El libro, La Materialidad, de Mario Angel Quintero, se presentó el miércoles, 10 de junio del 2020, a las 8pm, de manera virtual, bajo los auspicios del Fondo Editorial del Ateneo Porfirio Barba Jacob, quienes también lo co-editaron. El saludo lo hizo Néstor López, Director del Porfirio. Esta presentación fue parte de una serie de emisiones por la red que duraron todo el mes de junio y que celebraban este libro y sus versos. Esta noche, el libro fue presentado por el poeta Juan Diego Tamayo, quien luego conversó con el autor del libro acerca de sus temas. Otro elemento importante de esta presentación fue la inclusión de cuatro videos que interpretaban cuatro poemas del libro. Los creadores de estos cuatro videos fueron Berta Nelly Arboleda Ruiz, Nicolás Antonioli, La Cifra Impar, Marta Carrasco, y Ramiro Meneses. Mario Ángel Quintero quisiera expresar su agradecimiento a todos ellos, a Juan Diego Tamayo, y al equipo del Ateneo Porfirio Barba Jacob y su Fondo Editorial.
Materialidad y Memoria
Me extiendo en el aire
y me secreto en la tierra.
¡Qué agonía es crecer!
Mario Ángel Quintero
No es inverosímil pensar que la materia ha sido uno de los temas que más se ha pensado en todo momento. Filósofos, poetas, físicos, etc. la han tomado como fuente de estudio y como expresión estética para resaltar sus cualidades y virtudes.
Este poemario de Mario Ángel Quintero no es la excepción y, más aún, es un punto de reflexión y de inflexión de hacia dónde la materia, y por extensión la materialidad, se conviertan para él en el punto de partida desde el que explora su entorno, su memoria y sus percepciones del mundo, donde el ojo de la conciencia toma un papel protagónico al ser el que explora y hace posible que lo observado alcance una dimensión que va más allá del sentir inmediato.
Las líneas que al comienzo se leen nos sirven para recrear un poco los pasajes intensos y precisos que habitan este poemario. La Materialidad es un recorrido por diversos momentos en los que el ojo avizor del poeta se entrega a las evocaciones de momentos que significan y resignifican su tránsito por la memoria y los acontecimientos inmediatos que configuran una fuerza expresiva cuyo acento particular es ir reconociéndose en esos intersticios de la realidad y de la evocación.
“Para mí, solo hay aquí”. Nos dice en su poema El cuerpo se retuerce y que sirve como pilar que prefigura, frente a la transformación o metamorfosis de la materia, la instancia del cuerpo como presencia que visualiza, siente, huele, palpa y nombra tanto lo cotidiano como lo recordado.
En este sentido, el cuerpo como materialidad se extiende para nombrar el entorno sensible y móvil con las palabras que le interrogan y le dan, a su vez, la certeza del presente. Así que evocar es hacer presencia, habitar la esencia de la materia para entender que: Todo es atravesado / por raíces. Y toda raíz está en el nombrar como acto creativo que ilumina la interioridad del poeta y desde donde se puede “Empezar de nuevo, ahora, sin entender el verbo/ siquiera” o, más aun, así esos “pegotes de palabras” desgastadas, hundidas, sean, sin proponérselo, quienes conformen ese amasijo de sangre, de nervios, de tendones y huesos que caminan por las calles de la memoria.
Nos sorprende el poema a La materialidad del padre. Las cejas, la boca, los ojos, el rostro, las manos son el eco en el hijo que busca su semejanza y al mismo tiempo reconoce que ese reflejo, ese eco de la sangre en la pausada eternidad de una pregunta, lo lleva a afirmar que aquello que quedó / ya no espera/ a nadie. De nuevo la evocación, el llamado sutil hacia ese cuerpo que lo complementa y del que espera hasta despedirse como si quisiera cerrar un ciclo, una materialidad, para poder echar raíces.
Este libro nos deja claro que La materialidad es Invocación. Y para esto se debe tener el ojo de la conciencia y comprender que en esta vida “lo que hemos perdido nos une”. De esta manera, desintegrados por la explosión del pasado, solo podremos ser en la materia, recuperarla bajo la estela de las palabras que en pedazos nos reintegran conectándonos con la integridad del ojo, con la tierra resquebrajada, con el balbuceo del ser hecho girones, pero, por fortuna, ante esta desolación enunciada en su poema Pendiente quedan las estrellas que son semilla.
En estos poemas se sugiere que solo la materia nos une y es en ella donde nos reconocemos. En ella alcanza el poeta su mirada atenta en un recorrido por las fibras del cuerpo, por la tierra curtida, por las estrellas cansadas y caídas, por la casa que guarda sus voces en cada rincón. Cada recorrido por las grietas visibles y secretas de las cosas le sirve al poeta para caminar y desandar “los rasgos de lo ya vivido”, donde se emprenda una nueva aventura hacia un horizonte donde el cielo y sus preguntas se encuentran para avivar la mirada en tanto la voz se desvanece, ya resuelta.
Estamos ante un poemario que anuncia los vestigios de lo cotidiano y que también enciende, entre las ruinas de la mirada y de las sensaciones, el rumor de las cosas mediante la serena evocación de los tiempos para que ellas sobrevivan en el éter luminoso del poema.
Juan Diego Tamayo
Presentación del libro: La Materialidad. Mario Ángel Quintero. Conversación con Juan Diego Tamayo
JDT: Buenas noches, sea el momento de agradecerle al Ateneo y a Mario Ángel Quintero esta presentación de su libro La Materialidad que sin lugar a dudas no deja de ser sugestivo, no deja de tener una fuerza poética maravillosa que se mueve en varios momentos y que ya tendrán la oportunidad de acercarse a esta estética.
Para dar comienzo a este conversatorio quería preguntarle a Mario ¿Cómo se va concibiendo este libro, este poemario?
MAQ: Para ser honesto yo percibí después de muchos de los poemas anteriores juntados en el libro Mapa de las Palabras hay un gesto hacia lo lúdico, aunque sea lo lúdico a través de la ciudad y de la música o la bulla de la ciudad y de los movimientos. Pero, después de eso, ocurrió un cambio de tono de cierta manera. No sé si son la realidad que vive nuestro país y nuestro mundo o las cosas que uno ve en la calle, pero el tono se volvió más oscuro y de alguna forma yo sabía que tenía que escribir un libro, aunque fuera corto, pero un libro acerca de la catástrofe. La catástrofe se volvió central a lo que yo tenía que decir y, en ese sentido, empecé a pensar cómo hablar de esa catástrofe porque no me interesan necesariamente textos que exteriorizan, entonces buscaba algo que combinaba la catástrofe interna con la externa y el momento, quizá, la coordenada donde eso se encuentra para mí es la materialidad, que somos hechos carne, algo vivo en el tiempo que se desvanece y se muere sea por violencia o por el mismo tiempo que nos deshace.
JDT: Tocas un punto muy importante y es el tema de la catástrofe como un elemento de desolación, el ser desolado, que lo encontramos en el poema medular Pendiente en el que, por ejemplo, hay un descreimiento de las palabras, de lo que es el cuerpo de lo que es la realidad y donde básicamente lo que nos está sugiriendo o evocando es también un aspecto o un elemento caótico del ser y no obstante se va generando, se va creando en todo el recorrido del poema, yo lo concibo como un solo poema, se va generando una suerte de esperanza como una suerte de apuesta por algo mejor y ese algo mejor lo sostienen dos elementos: primero, el de la mirada; la mirada que está evocando y rescatando durante todo ese tránsito, durante todo ese camino, durante todo ese recorrido, que hace el poeta en esas pequeñas cosas y que vamos encontrando que son elementos de la vida cotidiana, que ya nos los habías anunciado en otros poemas, pero al mismo tiempo ligados a la mirada como conciencia está también como segundo elemento la palabra, que vuelve a tejer y se vuelve a enraizar en el ser. ¿Qué podrías decirnos al respecto?
MAQ: Cuando dices, cuando hablas de la mirada es interesante que la mirada se filtra o se ilumina mejor a través del afecto, hay ya la necesidad del otro o de la otra. Hay esa búsqueda, ese tú que se pierde y que se tiene que descubrir otra vez, descubrir el otro, ese otro porque en la catástrofe personal no solo es uno ese ser dentro del edificio que se derrumba, sino que el cuerpo de uno se va volviendo ese edificio que se derrumba. Cuando a alguien le da un derrame cerebral el cachete se le baja de la misma manera que se derrumba un muro en un edificio cuando se va a colapsar. Entonces hay esa necesidad de buscar y encontrar compañía, de encontrar el otro. Esa mirada que mencionas es una mirada de búsqueda, de buscar al otro, también es que la misma estructura del libro permite algún rayito de posibilidad. El poema Pendiente, del que hablamos como una pendiente por donde las cosas se derrumban, también es las cosas que tenemos pendientes, lo que toca pagar en el futuro. Eso está en toda la mitad del libro. Después de ese poema hay una serie de poemas que contemplan: ¿Ahora qué? ¿Ahora qué podemos hacer? ¿Ahora cuáles son las posibilidades ya que estamos en una playa donde no hay nada y donde solo quedan los huesos de quien nos acompañaba antes? ¿Cómo seguir viviendo? Y ahí se postulan, yo no sé si son varias, posibilidades, pero por lo menos son grietas en la oscuridad.
JDT: Cierto, hay una relación también que aparece como una especie de analogía entre lo que es ese cuerpo-grieta, pero también esa tierra con esas grietas donde cuerpo y tierra parece que se hermanaran. Hay dos palabras que recorren muy bien el texto y una es el cuerpo, que echa raíces, pero también semillas que pueden volver a brotar de esa tierra.
MAQ: Sí, de ninguna manera necesariamente va a ser fácil porque al germinar la semilla explota, es una explosión, pero, de todas maneras, siembra. Algo empieza, algo brota. Esa es una palabra que aparece mucho en estos poemas la palabra brota, brotar, brotes, porque esto es algo desde una perspectiva ecológica también. No estoy seguro si la esperanza está en nuestras manos ya, de pronto la esperanza está en las manos de la misma naturaleza. De pronto es ese mismo verde que viene a vencernos con su vida; la vida continúa, aunque nosotros no sabemos cómo manejarla, pero vuelve ese verde crecimiento, aunque puede ser violento, vuelve y ocurre, vuelve y florece el mundo, vuelve y florece la imaginación.
JDT: El poema se torna en ese sentido como un elemento circular: frente a la catástrofe entonces la esperanza, frente a la desolación el germinar, ese brotar. Hay algo que sostiene muy bien el poemario y es la musicalidad que se le imprime, musicalidad que subyace en el texto que es una serenidad en medio de esa desolación. Es decir, en ningún momento, por ejemplo, se pierden los estribos frente a lo que es desatar una tonada, desatar el verbo, sino que es una palabra contenida, una palabra que va galopando de manera “fija” en las imágenes que van evocando tanto esa desolación como ese plano de la esperanza. ¿Te acompañó alguna música particular, alguna música especial, ya que también tienes esa faceta de músico?
MAQ: Lo que sí puedo decir es que yo tengo la sensación fuerte de que la música en este libro, la música de la palabra, del ritmo de los tonos, pasa a otro timbre. Tiene otra cualidad. En los otros poemas yo seguía abrumado por la música de la ciudad. La ciudad me volvió alguien que escuchaba solamente y entonces hay una música en los poemas anteriores, una música muy pércusiva, de percusión bullosa, pero de instrumentos menores, son instrumentos pequeños. Aquí ya al abrazar una catástrofe que yo siento que está no solo dentro de mí sino dentro de todos nosotros y hasta dentro de nuestro momento histórico, ya entra la orquesta; ya es otra cosa. Ya hay una profundidad de acordes que son necesarios y el verso tiene que lograr cierta consistencia para poder crear esos momentos, para poder lanzar la voz por fuera de uno mismo y del contexto de uno mismo para tratar de abrazarnos todos dentro de una música más grande.
JDT: Hay como una reflexión del ser y al mismo tiempo se hace evidente, se hace tangible que ese poeta que ha recorrido la ciudad ha jugado mucho con las palabras, que incluso dentro de su estructura de versificación ha jugado mucho con las palabras, las ha descompuesto; las palabras las ha ordenado, las ha desordenado y de pronto nos encontramos con una mirada tranquila, serena que nos está mostrando ya no solo ese plano de la ciudad sino también ese plano interior del ser y que nos va llevando, nos va conduciendo sobre esa reflexión de sí mismo hasta no solamente mostrarnos la esperanza sino mostrar un texto construido en una amalgama, en una filigrana muy bien elaborada. ¿En términos de estructura, la pensaste bastante o se fue generando, se fue construyendo por sí sola o fue saliendo como una tonada propia?
MAQ: A mí me da susto utilizar la palabra, pero una reflexión sobre la tragedia o sobre la catástrofe casi inevitablemente termina volviéndose un rezo. Es una oración, de cierta manera, y al buscar esa profundidad se necesitaba una concentración, y volvía y volvía sobre las palabras y cambiaba cosas porque todo el poema tenía que avanzar junto hacia adelante, tenía que ser casi como, a diferencia de ver un bailarín, esto era ya ver todo como un desfile que avanza, toda una masa de personas que van avanzando, entonces necesitaba que existiera esa coordinación entre los versos y entre los diferentes poemas.
JDT: Si se me permite la figura ola imagen, una analogía que veo con el Aleph de Borges es cómo desde ese punto se pueden ver todas las cosas del mundo, como desde esa permanencia que tienen y desde donde te has detenido y puedes observarlo todo y puedes reunir todas esas expresiones, sensaciones, dolores, alegrías, tormentos, va pasando, va sucediendo en la medida en que fuiste construyendo e integrar todas esas evocaciones, sensaciones, momentos que fueron muy significativos y que volviste a resignificar en tu vida y en tu obra.
MAQ: Sí, escribir este libro fue una manera de sobrevivir un momento. Ahí evoco muchas de las cosas que posiblemente me hubieran tumbado, y para recoger fuerza, para construir cimientos, se presentó esa posibilidad de crear una mirada panorámica desde algún punto arriba, mirar por todo el paisaje, recogiendo escenas y momentos de catástrofe, compartida ya como retazos de una colcha, irlos juntando para que lo que quede sea solo una tela. Era importantísimo eso en el momento como una manera de construir un donde para pararse uno, para poder sobrevivir uno.
JDT: El poema al padre es un poema que me conmovió bastante, es una muestra de que hay un desprendimiento, de que hay una extensión de ese ser, pero a su vez también hay un desprendimiento de esa figura que obviamente no deja de ser importante y que a su vez refleja como bien lo dices en el verso: Ya no espera a nadie; lo que puede significar que te va a dar como una independencia, una soltura en lo personal, en la construcción, en afianzarte a otras palabras a otros brotes…
MAQ: Sí, uno escapa del padre y es una liberación. Al mismo tiempo es una pérdida perpetua, es una pérdida de todos los días. Cuando mi padre se murió me preguntaban por qué yo no lloraba, y mi respuesta era que tenía el resto de la vida para llorar ese acontecimiento. Les voy a contar un poquito del marco de ese poema. Ese poema describe el momento en que me dejan ver el cadáver de mi papá en la morgue de El Retiro. Él había muerto en un sitio público de un infarto fulminante y entonces, porque había muerto en un sitio público, le tenían qué hacer la autopsia. Nosotros no lo podíamos ver por un tiempo, por unas horas. Entonces yo fui a contarle a mi mamá que mi padre había muerto y ella insistió que yo viera el cadáver para ver si sí era verdad. Yo entré a la morgue y, literalmente, el poema es una lista de las impresiones que yo tengo tratando de recobrar algo que yo pensaba que era mío. Pero la verdad es que los otros son un don prestado, las amistades, la familia, todo, esos son regalos de un ratico y tratando de encontrar a qué anclarme físicamente para que yo sintiera que ese era mi padre y llegar a la conclusión de que ya hay que seguir sin él, este cadáver de ninguna manera me podía dar consuelo, me podía dar nada. Esto es lo que dejamos y volvemos a la vaina de la semilla, ya vamos dejando lo material, pero lo material en un momento dado es tan esencial para nosotros.
JDT: Esa figura del desprendimiento del padre, del desprendimiento de la casa, de las estrellas, del desprendimiento de la escoba, de la cabeza que nos muestra en el poema de Calibio, es una manera de reintegrar todo desde otra perspectiva, desde otra figuración que incluso se hace visible en la construcción que tiene todo el poema.
MAQ: Sí, sí, la idea que uno se puede zafar de algo implica necesariamente que hubo contacto, porque al fin y al cabo lo que más asusta o lo que más desasosiego puede producir es que nunca hubo contacto con nada. Hay que despegarse de las cosas para sentir que en algún momento hubo un diálogo con las cosas, hubo una relación con las cosas como están.
JDT: Eduardo García Aguilar en el prólogo del libro nos habla de una metamorfosis, ahí se está viviendo una transformación. ¿Estás de acuerdo con esa percepción? ¿Tiene un sentido importante esa transformación desde la obra y de la construcción de esta?
MAQ: ¡Claro! Ese libro de comienzo a fin, lo que estás leyendo, es la historia de un proceso, o sea, de ninguna manera estás leyendo un libro, aunque quizá los versos tienen más cuerpo y más materialidad, por decir algo. De un poema a otro hay un movimiento, hay un cambio y nunca podemos poner los dos zapatos en el piso, nunca podemos estar realmente anclados; eso nos arranca de un sitio y nos incrusta en otro. Yo creo que el aspecto de la metamorfosis es importante.
JDT: ¿Y tuviste alguna resonancia, mientras escribías el libro, con otros poetas con los que de cierta forma estableciste un diálogo? Esto significa, que te van sugiriendo ideas, te van dando formas, contenidos…
MAQ: No, realmente yo no podría nombrar un poeta en particular, porque estaba muy metido en la misma materia de los poemas que estaba escribiendo. Obviamente, a uno siempre lo apoyan los poetas que lo han conmovido y para mí yo diría que un poeta que siempre estaba allá atrás… los poetas italianos eran muy importantes: Dante, Leopardi y Montale. Acordándome de ciertas cosas de la bufera y de l'occasione, esos poemas que fueron escritos en tiempos de crisis, yo creo que estaban ahí atrás hablándome porque nunca dudé de cuál era el propósito del libro, apenas esos poemas empezaron a sonar, los versos empezaban a sonar, yo sabía para donde iba y qué tenía qué hacer.
JDT: Sí, hay que haber pasado por muchos recursos expresivos para no dejarse llevar por toda esa fuerza que, como decías ahora, podría terminar en una oración y saber mantener un tempo en la construcción de las imágenes que son muy precisas para que no se te saliera de las manos.
MAQ: Era tratar de tener un momento de concentración dentro de todo ese caos, dentro de toda esa catástrofe.
JDT: Cuéntanos de esas otras expresiones estéticas en las que te mueves, por ejemplo: dramaturgo, músico, narrador…
MAQ: Sí, este libro está relacionado con un trabajo macro que hicimos con el grupo de teatro Parpado Teatro. Hicimos una serie de performances que se llamaban Estancamiento en Apocalipsis y era esa sensación que durante todo el tiempo que llevamos vivos, nuestra condición ha sido que el mundo se está terminando. Esa idea de que estamos en los últimos días y de que vamos a vivir toda la extensión de nuestra vida con esa sombra encima, con ese esquizo, esa grieta encima, y que eso se ha dejado meter como un obstáculo en nuestra habilidad de crecer y de continuar. No estoy hablando de continuar al nivel tecnológico, de pronto se nos fue la mano por ese lado, pero sí en términos de sabiduría. Nuestros filósofos son reaccionarios, peleando con nuestro momento histórico en vez de buscar o soñarlo o definirlo o seguir una gran imaginación hacia otro punto nuevo. Yo creo que, en parte, es esta sensación la que nos imponemos. Creemos que estamos al fin de las cosas, y eso es su propia catástrofe, pensar eso, estar encerrados dentro de ese concepto de que apague y vámonos.
JDT: Sí, ese “apague y vámonos”, pero más o menos como lo sugiero en la presentación queda la palabra, la expresión estética como una memoria invaluable, una memoria portentosa de la humanidad, el arte siempre va a estar presente frente a este drama de la catástrofe.
MAQ: Sí, lo que yo busqué con este libro era soplar sobre las brasas, arrancar con el incendio de nuevo, pero, lo que quiero decir es que nos hemos echado un cuento en el sentido de, por ejemplo, la postmodernidad. Lo más probable es que nuestra realidad histórica nos marque dentro de una época pre y no post. Pero se necesita volver a mirar, asumir la catástrofe y seguir adelante. Entonces, es eso lo que nos puede dar, posiblemente, reconocer nuestra materialidad.
JDT: Y es una materialidad “desnuda”. En todo el poema te vas “desnudando”, te vas “desvistiendo”. Es un cambio de piel, es un cambio de mirada, es un cambio de tono. Entonces, en ese sentido, toda esa construcción poética te transforma. Es decir, el poema no está por fuera de tu ser, el poema hace tu ser.
MAQ: Exacto, la idea es que uno está escribiendo con huesos. Uno está construyendo las palabras es con huesos. Las ideas son como algo pegajoso que tiene el hueso encima, pero el hueso como tal es algo esencial. Alguna vez, hace muchos años, después de la presentación de un libro que se llamaba Muestra, que hicimos una lectura en Comfama, alguien me preguntó, porque estaban hablando de poesía experimental y temas raros para uno, me preguntaron: ¿Entonces crees que con estos poemas vas a llegar más allá? Y mi respuesta fue que mi propósito siempre ha sido tratar de llegar más acá. Acercarse uno más a esa columna vertebral que está en el centro de lo que uno conoce, esa médula como diría el señor Girondo, llegar a esa Masmédula, porque el momento que nos perdemos es el momento cuando no estamos, cuando somos irreales. El susto en este momento, por ejemplo de la pandemia, es que nos vamos a volver estos fantasmas de pantalla. ¿Cuándo llegará el día de nuevo que huelo el aliento de la amiga, en que siento el apretón del abrazo de alguien más? Esas cosas son importantísimas para nosotros. Y se inicia, desde esa columna vertebral, el único concepto que me parece válido de comunidad. Que se funda en dónde centrarse, desde donde hablar. Solo así, hay una posibilidad de relacionarse con el otro. Sin eso nos volvemos nubes.
JDT: Cierto, y eso recorre todo el poemario: la Otredad, el cuerpo, los huesos que son memoria y que van a conjurar lo que dices: el ser fantasmas de pantalla. Volver a esa territorialidad del cuerpo, a ese reconstruirse a través de la palabra y a través de esas expresiones estéticas, eso nos va a poner en ese pre, en esa antes para que el fuego siga iluminando como esas estrellas que caen en tus poemas.
MAQ: Si, la idea de una estrella fugaz es un milagro, ¿dónde se perdió exactamente? ¿En qué se deshizo? Nos duele a veces nuestra propia materialidad, pero hay un reconocimiento que hay que asumir y es que somos carne y somos perecederos y que somos algo que va en tránsito, que atravesamos.
JDT: ¿La materialidad es memoria?
MAQ: La materialidad es memoria proyectada, la memoria como flecha hacia adelante. La materialidad es la memoria que puede caminar, que se puede trasladar.
JDT: ¿Y la materialidad concebida desde ese acto estético en qué contribuye a la historia, en que contribuye en estos tiempos oscuros no solo de pandemia sino también de desolación?
MAQ: Uno siente que es mucho más fácil fusilar a alguien si uno no sabe que es carne y hueso. Es mucho más fácil transformar al otro en uno de estos fantasmas de pantalla si solo es un ruido por un parlante. Lo material es la responsabilidad. Yo me acuerdo que se hablaba de la diferencia entre la realidad urbana y la realidad de la finca. La materialidad se radica en la realidad de la finca. En la realidad urbana, nosotros estudiábamos en la universidad y la noche anterior, no hemos estudiado todo el semestre, antes del examen final nos trasnochamos y estudiamos unas dos horas y de pronto de chiripa nos va bien en el examen. En la finca, si usted no ordeña las vacas todos los días no puede esperar seis meses y después pasar la noche ordeñándolas porque las vacas se mueren. Si usted no siembra cuando tiene que sembrar, la cosecha no crecen y no habrá alimento. La responsabilidad es una cosa muy material, es un reconocimiento de la existencia de lo concreto. Nuestras responsabilidades son concretas.