Ximena Gordillo López nació en Ciudad de México en el año 2002. La producción artística que ha elaborado hasta ahora y la formulación de su pensamiento se han enfocado en la reflexión sobre el papel del arte en la actualidad y su reivindicación en la sociedad. Así mismo, su aproximación a las artes visuales se ha visto intencionada por la elaboración de una crítica en torno a la concepción y representación del cuerpo, la manera en la que los medios de comunicación y difusión de información afectan las relaciones entre los sujetos ocasionando problemas psíquicos teniendo como consecuencia una ruptura en la noción de realidad que pone en cuestión el lugar y la importancia de la identidad en la sociedad contemporánea. Actualmente se encuentra en su proceso de formación intelectual y artística. Ha participado en dos exposiciones colectivas y han sido publicadas algunas de sus obras en diversas revistas digitales.
miércoles, 30 de diciembre de 2020
"Desprendimiento" Ilustraciones de Ximena Gordillo López
martes, 29 de diciembre de 2020
¿Qué es la poesía? Poemas de Juan Diego Velásquez Romero
jueves, 17 de diciembre de 2020
"Nadia Koval, la esperanza Rusa en América Latina" por Eldar Ajadov (Эльдар Ахадов)
LA ESPERANZA RUSA EN AMÉRICA LATINA
ESPERANZA
No busquen su Templo en la tierra ni en el cielo.
Tu templo está en ti.
No todo el mundo sabe de su Templo.
No todos los que lo saben ven la luz del Templo.
No todos los que ven la luz llegarán al Templo.
Pero todos tienen Esperanza.
Siempre nos parece que lo que tenemos que hacer ahora se puede dejar para mañana, pasado mañana, la semana que viene, en un mes, el próximo año, en un par de años, y así sucesivamente. Creo que ustedes ya entendieron lo que quise decir: para terminar con una idea, hay que posponer su realización. Se puede posponer todo, hasta el día en que no haya más tiempo para posponer ni nadie a quien le pueda interesar su idea. El principal recurso de la vida humana es el tiempo. No es el dinero. No son los contactos. Porque no se puede volver el tiempo atrás ni con dinero, ni a través de contactos, órdenes o bombardeos. En una palabra, no se puede. Así que tengo que hacer lo que estoy haciendo ahora, en este momento: contarles de una mujer increíble, una argentina de origen ruso llamada Nadia Koval.
Cuanto más conoces a una persona, más difícil es escribir sobre ella. Pero hay cosas que deben hacerse ahora y aquí, para las cuales no existe un “más tarde”. Acerca de esta increíble mujer rusa, cuyo espíritu es fabulosamente rico, dotada de gran diligencia y talento para la escritura, uno necesita escribir y hablar sin cesar, debido a su personalidad tan multifacética y profunda y su destino inusual.
Cada vez que hojeaba sus páginas en Internet, leía sus artículos, libros y poemas, la sensación de la música sonante nunca me abandonaba: música sinfónica orquestal amplia y profunda, que fluía en poderosas olas desde no sé dónde, desde el más allá.
Su esposo, Igor Kouznetsov, era un amigo de mi juventud, quien salió de Rusia con su familia en los años noventa en busca de una vida mejor, y llegó a la lejana Argentina con su joven esposa y sus dos hijas. Perdí rastros de Igor hace mucho tiempo y difícilmente lo habría encontrado si Nadia no me hubiera encontrado a mí. Ella escribía en un sitio web que se llama Proza.ru, donde muchas personas a quienes les gustaba escribir podían publicar sus obras. Igor le habló de mí, y cuando ella vio mi apellido en el sitio, se dio cuenta de que su marido había estado hablando de esa persona. Así fue como nos conocimos. Primero, a distancia, y luego volé con mi familia a Buenos Aires. Y así nos conocimos en persona.
Cuando conocí a Nadia y a su familia, cada uno de nosotros ya había vivido durante un largo período, así que la descripción del destino de la heroína de mi historia debería comenzar por su infancia y juventud, que transcurrieron en la Unión Soviética. ¿Y quién puede hablar mejor de esto si no ella misma? Por lo tanto, le doy la palabra a Nadia Koval para que ella cuente un poco sobre su vida.
“Nací en Altai, en una soleada tarde helada del 31 de enero. Por lo tanto, según los astrólogos, puedo considerarme una persona feliz. Los astrólogos dicen que nacer de Acuario significa unirse a las filas de numerosos genios y convertirse en una persona que cuenta con fama y fortuna. Además, dicen que ser mujer de este signo es una suerte increíble. La mujer de Acuario es encantadora y hermosa, independiente y activa, capaz de aportar gracia y brillo a cualquier actividad. Les agradezco mucho a los astrólogos, pero me inclino a creer que todo lo mejor que tengo no se lo debo al poderoso Urano, sino a mis padres.
Quiero contarles un poco sobre mi lugar de nacimiento. Decir simplemente que nací en Altai significa dejar al lector solo en medio del desierto geográfico. Por eso explicaré con más detalles. Nací en la ciudad de Leninogorsk, en la República Socialista Soviética de Kazajstán. Una ciudad con el mismo nombre existía y todavía existe en la República de Tartaristán (Rusia). Y esto no es de extrañar en absoluto. En la Unión Soviética, el nombre del "líder del proletariado mundial", además de las ciudades, lo llevaban las calles, subterráneos, casas de cultura, granjas colectivas y estatales, instituciones educativas, fábricas, bibliotecas, plazas, parques, etc. Pero después del colapso de la URSS, el líder de los bolcheviques fue olvidado. Por todo el país comenzaron a quitar sus retratos, desmantelar los monumentos en su honor, y a renombrar todo lo que llevaba el nombre de Lenin. Así que nuestro Leninogorsk volvió a llamarse por su nombre original, Ridder.
Ridder se encuentra al pie de las montañas de Altai, una cadena montañosa que atraviesa el territorio de Rusia, China, Mongolia y Kazajstán. La historia de la ciudad se remonta a 1786, cuando Philip Ridder, que llegó a Altai desde San Petersburgo, descubrió los depósitos más ricos de minerales polimetálicos en estos lugares. Posteriormente, apareció un asentamiento minero cerca de la mina, en el que, según el censo de 1859, vivían tres mil quinientas personas. Un poco más de doscientos años después, en el momento de mi nacimiento, el asentamiento minero se convirtió en una ciudad con siete decenas de miles de habitantes.
Mi papá me llamó Nadia. Este nombre es diminutivo del nombre Nadejda, que en español significa Esperanza. Entonces, desde el principio mi papá creyó que con el tiempo me convertiría en su Esperanza. Es posible que de alguna manera sus expectativas se hayan cumplido. Puede ser en el hecho de que la escritura se convertiría en mi ocupación principal. Él mismo lleva muchos años escribiendo un diario y le gusta mucho la lectura.
No recuerdo nada de cuando estaba en la guardería. Pero en el jardín de infantes aprendí a leer con las letras grandes de los títulos del popular periódico soviético “Pravda”. Durante las lecciones de música, me gustaba bailar con la música de “Polka” de Rachmaninov. Pero me aterrorizaba jugar con sillas. Las sillas se colocaban en un círculo y se ponía una silla menos que el número de participantes, y uno tenía que agarrar una silla libre en el momento en que la música dejaba de sonar. Realmente no quería estar entre los perdedores.
Asistí a la escuela con una estabilidad y una responsabilidad encomiables.
Hasta quinto grado, fui una alumna sobresaliente, con la esperanza de ir al Campamento de Pioneros “Artek”, pero los hijos de los funcionarios del Comité del Partido de la Ciudad y los directores de grandes empresas estudiaban allí principalmente. Habiendo dicho adiós a mi sueño de la infancia, seguí siendo una buena estudiante, pero lo hacía más por costumbre. En la escuela secundaria fui elegida como secretaria del Komsomol de nuestra escuela.
Gracias a mi participación en interminables eventos y foros del Komsomol, me di cuenta de que no soportaba los eventos políticos masivos, marchar en formación y la propaganda ideológica.
Cuando llegó el momento de rendir los exámenes finales, teníamos que aprobar las siguientes asignaturas: álgebra y geometría, ensayo literario, física, química, historia y lengua extranjera. En mi memoria se grabó el momento en que teníamos que escribir un ensayo. De los tres temas propuestos, había que elegir uno. El tiempo de escritura era de cuatro horas. Elegí el tema sobre Rajmetov, el personaje principal de la novela de N. Chernyshevsky “¿Qué hacer?”. Mientras nosotros escribíamos, nuestras madres nos preparaban bocadillos en el comedor. Al mismo tiempo, se turnaban para mirar a través del vidrio de la puerta del aula para mostrar apoyo a los niños. Mi mamá me saludaba con un claro disgusto en el rostro. No le gustó que yo hubiera elegido un tema tan “difícil”. Ella creía que hubiese sido más fácil escribir un ensayo sobre el tema “Mi idea de la felicidad”. Pero la elección ya estaba hecha: yo escribía sobre una “persona especial”, el revolucionario Rajmetov, “que creía en la inevitable victoria del socialismo”.
Curiosamente, me resultaba más fácil reflexionar sobre la novela de Chernyshevsky que escribir sobre la felicidad. Pero tampoco puedo decir que en ese momento fui franca. Lo más probable es que se trataba de una manifestación de conformismo, bastante comprensible para una secretaria del Komsomol. La tensión y el nerviosismo en el examen fueron recompensados por maravillosos momentos durante el regreso a casa por la calle bañada por la suave lluvia del mes de mayo. Al completar todos los exámenes, obtuvimos las calificaciones finales por un período de escolarización de 10 años. Yo tenía solo notas de “excelente” en mi certificado de finalización de estudios. Por eso me concedieron la medalla de oro “Por excelentes logros y buen comportamiento”.
Combinaba mis estudios en una escuela integral con clases en una escuela de música. Fue allí donde nació mi gran amor por la música, que continúa hasta el día de hoy. A la edad de seis años me obsequiaron un piano de juguete con ocho teclas, en el que tocaba con un dedo la conocida canción infantil sobre un oso de peluche que bailaba con una muñeca. En nuestra casa teníamos un instrumento musical de verdad: un acordeón de botones, que mi padre sacaba con reverencia de una gran caja negra cada vez que venían invitados. Aprendió a tocar solo, pero lo hacía de manera bastante profesional.
Desde pequeña soñé con dedicarme a la música. Pero mi mamá estaba totalmente en contra. Le parecía que la vida de un artista era absolutamente caótica, en la cual no había nada más que giras y ensayos. Y ya que me había graduado de la escuela con una medalla de oro, tenía que seguir una carrera “normal”. Por ejemplo, ingeniería. Los argumentos de mi mamá resultaron ser más fuertes que mis sueños. Por eso fui a Moscú, donde ingresé al Instituto de Ingenieros Ferroviarios, a la Facultad de “Puentes y Túneles”. ¿Por qué elegí esta facultad en particular? ¡Porque me gustó su nombre romántico!
Estudié bien en el instituto, porque no podía hacerlo de otra manera. Mi conciencia no me permitía hacer otra cosa. Para compensar la falta de entusiasmo en la especialidad, decidí perseguir simultáneamente aquello que me hacía bien al alma, es decir, la escritura y la música. Escribía artículos para un periódico estudiantil, completé los Cursos para corresponsales y me convertí en miembro de la Unión de Periodistas de Moscú. Al mismo tiempo, ingresé al coro más famoso de nuestro país, el Coro Juvenil y Estudiantil de Moscú bajo la dirección del famoso director coral Boris Tevlin. Canté con este coro en el escenario del Gran Salón del Conservatorio de Moscú, en la Sala de Conciertos Tchaikovsky y durante las giras de conciertos visité varias ciudades de la Unión Soviética.
Después de graduarme, me enviaron como ingeniera a la planta de estructuras de hormigón armado en la ciudad de Múrom. Trabajé allí durante dos años y luego tuve que renunciar. La cosa fue así. Poco después del Año Nuevo de 1985, el director de la planta me llamó a su oficina. “Tomá asiento, Nadia”, dijo, permaneciendo en la mesa de conferencias. – Ayer recibí una carta del Comité del Partido de la Ciudad, que dice que cantás en el coro de la iglesia. Pero vos misma sabés que los miembros de Komsomol no pueden ser creyentes e ir a la iglesia. Se me aconseja que te despida de la planta. ¿Qué pensás?”. “¿Qué puedo decir? Voy a la iglesia porque me gusta la música sacra rusa”. “Mirá, – continuó el director, – estoy tan cansado de esta burocracia, y me duele tanto el hígado que quiero olvidar este asunto. Por lo tanto, será mejor que vos misma escribas una carta de renuncia por voluntad propia”.
Al salir de la oficina del director, me reuní con la secretaria del Komsomol de la planta. - ¿Y cómo estás? ¿Te echaron? - empezó. - Escuchame, no puedo imaginarme cómo cantabas en la iglesia “¡Señor, ten piedad! ¡Señor ten piedad!”. ¡Es muy gracioso!
- Sí, muy gracioso – dije, y me dirigí a la salida, sin querer continuar la conversación.
Después de Múrom, regresé a mi ciudad natal, donde fui a trabajar al Kombinat Polimetálico como economista senior en el departamento de finanzas. Con el colapso de la Unión Soviética, comenzaron grandes cambios en mi vida. Lo mismo que para muchos de mis otros compatriotas. Los rusos de las ex repúblicas soviéticas querían regresar a su “patria histórica”, es decir, a Rusia. En 1994, mi familia se mudó a los Urales, a un pequeño pueblo que estaba a cuarenta kilómetros de Ekaterimburgo. Allí nadie nos esperaba con los brazos abiertos, teníamos que instalarnos en un lugar desconocido, buscar vivienda, trabajo, etc. Encendíamos la estufa de leña en la casa para no tener frio. En la misma estufa cocinábamos nuestra comida. El agua la transportábamos en baldes desde el pozo; no había suministro de agua centralizado. Cultivábamos papas, zanahorias, pepinos y tomates en el jardín. A veces teníamos que hornear el pan, cuando la empresa se demoraba con el pago de los salarios y no había dinero para comprar alimentos. En pocas palabras, los problemas no permitieron que el alma se acostumbrara a un nuevo lugar. Por eso, cuatro años después, en 1998, decidimos mudarnos a Argentina”.
Vivieron en Buenos Aires durante veinte años. En otro hemisferio, donde no solo las estaciones son contrarias, hay un idioma diferente, una cultura y tradiciones diferentes, pero incluso el agua que fluye de la canilla se retuerce en la dirección opuesta, ¡no en el sentido de las agujas del reloj, sino en contra! Dominaban perfectamente el español, encontraron trabajo, criaron a dos hijas. Aprendieron muchas cosas por primera vez. “Hubo muchas cosas difíciles, interesantes y buenas”, recuerda Nadia. Desafortunadamente, la adicción de Igor influyó en su matrimonio con Nadia. Después de 24 años de matrimonio, se separaron.
Cuando mi familia (mi esposa Lyubov Vladimirovna, mis hijos Roman y Timur, e hijas María y Ruslana) y yo con todas nuestras maletas y bolsos llegamos al Aeropuerto Internacional de Ezeiza que lleva el nombre del Ministro Pistarini en Buenos Aires, Nadia nos recibió allí. A pesar de que ella e Igor ya habían vivido separados durante mucho tiempo, ambos nos mostraron atención y amabilidad hasta tal punto que por momentos parecía (si no se conoce la situación real) que todavía estaban juntos. Les estoy muy agradecido. Conocimos a la hija de Nadia e Igor, Katia, y a su esposo, Kevin. Recién casados, celebraron su boda ese año en la isla de Curazao en el Caribe. Un lugar muy hermoso. Durante las excursiones por Buenos Aires, me parece, nuestros hijos incluso lograron hacerse amigos entre ellos. Más tarde, en un nuevo libro sobre viajes a tierras lejanas, en el artículo “Literatura rusa en Sudamérica” (mayo de 2017), recordé a Nadia y esa época así:
“Creo que aún hoy el alma rusa está aportando su propia contribución a la literatura latinoamericana. Hablo de Nadia Koval, a quien tuve la suerte de conocer y hacerme amigo. Nadia Koval, escritora y periodista rusa que luego se convirtió en argentina, vive en Buenos Aires desde 1998. Nadia trabaja como periodista en Buenos Aires. Ha escrito más de 100 artículos sobre música clásica para revistas de arte y cultura. Es autora de artículos tan asombrosos como “Los secretos del Teatro Colón”, “Puccini. En tranvía por Buenos Aires”, “Igor Stravinsky en Argentina ", “San Petersburgo de Cecilia Bartoli”, “Presunción de inocencia”, “¡No llores por mí, Argentina!” y muchos otros. Escribió libros maravillosos: “El último filántropo” (en ruso) y “Sergei Prokofiev” (en español). La pianista de fama mundial Martha Argerich habló muy calurosamente del segundo de ellos: “He recibido con alegría un ejemplar de la biografía de Sergei Prokofiev escrita por Nadia Koval. Encuentro sumamente interesante el hecho de que esté escrita por una compatriota suya que reside en Argentina”. Además del hecho de que tiene talento como escritora y periodista, Nadia también es una buena amiga y una persona sincera. Sin el apoyo de su familia y su apoyo personal en mi conocimiento de América Latina, hubiera sido mucho más difícil para mí. Puede hablar sin cesar del Teatro Colón, además, con profundo conocimiento. Me parece que lo sabe todo o casi todo de la vida cultural moderna del país de Gardel y Borges.
El 30 de marzo de 2016 a la hora de la despedida nos sacamos una foto en el centro de Buenos Aires. Guardo esta foto en casa y la miro de vez en cuando, recordando mi viaje por América Latina. De izquierda a derecha: Igor Kouznetsov, Nadejda Koval y yo, Eldar Ajadov. Estábamos en la Avenida 9 de Julio.
En el año del 200 aniversario de la Revolución de Mayo (2010), Nadejda Koval participó en el certamen literario “Relatos de Inmigrantes” y obtuvo el segundo lugar. Este evento contribuyó a la inspiración y concentración creativa de Nadia como escritora. Realizó sus estudios de posgrado en la Facultad de Crítica de la Universidad Nacional de las Artes. Durante diez años, Koval ha colaborado exitosamente para la revista cultural argentina “QUID”, el diario “Rusia Hoy”, así como con las editoriales digitales rusas “OperaNews” y “Belcanto. ru”. Además de haber escrito alrededor de 100 artículos sobre música clásica, entrevistó a destacados músicos contemporáneos como el compositor Rodion Shchedrin, la pianista Martha Argerich, el compositor y director uruguayo José Serebrier, los violinistas Maxim Vengerov y Lisa Batiashvili, la violonchelista argentina Sol Gabetta y muchos otros. Nadia Koval escribió los libros en español “Sergei Prokofiev” y “Maestros de la música”, en inglés “Great musicians and their amusing stories”.
Esto es lo que comenté en la página de su libro en Internet en los días en que se publicó “Maestros de la música”: “Este libro fue escrito por una persona increíblemente amable y una mujer inteligente, altamente educada que está bien versada en el mundo de la música. Estoy seguro de que todo el mundo hispanohablante de los amantes de la música clásica agradecerá a Nadia Koval por este increíble y minucioso trabajo en beneficio de la música. Con respeto y una reverencia, Eldar Ajadov”.
Qué placer leer sobre la música cuando la aprecia un conocedor. Ahí está una de las publicaciones de Nadia en su página de Internet: “El domingo pasado en la Plaza Vaticano cerca del Teatro Colón más de 4 mil personas se reunieron para escuchar y ver una transmisión en vivo de la ópera “La Traviata” de Verdi. Este evento fue organizado para celebrar el 160 aniversario de la inauguración del primer Teatro Colón. Vi esta transmisión en casa, por la televisión. Y dos días después vi la ópera directamente desde la platea del teatro. (Director de escena: Franco Zeffirelli. Director de orquesta: Evelino Pidó. Cantantes Ermonela Jaho, Saimir Pirgu y Fabian Veloz). Y aunque la crítica musical en la prensa fue moderada, la actuación me cautivó, me hizo sentir empatía. Una vez más disfruté de la genial música de Verdi. Me di cuenta de que esta vez no estaba siguiendo las voces, sino que simplemente me sumergí en la acción. Y esto probablemente se deba a que los cantantes desempeñaron perfectamente sus roles, literalmente los vivieron. Confieso que estaba un poco preocupada por Pirgu, a quien entrevisté para la revista “QUID” el día anterior. Me impresionó como un músico serio, reflexivo y responsable. Por eso, realmente quería que al público argentino le gustara merecidamente”.
Los últimos libros de Nadia Koval son escritos en ruso la novela “El último filántropo” y un libro autobiográfico sobre la vida en la Unión Soviética “Mi vida y mi época. Del deshielo a la disolución”. Ahora está trabajando en el libro “Cultura musical rusa del siglo XX”.
Sus hermosas fotografías y los comentarios sobre sus viajes a Italia, Francia, Inglaterra, Países Bajos, Portugal, Georgia, Armenia y Kazajstán, y también sobre un viaje oceánico en un crucero desde Buenos Aires a Chile entre las costas de América del Sur y la Antártida, en mi opinión, por sí solos son obras de arte. Sin duda, su capacidad artística inspiró a su hija a convertirse en artista: Katia dibuja de maravilla.
Me gustaría terminar mi relato sobre nuestra destacada rusa latinoamericana Nadia Koval con un breve boceto poético escrito por ella, porque también es poeta y traductora de poesía. Es ella quien hizo la traducción del poema del poeta uruguayo Eduardo Espina “Objetos sin consecuencias”, publicado en octubre de 2020, en el octavo número de la revista “Lifft”.
Una mañana en Moscú
Detrás de esta ventana
Nostálgica vida cotidiana:
El cuenco de comida para el gato está lleno,
En la tetera de esmalte se calienta el agua.
El secador de pelo zumba en el baño
Y silencia el sonido de la radio.
Dátiles y damascos es un desayuno sano,
El té de jazmín espera en una taza.
En el pasillo, junto al espejo,
Hay un pañuelo nuevo doblado en cuatro
Para asistir a la liturgia en Kolómenskoye.
--
С уважением,
Эльдар Ахадов
¿Qué es la poesía? poemas de Angye Gaona
Gregory Corso dice que la poesía es el paraíso. Vale la pena pensar entonces cómo es ese paraíso.
En la verdadera poesía escrita y vivida no hay disputas ególatras porque es el reino de lo no unívoco. Solo por momentos los seres humanos perciben la cercanía de ese lugar. Son instantes, momentos cortos en circunstancias muy especiales y que los llevan a conocer el éxtasis.
No dura la contemplación del éxtasis. Pero, se tiene certeza de él.
El reino de la poesía es como ese instante de éxtasis, el paraíso que llama Gegory Corso, pero se espera que sea más prolongado.
El éxtasis en la vida de los humanos y su eventual prolongación solo depende de lo que ellos hagan para procurárselos. Se trata de un trabajo que por lo menos ha empezado ya. Hay claves de ese trabajo en los libros sagrados de todas las culturas en donde los antepasados llaman a atravesar el velo de lo unívoco para descubrir, en medio del éxtasis, la acción creadora de mundos que caracteriza nuestra conciencia. Es preciso ayudar en la prolongación del éxtasis, vislumbrado apenas, que depende de nosotros para ser conservado y ensanchado.
Es importante detenerse en ese nosotros. Todos podemos ocuparnos en la tarea abnegada de la prolongación del éxtasis pero hay que cuidarnos con una ética de la liberación. Se recomienda aligerar el peso que se lleve en cada uno. Lo que pesa es la pretensión, que conduce a éxtasis inferiores.
Ahora bien, en el mundo actual escasea el éxtasis superior. El éxtasis que se produce es de la peor calidad y la prueba está en que los ideales de bienestar son incapaces de cobijar a toda la especie humana y se conforman con surtir la parcela personal. La esterilidad se ha apoderado de las empresas en las que los seres humanos están más comprometidos, al contrario de lo que piensa la mente productiva. En cambio, el viaje de la poesía sí tiene esos ideales infinitamente fértiles y proclama que sí se puede mejorar la calidad de nuestra existencia, aportándole dos cosas sencillas: el sentido creador y la libertad para crear.
Sí se pueden causar en nuestra realidad viajes fértiles que lleven a millones de humanos a vivir en el reino de lo no unívoco, construido en sus mentes creadoras. Es preciso cambiar a una mente creativa y libre, que dialogue con todas las sustancias e invente estados nuevos.
Por otro lado, sin importar que la humanidad pueda recuperar parte o nada del éxtasis que se le refundió, lo cierto es que la poesía nunca se marchita. Palpita más allá de las paredes y los límites de las cárceles, los clichés, lo esperado, el statu quo.
La puerta a la contemplación del sentido creador de la vida siempre estará abierta para todos. La puerta al éxtasis. Parece que también hay que crear la puerta, pero eso no es problema para valientes. Para ellos es también el trabajo de cuidar los accesos que se han abierto desde antiguo y, bueno, se sabe y se celebra que cada día hay más interesados e interesadas en entrar al paraíso de lo no unívoco que es la poesía.
Tres poemas de Nacimiento volátil (2009)
Pequeño ardid
Acuérdate de tu guardián
René Daumal
Guárdame de mí,
gran silencio leve que habitas
más allá de la sombra,
entre los tumultos del enebro
y las mentiras sabias.
Guárdame de mi viento en contra
pues la brisa ha dejado de ser
mensajera tuya de pureza.
Qué traerás, qué ofrecerás
más acá de las sombras,
en un tiempo de desapariciones,
cuando vuelven las cabezas separadas
a preguntarse descreídas
si no dejaron
algún secreto bajo la lengua.
Te escucho, oh Guardián,
pero no alcanzo tu clara diadema de sortilegios acechantes,
pues no perteneces a este lado de la sombra,
donde acaso te tome por un borracho en mitad de la calle.
Acantilado
En el borde
recibo al viento
y esa suya
atroz
formidable
invitación a ser
volcán despierto
diluvio que abata cada jaula
Esa su melodía que instiga al desborde
como un bramido del abismo
el trepidar del viento mismo
que precipita cada partícula
en un orificio de liberación
Toma la forma de la erosión
y de la explosión
Apenas un roce y prescribe
como cincel
abrir paso
Cañón adentro
Sigo el camino del esternón,
busco el origen de la sed,
voy al fondo de un cañón de paredes plateadas,
sólidas merced al tiempo,
movedizas cuando el aluvión,
cuando la infancia, era glacial.
Colecto las raicillas del pensamiento.
Las cargo a mi espalda erosionada
junto al agreste olvido que cae de mí.
Se asoman,
desde pequeñas cuevas,
los indicios del dolor;
veloces burlan las miradas
y vuelven a ocultarse en la piel del cañón.
Inscritas en las paredes,
las coordenadas indescifrables
del rayo prehistórico
que formó mi faz.
Tiempo de la hondura,
tiempo sin sílaba,
cuando soy sólo un sonido
en tránsito a la fatiga.
Busco un manantial
que bañe la pregunta adherida a mi historia.
Busco la vida recién nacida
y hallo la sed.
Sigo la senda del esternón
Tres poemas de Comentario sobre el carácter radical (2015)
Elegía de las preguntas
El oro se pierde tiempo abajo
se lo traga la tierra como a los muertos
El oro, pero ¿la lengua?
La lengua perdida ¿adónde va?
La voz de treinta mil Guanes da vueltas
en un bohío inmaterial
El agua también se pierde tiempo abajo
Se la tragan los hombres y las bestias
Lagunas perdidas, quebradas extintas
El agua negra se fue al mar, pero ¿la lengua?
La lengua perdida ¿adónde va?
Los hombres y las bestias se pierden laguna adentro
La Laguna de los Caracoles era muy brava
se tragaba a las personas en el centro de la ciudad
La laguna se recuerda, pero ¿la lengua?
La lengua ya se ha ido en un viaje
junto a los Guanes sucumbidos en las minas
El nombre extinto de un ave extinta
El nombre del árbol desaparecido
El nombre del Río de Oro
del Río Frío, ¿adónde han ido?
El agua extrañada de la laguna
corrompida por la sed de los hombres
y el hollar de las bestias
El tiempo también se pierde, tiempo abajo
en el recuerdo del oro
de la lengua y la laguna desaparecidas
El tiempo da vueltas junto a los Guanes
en un bohío inmaterial
Las gentes se ubican en el espacio
repiten Zapamanga
Bucarica
Chitota
Chimitá
Cuatro resguardos extintos
El tiempo da vueltas junto a las gentes
por los cuatro puntos cardinales
cuatro palabras que guardan una lengua
y la lengua completa, ¿adónde ha ido ya?
La lengua estaba hecha de piedra caliza
como las montañas y las cinchas
La lengua se desmoronó y se fue por los aires
formó estoraques inexplicables
Una peña llamada de Sumangá
aparece en las crónicas
desaparece en los mapas
y se dispersa espectral en la cabeza
Ahí en Chocoa, en Chocoíta
los Guanes y Yariguíes
se salen de la batea como el oro
y dan río abajo
Tiempo abajo
otros Guanes escalan las cinchas
se refugian en una cueva inmaterial
lanzan luego su lengua a los abismos
Y el abismo tras la lengua, ¿adónde irá?
Nido de fallas
Aquí estoy acampado en el centro del fuego,
mano inmensa remece la doncella que estruja dones sobre mi destino,
conmoviéndolo está de imágenes eternas.
Humberto Díaz-Casanueva
Habrá motín al norte y en el centro temen la fractura anunciada por los oráculos.
La zona radical ocupa a prestidigitadores de todas las profesiones. La tradición habla con terror de las revoluciones allá. La región exige ser apaciguada antes de que se asomen las fumarolas.
La profecía anuncia la fragmentación del país. Por ese lado se abrirá la tierra. Algunos lo creen literal; otros piensan que es una cuestión política. Lo cierto es que la fuerza ya no servirá para centralizar el territorio porque a la fuerza se desintegrará.
Es natural entonces que todo movimiento en el norte alerte a la dirigencia central. Los hijos de Rionegro, los hijos del Playón y los hijos de Mogotes, los del Socorro, nacen con un rugido por canto. Un bramido les anticipa la voz en su naturaleza.
Los del centro presumen que conocen la herida que parte en dos la nación y lo lamentan en secreto por cientos de años. Se arman contra ello y socorren en público a las víctimas. Pero, a la fecha, nadie sabe a ciencia cierta qué sucede 150 kilómetros adentro de la superficie radical.
Se especula que todo se relaciona con la energía sísmica y que en un nido de fallas nacen ejércitos rebeldes engendrados por volcanes dormidos.
Bucarica
A Ana Ilse
Alégrate tú, la amada
Lucas 1, 28
Y a la vuelta se escapa en bicicleta
bajando algunas gradas
unque no sea cosa de niñas decentes
Cruza el puente
hacia la peluquería del ángel
Lo amenaza con un sentimiento
Pero todos los ángeles están ocupados
en embellecer sus apartamentos
Los ángeles desean vírgenes petrificadas
que se pongan un dedo en los labios
Las vírgenes sofocan ángeles en jardines
donde crecen silvestres edificios
de vuelta bañan sus cabellos en la corriente
aunque no sea cosa de niñas bajar al río
*Angye Gaona nació en Bucaramanga, Colombia en mayo de 1980. Ha escrito libros de poemas y ha sido profesora de literatura y artes plásticas en colegios colombianos. Es Licenciada en Español y Literatura de la Universidad Industrial de Santander. Publicó en 2009 el poemario Nacimiento volátil, con ilustraciones de Natalia Rendón. Por su activismo en favor de los prisioneros políticos colombianos, fue encarcelada en su país en 2011 y liberada tras una campaña internacional realizada por poetas, festivales de poesía en todo el mundo y la organización PEN Internacional. Su libro Nacimiento volátil fue traducido y publicado en Italia por Andrea Garbin y en Brasil por Jefferson Vasques, en 2012. En el mismo año, parte de esta obra fue traducida al francés por Pedro Vianna y publicada en un dossier especial por la revista francesa La Voix des outres. A su salida de prisión, continuó sus estudios de literatura y elaboró propuestas alternativas de poesía experimental. Ganó premio de escultura en Bucaramanga con el poema visual Reja, ubicado en el espacio público en la Universidad Industrial de Santander. En 2015, ganó la Beca de creación en poesía con su libro Comentario sobre el carácter radical, del que el jurado conformado por Omar Ortiz Forero, Fernando Quiroz y Julio Londoño expresó: "Verso vigoroso, imágenes nítidas y reflexiones que no riñen con la “cripticidad” de la poesía y alcanzan significación universal a partir de elementos locales”. En efecto, en este libro se encuentra un espejo para la cultura y las tradiciones de su territorio natal, que revela huellas profundas de la historia, la geografía y la psicología social. Intervino como expositora en la Escuela de Poesía de Medellín 2009 y 2012, en el Festival de Cultura Libre de Bucaramanga 2012 y en otros espacios no convencionales con talleres y conferencias alusivas a la poesía experimental. En 2018, fue nombrada Miembro de honor del PEN Club de Québec e invitada al 34 Festival Internacional de Poesía de Trois-Rivières. También participó en el Primer festival de mujeres poetas en China, provincia de Cantón, ciudad de Sihui.