulsen de las profundidades a los peces sin
ojos, a las ballenas doradas y a un sinnúmero de especies difíciles de
describir.
—¿Y mi futuro?
El oráculo cruzó las piernas y
le echó un leve vistazo al minotauro.
—Me has preguntado de
todo. Tú haces parte del mundo, de la historia. —Dijo él.
El minotauro dejó a un lado el
libreto y fingió estar agotado.
—La verdad, no quiero
ensayar más —dijo con voz
ronca.
—Pero, mañana tenemos que
mostrar esta escena al director de la obra de teatro —dijo el oráculo sorprendido.
—No me interesa, renuncio
a este montaje.
—La gente quiere conocer
la mitología griega. ¡Mundos extraños!
—Eso no viene al caso. ¿A
quién le interesa saber esto?
—A tus amigos, familiares,
al público en general.
—Eso no es verdad.
—Lo es. Los estudiantes
de todo el mundo estudian esto en sus escuelas. Quieren leer, quieren ver obras
de teatro clásico.
—Esto no me gusta, no más,
no quiero volver a este lugar. Me voy.
El minotauro dejó plantado
al oráculo en el escenario y salió enojado del teatro Leviatán.
Caminó un rato y se fumó un cigarrillo en un andén. Vio gente muy
rara, pues vestían trajes de época, como si estuvieran en un carnaval
de un país pobre. Aquello le preocupó mucho al minotauro, y le dio por parpadear
despacio, pero, en cuanto fijó su mirada en la catana de un samurái,
se durmió.
A las tres de la tarde, el
minotauro abrió sus ojos y puso su mano sobre mi muslo.
—¿Y bien doctor?
—La hipnosis ha sido
un éxito. Grabé las escenas más espectaculares de su carrera en el disco
duro del computador, pero, a mi modo de ver, le sugiero que trabaje en
otro cuento mitológico o escriba su propia historia. Supongo que eso
le ayudará a encontrar otros matices de su oficio. El trabajo de
actor es muy riguroso y se necesita disciplina para interpretar
muchos roles. Como psiquiatra, le aplaudiré todos sus montajes en todos
los escenarios del mundo, pero, con todo respeto, quítese ese disfraz en estos
momentos. En la sala de espera esta Teseo, mítico rey de Atenas, hijo
de Poseidón, dios del mar. El tipo hace media hora le dijo a mi secretaria que
lo quiere matar dentro de un laberinto. La cosa es delicada, y no quiero
ver una tragedia en este lugar.
*Camilo A. Rincón V. es maestro en Artes Escénicas. Entre 1998 y 2009, llevó a escena como director obras de Tennesse Williams, Samuel Beckett, B. M. Koltes, G. Bernard Shaw, Luis Enrique Osorio, entre otros dramaturgos. En la actualidad, es docente y artista de Arte Silueta , pues busca promover la fotografía artesanal hecha con papel y tijeras.
jueves, 26 de enero de 2023
"Dulce mártir" poemas de Alexey Kalakutin
miércoles, 25 de enero de 2023
"Caos" relatos de Ana Gabriela Banquez Maturana
lunes, 23 de enero de 2023
“Julia y el espejo” relato de Manuel Arboccó de los Heros
Me miré al espejo
y me sentí vieja. Bueno, vieja no soy pero así me siento últimamente. Y hoy
importa tanto lo que sentimos como lo que los demás ven en nosotros. Ya no
tengo 20, sino 43 años. Mi piel y cabello han cambiado, ahora ya uso esas
cremas que de niña veía usar a mis abuelas y a mi madre. En el frío mercado de
las apariencias y el deseo soy consciente que ahora ya no atraigo tantas
miradas como antes, sin embargo, me siento regia la mayoría de las veces, al
menos cuando no me viene la depre. Soy profesional, tengo un buen empleo y
recursos que me han permitido tener un departamento de lujo, así como un
moderno Audi. Pero aun así siento que me falta algo.
Mi época juvenil y rebelde ya han acabado. El feminismo acalorado y achorado de mis veinte también. Y me siento estafada por todo ello, me autoengañé. Se me dijo que no debía depender de un hombre ni económica ni afectivamente –¡como si eso de lo afectivo no fuera parte del amor!- que lo de la maternidad era un antigualla muy propia de mujeres oprimidas por un sistema machista y patriarcal que las amarraba a una casa y los hijos; grité junto con otras que una mujer debía priorizar sus necesidades y avasallar en el campo laboral y educativo y que el hombre era el enemigo natural de las mujeres por lo que había que “usarlos” y tirarlos luego como lo hago con una toalla higiénica. Pues bien, yo me creí todo eso y lo hice. Tengo un posgrado en administración de empresas, plata en el bolsillo y en el banco, he disfrutado del sexo con varias parejas a lo largo de mi vida y siempre viví enfocada en mis deseos y necesidades. A la mierda el resto. Y no me quejo, en ese tiempo la pasé bien. Pero creo que no pensé en el futuro. Hoy tengo una casa, pero no un hogar, el sexo puede ser bueno, aunque ocasional pero el amor y la compañía calidad brillan por su ausencia; los calendarios van marcando el final de un reciente deseo de ser madre y todo por lo que luché en debates universitarios y reuniones de bares feministas hoy me saben a nada. Finalmente, el machismo y el feminismo son dos caras de la misma moneda.
Pero ya está, tengo algunos amigos, cuento con el cariño de varios en mi familia y la debida solvencia económica para caer bien parada cuando algún problema se presente. Ser blanca y tener dinero es en Lima casi un seguro perfecto. Ya sé que no seré madre y difícilmente seré esposa pues mi carácter –competitivo, independiente e intolerante- es cada vez más marcado. Mi tristeza de los fines de semana la busco aplacar a punta de clonazepam y a veces de sertralina, junto a una botella de vino tinto Merlat Reserva Kendall-Jackson que me encanta. Tengo a Mimi, mi gata fiel y con osteoporosis y a Patricio, un amigo algo vago, pero bueno en la cama quien me visita algunos sábados. Me hace reír y no me interrumpe cuando quiero llorar. Él tampoco se va a casar nunca, me lo ha asegurado; tiene un hijo que no ve ni verá porque su madre se lo llevó bien lejos, a Madrid, para evitar que tenga contacto con su padre. Olvidé decir que además de vago es medio fumón. Pero vive muy bien, heredó una gran fortuna de sus padres y tiene una casa en La Molina que parece el Hotel Marriott.
En las noches, desde el sofá de mi living, frente a mi Tv plasma de 55 pulgadas y con mi copa de vino en la mano, veo caer a otro tramposo en el programa de ampays de la vieja urraca, y adiós a otra relación de pareja. Y vieran ustedes como me río a carcajadas. Son mis momentos de felicidad.
*Manuel Arboccó de los Heros. Lima (1974) Psicólogo y escritor. Docente Universitario. Fue articulista del Diario Oficial El Peruano desde el año 2014 al 2020. Divulgador en temas psicológicos y sociales, desde su espacio en el blog llamado Nos sobran las palabras. Ha escrito el libro Tiempos inciertos: aproximaciones a la sociedad posmoderna (Atenhea Editorial, 2020). Además de muchos artículos académicos psicológicos, todos ellos disponibles en la web. Ha publicado cuentos, poemas y ensayos en diversos espacios físicos y virtuales.
viernes, 20 de enero de 2023
"Érase una vez, en Navidad" cuento de Eréndira Corona Ortíz
Pan y
chocolate caliente sobre la mesa. Papá hace un movimiento rápido y con la
espuma tibia dibuja unos bigotes de ratón en su carita, Gigi solo arruga la
nariz y deja escapar una sonrisa dulce, más dulce que la merienda que está a
punto de degustar. Todos sonreímos.
Después de comer y de ayudar a levantar la mesa, corremos hacia la estancia. Nos acercamos al arbolito de navidad. A Gigi le gustan los reflejos, en especial los de su cara sobre la superficie lustrosa de las esferas, infla sus mejillas sonrosadas para exagerar el efecto de distorsión que tanto nos causa gracia. Esferas decoradas con rostros de niñas: rostro risueño en color morado, rostro con lengua de fuera sobre fucsia, rostro con nariz fruncida en tinte azul. Ahora nos tumbamos sobre la alfombra de la sala para abrir los regalos. Mamá toma la caja más grande, la que está forrada con un hermoso papel estampado de muñecos de nieve cubiertos de brillantina que refleja los destellos de luz y que en la parte superior tiene un gran moño dorado, y la coloca frente a nosotros. Gigi posa la palma de su mano sobre la mía sujetándome como siempre lo hace cuando alguna emoción la desborda. Juntas vamos quitando el papel que lo envuelve y, con toda delicadeza, lo hacemos pedacitos.
No tarda en aparecer ante nuestros ojos una grandiosa villa navideña en miniatura. En el centro hay una construcción que parece un castillo, alrededor varias casitas multicolores sobre una avenida principal con pequeños carruajes y algunos habitantes que deambulan por ahí. Ella se voltea asombrada y me pregunta si algún día seremos princesas y si tendremos un castillo así de lindo. Le digo que sí. Me pregunta si siempre estaré a su lado. Contesto de nuevo, que sí. Luego, a causa de tanta emoción, creo, sentimos como nuestros párpados pesan y ella lanza un bostezo. Entonces papá nos toma en sus brazos y mamá se hace cargo de nuestro regalo para llevarnos hacia la alcoba. Ya con el pijama puesta, Gigi insiste en que nos lean un cuento antes de dormir. Ahora es de noche, la velada es muy fría y afuera todo está bajo el hechizo de un silencio blanco, pero ella y yo estamos a salvo en nuestra habitación. Papá ha terminado de acomodar los edificios de la villa en el piso de nuestra recámara y enciende con cuidado las luces que la decoran. Ella se acomoda sobre el costado de mamá y esta comienza a leer: Érase una vez...
Yo, desde donde estoy, también me veo envuelta en la calidez de su voz, mientras contemplo por una ventana diminuta los reflejos de la avenida principal, de los elegantes carruajes, de los paseantes que vienen y van, y de una dulce anciana que apoyada al lado de un aparador y con las manos estrechadas a un costado de su rostro, se va quedando dormida bajo un techo de estrellas.
* Eréndira del Carmen Corona Ortíz nacida el 29 de octubre de 1984 en la antigua y hermosa ciudad de Veracruz, México. Estudió ingeniería en telecomunicaciones y ejerce en el campo de la automatización. Ha publicado también en revistas como Punto en Línea (UNAM), Taller Ígitur, Isliada, otro Lunes “Revista Hispanoamericana de Cultura”, Letralia - Tierra de Letras, Papenfuss (Boletín español impreso) y el sitio +Literatura de Tecnología Industrial. Es autora de dos libros auto publicados: “Los mundos de la mariposa” y “Cálculo de Utopías: Microficciones y Poemas” en versión kindle e impresa.