Queridos compatriotas. Yo, como ustedes, esta semana me siento también orgulloso y altivo, y ferviente amante de mi nación. Hoy estoy más colombiano que nunca, me sé los nombres de los jugadores de la selección, compré pirata un disco de Los gaiteros de San Jacinto y tomé café y aguardiente, en inescrupulosas cantidades. Hasta robé a algún tipo por ahí, embauqué a otro y olvidé toda noción lingüística castiza. Hoy soy el auténtico y enaltecido colombiano, cálido y negligente, porque las penas no existen. ¿Y cómo no serlo? Por fin, luego de 35 años de terror, nuestro ejército glorioso y certero se llevó a ese cerdo hijueputa. (Y me perdonan los cerdos, que son bastante más bonitos de lo que era él, pero no encontré otra palabra). ¡Cómo quedó! ¿Lo vieron? Oh, Olimpo todo, ¿por qué me das tantos placeres? Esa asquerosa cara de machetero ensangrentada, esa barriga profusa y rellena de manteca y de pecado, al viento, más hinchada de lo normal por la llegada de la muerte. ¡Bendita seas, aisthesis griega, lindura colombiana! ¡Bendita belleza que te muestras sin reparo, que no te haces de rogar como mujer coterránea! Yo, como cualquier verdadero patriota, no podré borrar jamás de mi mente esa imagen magna, intrépida, áurea, etérea. Propongo que al estandarte tricolor se le adicione, en el centro, la cara tiesa y fría del Mono Jojoy, en su último estado. Sin embargo, en medio de la efusividad, el poco de conciencia que me queda –esa no es colombiana-, me hace caer en la cuenta de que le dicha no es completa, y aunque nos libramos de uno de los que inspiraron el descubrimiento del elemento plomo, todavía quedan muchos por matar. Se me desmorona el alma y las lágrimas se llevan la tinta amarilla, azul y roja, símbolo tan débil como su representado. Quedan muchos y no seré tan colombiano y mi patria tan radiante hasta no ver caer el último.
He aquí que idealista y soñador, híbrido de cóndor con acordeón y fusil, les traigo el epítome de los que faltan, de los que no merecen respirar un minuto más nuestro glorioso aire de café con dinamita. A las FARC ni las menciono, porque más vivo está el aparato reproductor del cardenal Darío Castrillón. A ver, a ver, ¿a quiénes falta matar? Pues empecemos, a propósito, por el cardenal: viejito tierno y puro, yo verdad quería que quedaras de papa, pero lo siento, tienes cara de anticristo y de travesti: ¡PUM! ¿Quién más? ¿Quién más? Ah, claro, hablando de viejos maricas, ¿qué dirá nuestro Nobel, el amado? Me perdonarán los que lo den por símbolo patrio, pero para mí que de haber sido por él, habría nacido en Cuba. ¡PUM! ¡PUM! ¡PUM! ¡Infame y antipatriota Aracataca que te parió! ¿Y qué dicen de Samper y de Pastrana? ¿Esos todavía vivirán aquí? Por precaución: ¡PUM! ¡Ladrones castrados!
Esto va para largo, mejor agrupemos los objetivos:
¡Políticos! ¡PUM!
¡"Artistas"! ¡PUM!
¡Protestantes, católicos, agnósticos! ¡PUM!
¡Patriotas de sombrero vueltiao’ y cabeza desocupada! ¡PUM!
¡Qué diablos! Así nunca vamos a acabar.
Ejercito virtuoso, ¿por qué no le pones mejor un poquitico de uranio a esas bombitas?
Colombia, la grande, la sublime, tan santa eres, que quedas mejor toda en el cielo.
Tomado de: http://elnopensante.blogspot.com/
martes, 28 de septiembre de 2010
jueves, 9 de septiembre de 2010
Ajá
No se qué pensar o no pensar
Pero si pienso en qué no pensar
Estoy pensándolo ya.
Maldita Introspección
tan cómoda, tan extenuante,
discípula soy.
Pero entonces qué hago o no hago
me retumba en los oídos.
No pensar que no hago,
No hacer lo que no pienso,
No pensar lo que no hago,
No hacer lo que pienso,
Hacer lo que pienso,
Hacer lo que no pienso,
Pienso antes de hacer,
Hago antes de pensar.....
Y vuelo a la realidad.
A las cobijas atadas a mi cuerpo.
A huir hacia lo conocido
ahora desconocido.
Hacer algo por fin
hacia adelante aunque sea de para atrás.
Qué esperar de lo que ya no fue?
Ay jueputa
Elkin dice:
“Lo realmente valioso es lo que se pierde”
Y le comprendo.
Qué más?
En fin.
Y qué?
Así es la vida.
Pero si pienso en qué no pensar
Estoy pensándolo ya.
Maldita Introspección
tan cómoda, tan extenuante,
discípula soy.
Pero entonces qué hago o no hago
me retumba en los oídos.
No pensar que no hago,
No hacer lo que no pienso,
No pensar lo que no hago,
No hacer lo que pienso,
Hacer lo que pienso,
Hacer lo que no pienso,
Pienso antes de hacer,
Hago antes de pensar.....
Y vuelo a la realidad.
A las cobijas atadas a mi cuerpo.
A huir hacia lo conocido
ahora desconocido.
Hacer algo por fin
hacia adelante aunque sea de para atrás.
Qué esperar de lo que ya no fue?
Ay jueputa
Elkin dice:
“Lo realmente valioso es lo que se pierde”
Y le comprendo.
Qué más?
En fin.
Y qué?
Así es la vida.
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