La tranquilidad se sienta a tu lado
y la desechas
porque te enseñaron a buscar
el acontecimiento de las luces y los excesos.
¿De qué te sirve la penumbra si ostentas la soledad?
¿Para qué un nombre que nadie ha de pronunciar?
La felicidad, sí, la llamaste,
viene a sentarse sobre tus rodillas
y la ignoras
como otros injuriaron la belleza.
Necesitas la identidad del tormento
Embriagarte caerte negarte y sobre todo
menoscabarte.
El aplauso vendrá por tu poema, valdrá la pena
el hambre, la miseria, el hastío. Tal vez luego podrás
disfrutar de las ventajas de tu nombre.
Es otra mi poesía.
Anónima, se busca y me busca. Me cambia
y la cambio
por unas centésimas de tregua.
miércoles, 29 de junio de 2011
lunes, 27 de junio de 2011
Anamnesis
Allí está sentada la ramera, y mas allá la esposa, ¿a cuál te gustaría besar?
Aquí está tu nación, allí la de ellos, ¿Cuál preferirías destruir?
¿Y qué hacer cuando el carnicero y el sacerdote te guardan los mismos deseos?
Pues bien, virgen y meretriz, ambas sonríen ante tu presencia, tan noble y concupiscente sonrisa, emancipada de toda minucia humanada.
Como si tanta lascivia fuera menos sana o dadivosa que tanta virtud.
Y el vomito sale de la boca, pero alabado sea su paso por tu garganta, pues lo produce tu congénere, como si existir en la cloaca fuera tal cosa.
Allí sentada esta la ramera, más allá la esposa, ¿Cuál se parece más a tu madre?
Pues bien amigo inconformista, ¿qué de malo tiene este lugar?, como si hubiera mejores en forma alguna.
Aquí el ladrillo se adhiere tan bien al templo como al lupanar, ¿cuál de ellos valió realmente la pena construir?
Pues yo mi expectante compañero, no pensaría demasiado mi respuesta, aunque en ninguno de los dos soy bienvenido.
Allí está sentada la ramera, y mas allá la esposa, ¿a cuál te gustaría lamer?
Aquí estas tu, allí esta al que llamas hermano, ¿a cuál preferirías destripar?
viernes, 24 de junio de 2011
Zoon Poetikón II
II
“…las nubes agazapadas en las montañas
acurrucadas por ventarrones y brisas…”
Lucas Gutiérrez Montoya
http://elmartir.jimdo.com/
Ovejas saltando sobre los ranchitos
de palo y plástico, pino y flores,
Psilocybes zoopoetikones,
animalidad, movimiento…
canto de pájaro, música,
no poesía, sino vibración
de cuerdas en pico
¿animal poético?
Musa animada,
Verde ojiamarillo loro
atardecer naranja en sus alas
cósmicas plumas
gallinazo montañero
parapentista nato
ballet en el firmamento
danza a la carroña en Olimpo
Pepe hipopótamo
y el patrón,
El Loco y
el escorpión
lana gris con
Sol despidiéndose
vuelven las ovejas
arreboladas naranjas,
amarillas y rojas…
Ser natural, animal,
Zoológico de fungis y sativas
Refugio de fauna y de flora
en el papel y la voz
http://www.elvaciocomollenura.com/search/label/Lukas%20Guti%C3%A9rrez%20Montoya
jueves, 23 de junio de 2011
Habrá una vez
Discurso preparado para la ceremonia de premiación del concurso de cuento "Habrá una vez" del colegio Calasanz, en el que me desempeñé como jurado.
"Uno se mete a escribir porque lo dejaron solo y de algún modo tiene que huir de los fantasmas, porque una tarde de abril o de mayo o de junio vio como se esculpía una mujer diminuta en el dentífrico antes de lavarse los dientes, porque en este país escriben expresidentes y exsecuestrados y entonces por qué uno no, porque tiene como pasatiempo buscar formas en las nubes, porque alguna vez oyó en alguna parte que los escritores eran interesantes, porque cuando intentó boxear o bailar descubrió que no tenía la coordinación necesaria.
Uno se mete a escribir por miedo, por rabia, por obligación, y -a veces- hasta por gusto. Porque siente un nudo en la garganta y quiere deshacerlo en letras, porque la niña que le gusta dijo que le encantaba la poesía, porque esa niña es en realidad un niño y todavía usted no sabe como decirle a sus papás que es homosexual. Porque el profesor de cálculo anda jodiendo la vida con las inecuaciones y se niega a comprender que X es igual a la locura o a un perro.
Uno se mete a escribir porque sufre de insomnio y necesita una actividad para entretenerse en las noches que desgaste menos que la masturbación, porque descubre que escribir es mejor que masturbarse aunque canse más. Porque luego de terminar un cuento lo lee y no recuerda cuando fue que escribió tal o cual cosa, porque a veces no hay mejor confesor que un personaje dócil, porque a veces no hay mejor verdugo que un personaje rebelde.
Uno se mete a escribir porque tiene que decir la verdad a punta de mentiras, porque RCN dijo que los narcoterroristas de las FARC están eliminados, que el loco de Chávez lleva todas las de perder en una hipotética guerra, que las ONG hacen parte del bloque intelectual de la guerrilla, que la cosa política se mueve... y a vos, en el fondo, te importa un pepino lo que diga RCN.
Uno se mete a escribir porque lo tiene mamado la hipocresía de la iglesia católica y espera hacer un manifiesto similar al de los nadaistas para reiterarle a la Santa Madre de una buena vez que EL DIABLO NO EXISTE. Uno se mete a escribir porque quiere liberar demonios, desatarse en un placer tan íntimo, jugar a ser dios.
Uno se mete a escribir porque no entiende muy bien como es eso de que el colegio ahora está certificado en Piedad por el ISO. Uno se mete a escribir porque si no lo hace, el resto -las matemáticas, la geografía, la economía, la filosofía, la historia, la estadística, la física, la química, el sexo- no tendría mucho sentido.
Escribir es disparar contra el olvido. Con cada palabra se levantan los cimientos de un mundo, promesa de lo eterno, paraíso a nuestra medida. Cada cuento es para el lector un golpe en el estómago, una sonrisa en el rostro, una carcajada a las puertas de la boca, una lágrima solitaria que resbala. Pero para el escritor, para el escritor cada cuento es sangre y llanto, risa y pena, la dosis mínima de locura que no podrá vetar ningún proyecto de ley, el pedazo -a veces diminuto y por pequeño más valioso- en el que la libertad es un exceso permitido.
Y es que luego de superar la primera timidez con el papel, luego de ese acercamiento de amantes vírgenes que ocurre cada vez que se juntan dos silencios -el del escritor y el de la hoja en blanco-, luego de que los dedos empiezan a moverse y la fantasía teje en la imaginación una serie de casualidades, ahí, cuando quién escribe se entrega al cuento del mismo modo que si se entregara al amor, ahí ocurre.
¿Qué? Algo, no podría decirlo con certeza, algo ocurre cuando la creación extiende sus redes bajo los pies del creador, ese proceso de despersonalizarse, ese dejar de ser para convertirse en hacedor de seres, ese parir cristianamente con dolor o paganamente con gozo. Ahí algo ocurre, lo sabemos todos los que hemos perdido el control de un cuento, los que durante ese tiempo -largo o breve- que demora la escritura olvidamos nuestro nombre, nuestra edad, nuestro sexo, nuestra identidad cotidiana que se aleja tanto de la cotidianidad nueva, ajena, quizás descabellada, que se dibuja poco a poco, paso a paso, letra a letra, sobre la hoja.
En un mundo donde la guerra de Afganistan se cobra a diario al menos un muerto, donde el presidente de Corea del Norte necesita de ojivas nucleares para hacer valer su soberanía, donde América Latina fue condenada desde la caída del muro de Berlín a no escribir la historia, sino a padecerla. En un país donde se invierte en la guerra el seis por ciento del producto interno bruto y la educación -que es un derecho- se olvida olímpicamente, donde las cifras de desnutrición infantil se disparan cada trimestre, donde mata una mata en un caso macondiano de vegetación asesina. En una ciudad donde durante el mes de octubre hubo más de doscientos homicidios, donde las barreras sociales van desde toques de queda hasta mallas verdes para no ver el exterior, donde las flores sirven para adornar cementerios. En este escenario global, en este escenario local, se hacen más que nunca necesarios los cuentos, para poder creer que existe otra realidad posible.
Habrá una vez en que nada haya para ser dicho, en que el silencio se imponga no por censura sino por aburrimiento, en que la tranquilidad sosa remplace la duda arriesgada, en que todo ande tan bien, tan sobre ruedas, tan perfecto y con final feliz. Quizás en ese instante cesarían los deseos de escribir, pero aquí y ahora hay una vez, una y solo una, ésta y solo ésta.
Aquí y ahora se levantaran las letras para jurar planetas misteriosos, para rememorar el tacto del amigo y la piel de la amante, para jugar con los recuerdos en las fotos, para romperse en el boom de una batería y arrancar aplausos entre malabares y muertes. Aquí y ahora las palabras abrirán el portón a un pueblo de miedo, narrarán los sueños de un nombre compuesto, se figurarán parte de un libro y resolverán un final como un principio para continuar con la serpiente que se muerde la cola. Aquí y ahora hay una vez por cada cuento, y en cada cuento una esperanza avariciosa: que vengan más de donde vino ese.
Así las cosas, escribir es arriesgarse al sueño. Sí, es bien cierto que un cuento no va a cambiar el mundo, pero contarlo... contarlo va a evitar que el mundo nos cambie a nosotros."
Y lo que oía mientras escribía, "hasta siempre comandante"Uno se mete a escribir por miedo, por rabia, por obligación, y -a veces- hasta por gusto. Porque siente un nudo en la garganta y quiere deshacerlo en letras, porque la niña que le gusta dijo que le encantaba la poesía, porque esa niña es en realidad un niño y todavía usted no sabe como decirle a sus papás que es homosexual. Porque el profesor de cálculo anda jodiendo la vida con las inecuaciones y se niega a comprender que X es igual a la locura o a un perro.
Uno se mete a escribir porque sufre de insomnio y necesita una actividad para entretenerse en las noches que desgaste menos que la masturbación, porque descubre que escribir es mejor que masturbarse aunque canse más. Porque luego de terminar un cuento lo lee y no recuerda cuando fue que escribió tal o cual cosa, porque a veces no hay mejor confesor que un personaje dócil, porque a veces no hay mejor verdugo que un personaje rebelde.
Uno se mete a escribir porque tiene que decir la verdad a punta de mentiras, porque RCN dijo que los narcoterroristas de las FARC están eliminados, que el loco de Chávez lleva todas las de perder en una hipotética guerra, que las ONG hacen parte del bloque intelectual de la guerrilla, que la cosa política se mueve... y a vos, en el fondo, te importa un pepino lo que diga RCN.
Uno se mete a escribir porque lo tiene mamado la hipocresía de la iglesia católica y espera hacer un manifiesto similar al de los nadaistas para reiterarle a la Santa Madre de una buena vez que EL DIABLO NO EXISTE. Uno se mete a escribir porque quiere liberar demonios, desatarse en un placer tan íntimo, jugar a ser dios.
Uno se mete a escribir porque no entiende muy bien como es eso de que el colegio ahora está certificado en Piedad por el ISO. Uno se mete a escribir porque si no lo hace, el resto -las matemáticas, la geografía, la economía, la filosofía, la historia, la estadística, la física, la química, el sexo- no tendría mucho sentido.
Escribir es disparar contra el olvido. Con cada palabra se levantan los cimientos de un mundo, promesa de lo eterno, paraíso a nuestra medida. Cada cuento es para el lector un golpe en el estómago, una sonrisa en el rostro, una carcajada a las puertas de la boca, una lágrima solitaria que resbala. Pero para el escritor, para el escritor cada cuento es sangre y llanto, risa y pena, la dosis mínima de locura que no podrá vetar ningún proyecto de ley, el pedazo -a veces diminuto y por pequeño más valioso- en el que la libertad es un exceso permitido.
Y es que luego de superar la primera timidez con el papel, luego de ese acercamiento de amantes vírgenes que ocurre cada vez que se juntan dos silencios -el del escritor y el de la hoja en blanco-, luego de que los dedos empiezan a moverse y la fantasía teje en la imaginación una serie de casualidades, ahí, cuando quién escribe se entrega al cuento del mismo modo que si se entregara al amor, ahí ocurre.
¿Qué? Algo, no podría decirlo con certeza, algo ocurre cuando la creación extiende sus redes bajo los pies del creador, ese proceso de despersonalizarse, ese dejar de ser para convertirse en hacedor de seres, ese parir cristianamente con dolor o paganamente con gozo. Ahí algo ocurre, lo sabemos todos los que hemos perdido el control de un cuento, los que durante ese tiempo -largo o breve- que demora la escritura olvidamos nuestro nombre, nuestra edad, nuestro sexo, nuestra identidad cotidiana que se aleja tanto de la cotidianidad nueva, ajena, quizás descabellada, que se dibuja poco a poco, paso a paso, letra a letra, sobre la hoja.
En un mundo donde la guerra de Afganistan se cobra a diario al menos un muerto, donde el presidente de Corea del Norte necesita de ojivas nucleares para hacer valer su soberanía, donde América Latina fue condenada desde la caída del muro de Berlín a no escribir la historia, sino a padecerla. En un país donde se invierte en la guerra el seis por ciento del producto interno bruto y la educación -que es un derecho- se olvida olímpicamente, donde las cifras de desnutrición infantil se disparan cada trimestre, donde mata una mata en un caso macondiano de vegetación asesina. En una ciudad donde durante el mes de octubre hubo más de doscientos homicidios, donde las barreras sociales van desde toques de queda hasta mallas verdes para no ver el exterior, donde las flores sirven para adornar cementerios. En este escenario global, en este escenario local, se hacen más que nunca necesarios los cuentos, para poder creer que existe otra realidad posible.
Habrá una vez en que nada haya para ser dicho, en que el silencio se imponga no por censura sino por aburrimiento, en que la tranquilidad sosa remplace la duda arriesgada, en que todo ande tan bien, tan sobre ruedas, tan perfecto y con final feliz. Quizás en ese instante cesarían los deseos de escribir, pero aquí y ahora hay una vez, una y solo una, ésta y solo ésta.
Aquí y ahora se levantaran las letras para jurar planetas misteriosos, para rememorar el tacto del amigo y la piel de la amante, para jugar con los recuerdos en las fotos, para romperse en el boom de una batería y arrancar aplausos entre malabares y muertes. Aquí y ahora las palabras abrirán el portón a un pueblo de miedo, narrarán los sueños de un nombre compuesto, se figurarán parte de un libro y resolverán un final como un principio para continuar con la serpiente que se muerde la cola. Aquí y ahora hay una vez por cada cuento, y en cada cuento una esperanza avariciosa: que vengan más de donde vino ese.
Así las cosas, escribir es arriesgarse al sueño. Sí, es bien cierto que un cuento no va a cambiar el mundo, pero contarlo... contarlo va a evitar que el mundo nos cambie a nosotros."
domingo, 19 de junio de 2011
[Los carnívoros labios del viento...]
Los carnívoros labios del viento
Disuelven mi respiración,
Ya todo pereciere acaso
Si resquebrajado tacto ilusión.
Desgarra trémula carne
La pasión de muerte,
Rostro del amor.
Estrella alguna crepitando
Exhala moribunda luz,
Pálida textura
Que repele el inicio del Tiempo:
Raíz luciferiana,
Maledictina niña embrujada
Por su exangüe corazón.
Ella podría ver más allá de la incandescencia de sus palabras,
Quemándose para si en humo de invierno…
Fuego incinerado
La bruja disuelve nada,
Lagrima llora cielo
En el ocaso de la flama.
En esta hora
Del espíritu convocar balsámica muerte,
Las cenizas de bruja
Esparcirán mis palabras
Sobre el ojo celeste.
Que el viento en danza macabra
Lama las cenizas de la niña ensueño,
Coma de mi carne,
Extinga halito de alba
-suspiro ensangrentado-
Y así resquebrajado tacte ilusión
Si ocaso pereciere todo.
Disuelven mi respiración,
Ya todo pereciere acaso
Si resquebrajado tacto ilusión.
Desgarra trémula carne
La pasión de muerte,
Rostro del amor.
Estrella alguna crepitando
Exhala moribunda luz,
Pálida textura
Que repele el inicio del Tiempo:
Raíz luciferiana,
Maledictina niña embrujada
Por su exangüe corazón.
Ella podría ver más allá de la incandescencia de sus palabras,
Quemándose para si en humo de invierno…
Fuego incinerado
La bruja disuelve nada,
Lagrima llora cielo
En el ocaso de la flama.
En esta hora
Del espíritu convocar balsámica muerte,
Las cenizas de bruja
Esparcirán mis palabras
Sobre el ojo celeste.
Que el viento en danza macabra
Lama las cenizas de la niña ensueño,
Coma de mi carne,
Extinga halito de alba
-suspiro ensangrentado-
Y así resquebrajado tacte ilusión
Si ocaso pereciere todo.
sábado, 18 de junio de 2011
Cripta
Visiones de la tristeza vienen a mi mente
Y el tesoro del hechicero
Aúlla la soledad atrapado bajo la tierra,
Todo esta pintado de silencio
Por lo palacios de la amargura,
Por los asfixiantes muros de la carne,
De la vida, soy un eco que se quiebra
Entre la lluvia y la niebla.
¿Abrirse como la tierra?
¿Fornicar con las estrellas?
¡Seré el vacío!
Mi débil materia se desarma
Y el pasado es uno con el polvo de los tiempos,
De todos los tiempos.
Animas, lamentos,
Panteones arrebatan mi mirada
Y entonces una celda,
¿Quien yace? quien calla,
Quien dejó de pronunciar todas las palabras.
Un pecho vacío,
La oquedad llega
Y abre su boca hasta siempre
En un solo suspiro de agonía,
Un solo desvanecerse,
Ser lo inaudible perpetuándose
Junto a la humedad, al frío, a las piedras
Pues aun las tumbas pasan
En el viaje hacia la nada,
En este llanto silencioso
Que solo atestiguan los gusanos
Los suelos y los fantasmas...
Aún mi mente no se disipa en los planetas
¿Cual es la forma impostergable de la muerte?
Y el tesoro del hechicero
Aúlla la soledad atrapado bajo la tierra,
Todo esta pintado de silencio
Por lo palacios de la amargura,
Por los asfixiantes muros de la carne,
De la vida, soy un eco que se quiebra
Entre la lluvia y la niebla.
¿Abrirse como la tierra?
¿Fornicar con las estrellas?
¡Seré el vacío!
Mi débil materia se desarma
Y el pasado es uno con el polvo de los tiempos,
De todos los tiempos.
Animas, lamentos,
Panteones arrebatan mi mirada
Y entonces una celda,
¿Quien yace? quien calla,
Quien dejó de pronunciar todas las palabras.
Un pecho vacío,
La oquedad llega
Y abre su boca hasta siempre
En un solo suspiro de agonía,
Un solo desvanecerse,
Ser lo inaudible perpetuándose
Junto a la humedad, al frío, a las piedras
Pues aun las tumbas pasan
En el viaje hacia la nada,
En este llanto silencioso
Que solo atestiguan los gusanos
Los suelos y los fantasmas...
Aún mi mente no se disipa en los planetas
¿Cual es la forma impostergable de la muerte?
lunes, 6 de junio de 2011
Simple
Tan simple como un beso
En la mañana, en la tarde,
En la noche o a las 12:30 AM
Tan simple que cierras los ojos
Y el mundo se voltea;
El cuerpo deja de ser;
Los labios se olvidan;
La oscuridad se olvida;
Los colores se inexplican;
Los gestos se transforman;
El yo es el vos;
El nos, es indistinguible;
El infinito se hace palpable;
Los dioses entendibles;
La existencia se olvida a sí misma;
Los olores hipnóticos;
El imposible transmuta;
El yo, el dios;
El dios es descreado;
Puedo tocarlo todo y darle
Nombre a cada cosa;
Mi sombra toma vida y me agita;
Mi vida toma mi sombra y le recuerda
Que soy su dueño;
Mi dueño hace un acuerdo y
Me deja en calidad de liberto;
La Libertad se muere por atraparme;
Mis pasos se hacen rápidos;
El espacio se hace lejano;
Mi voz muere en tu vos;
Tu voz tiembla al oír mi voz apagarse;
La muerte me ofrece su mano;
Yo desisto al sentir tu vos;
El silencio ensordece el apagado ser;
Los temores toman vida;
Las pesadillas de color amarillo;
Las prostitutas juegan a ser éticas;
La estética se afea;
El infierno retorna a su estado juvenil;
Los viejos apuestan carreras antes
Del amanecer;
La muerte hace de su juez;
Los jueces siguen igual;
Lo igual sale de si para saberse
Y cambiar;
El cambio se torna aburridor;
Los caminos regresan al principio;
El principio se piensa y se olvida
A sí mismo;
Sí mismo deja de ser uno;
La vida se arrulla en sangre;
La sangre se vuelve dulce;
Lo dulce deja de ser satisfacción;
La insatisfacción se vuelve hombre;
Los libertadores siguen su dictadura;
Los godos velan su moral;
Los comunistas su utopía;
La utopía se hace del dolor;
Tus ojos se cristalizan;
Los golpes toman voz propia
Y hacen huelga;
La huelga sé hecha por la triste
Incoherencia de sus significados;
El alcohol inunda la vida;
La esquizofrenia sale a danzar por las calles;
Las calles se deforman en baile;
Lo crudo vuelve a la vida;
El dolor suda en su alegre gozo;
Las risas toman el control;
La depresión inunda la risa;
Esta se vuelve nervios y se quiebra;
Gonzalo Arango no hizo nada;
La nada acaricia mi cuello;
Un beso deja de ser tiempo;
El Tiempo se riega;
Dalí se empelota grita y corre;
Mi epitafio corre por temor a represalias;
El edén se vuelve lágrimas;
El amor se suicida;
Los suicidas se cuelgan de alegría;
La alegría muere a carcajadas;
Encuentro un lobo y le hablo;
Lloro porque no me entiende;
Mi poesía se vuelve bonita;
Muere 3 segundos después;
Los orgasmos sangran;
El éxtasis es soportable;
Al hombre se le olvida su inacabamiento;
La lluvia ya no refleja tristeza;
La tristeza se disfraza de payaso;
Los payasos hablan en Re menor;
La música altera el tiempo;
El Tiempo se cansa de correr, se sirve
Un Vodka y aplaza su muerte;
Me vuelvo serpentoso;
Me ahogo en mi veneno;
No voy a mi entierro;
Prefiero irme a beber.
Fin del beso…
En la mañana, en la tarde,
En la noche o a las 12:30 AM
Tan simple que cierras los ojos
Y el mundo se voltea;
El cuerpo deja de ser;
Los labios se olvidan;
La oscuridad se olvida;
Los colores se inexplican;
Los gestos se transforman;
El yo es el vos;
El nos, es indistinguible;
El infinito se hace palpable;
Los dioses entendibles;
La existencia se olvida a sí misma;
Los olores hipnóticos;
El imposible transmuta;
El yo, el dios;
El dios es descreado;
Puedo tocarlo todo y darle
Nombre a cada cosa;
Mi sombra toma vida y me agita;
Mi vida toma mi sombra y le recuerda
Que soy su dueño;
Mi dueño hace un acuerdo y
Me deja en calidad de liberto;
La Libertad se muere por atraparme;
Mis pasos se hacen rápidos;
El espacio se hace lejano;
Mi voz muere en tu vos;
Tu voz tiembla al oír mi voz apagarse;
La muerte me ofrece su mano;
Yo desisto al sentir tu vos;
El silencio ensordece el apagado ser;
Los temores toman vida;
Las pesadillas de color amarillo;
Las prostitutas juegan a ser éticas;
La estética se afea;
El infierno retorna a su estado juvenil;
Los viejos apuestan carreras antes
Del amanecer;
La muerte hace de su juez;
Los jueces siguen igual;
Lo igual sale de si para saberse
Y cambiar;
El cambio se torna aburridor;
Los caminos regresan al principio;
El principio se piensa y se olvida
A sí mismo;
Sí mismo deja de ser uno;
La vida se arrulla en sangre;
La sangre se vuelve dulce;
Lo dulce deja de ser satisfacción;
La insatisfacción se vuelve hombre;
Los libertadores siguen su dictadura;
Los godos velan su moral;
Los comunistas su utopía;
La utopía se hace del dolor;
Tus ojos se cristalizan;
Los golpes toman voz propia
Y hacen huelga;
La huelga sé hecha por la triste
Incoherencia de sus significados;
El alcohol inunda la vida;
La esquizofrenia sale a danzar por las calles;
Las calles se deforman en baile;
Lo crudo vuelve a la vida;
El dolor suda en su alegre gozo;
Las risas toman el control;
La depresión inunda la risa;
Esta se vuelve nervios y se quiebra;
Gonzalo Arango no hizo nada;
La nada acaricia mi cuello;
Un beso deja de ser tiempo;
El Tiempo se riega;
Dalí se empelota grita y corre;
Mi epitafio corre por temor a represalias;
El edén se vuelve lágrimas;
El amor se suicida;
Los suicidas se cuelgan de alegría;
La alegría muere a carcajadas;
Encuentro un lobo y le hablo;
Lloro porque no me entiende;
Mi poesía se vuelve bonita;
Muere 3 segundos después;
Los orgasmos sangran;
El éxtasis es soportable;
Al hombre se le olvida su inacabamiento;
La lluvia ya no refleja tristeza;
La tristeza se disfraza de payaso;
Los payasos hablan en Re menor;
La música altera el tiempo;
El Tiempo se cansa de correr, se sirve
Un Vodka y aplaza su muerte;
Me vuelvo serpentoso;
Me ahogo en mi veneno;
No voy a mi entierro;
Prefiero irme a beber.
Fin del beso…
viernes, 3 de junio de 2011
Necrópolis
(De la aversión corriente)
Exacerbado en medio de la villa
Donde se arrastran largos gusanos
Emanan respiros atroces y tediosos
Energías tácitas y anémicas
Que hacen segregar la alteración
¡Ah!, ¡El Hastío!
Fruto de la mustia apatía
Desde ya, para siempre
Tú ya no eres más
¡Oh, materia viviente!
¡Muere!, “civilización”,
En el cementerio inmenso y frío
Sin horizonte
Rodeado de tu ambiguo espanto
Y sigiloso, pasivo, sin mirar, me asimilo,
Como nada tengo de emotivo
Y por ser mi desprecio completo
Del amontonamiento colectivo
Solo vivo
En todo tiempo, la Muerte te extraña
En tus convulsiones, risible Humanidad,
Y a menudo, como tú, almizclándose,
Zarandea su ironía a tus disparates
¡Muere!, “civilización”,
Adormecida en el fondo brumoso
Ignorada y olvidada sobre el mapa
Rodeada de tu ambiguo espanto
Las sombras aniquilan lo que apenas poseo
Y lo único que anhelo es hundirme en el caos,
La torva molestia se adueña, y solo deseo
Reposar en el vacío inmenso.
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