— PRIMAVERA —
Tempestad
En
mis manos aprendí
La
forma de navegar en tus pupilas
El
infinito oscuro rompió un grito en mi garganta
Se
desvanece la locura de la noche
Y
al llegar el alba hasta el cuarto
Los
rayos hirieron las cortinas
La
tempestad estaba adentro.
Pared de cristal
En
el fondo del atardecer diverso
Como
un ave migratoria
Al
olvido de los trenes de mi tierra
El
sangrante paisaje empezó a perpetuarse
Un
manto de bruma borró el horizonte
Extraños
jirones de niebla
Velaron
como cortinas
Las
paredes de cristal.
— VERANO —
Luna prendida de mi mano
Contemplé
las aves como frutos del árbol
Día
de lluvia gris día de frío gris
Cómo
amanecieron no importa
En
el árbol siempre hay nidos de vida
Algo
nuevo nace y muere
De
mi mano se prendió la luna
En
el asombro y la mudez
Deletreé
la escritura de las hojas secas
Gemían
por el verano
Gemían.
Quién está ahí
No
se cansa el sol de quemar,
De
tostar lagartijas y secar jarrones.
Terco
de vida, terco.
Da
luz a los juegos infantiles
Niños
que descalzos se mecen a tu ritmo de terquedad.
Llenas
de oro trigales y pastizales.
Terco
de vida, terco.
¿Quién
está ahí?
No
dejas de arder ni con jirones de viento,
Con
voces y estallidos
Esperas
a que mueran los robles
Y
se hundan en la hojarasca.
Sol húmedo
Respiro agitada tras un muro sin preguntar si es un animal
sediento o extraño, en el mismo lugar habito, respiro el mismo aire húmedo, luz
que desaparece en el silencio. La luna cae sobre una madriguera, cuerpos
perseguidos por el sol a veces advertidos por un cuenco de agua que beben hasta
el fondo, hasta el hastío de una oscura forma.
Todo palidece con el peso invencible del amor, un destino
que tampoco encuentro, es como el deseo de un trapecista que sucumbe en el mar,
ondea en aquellos rincones por los que huyen los ratones, hay salida pero tengo
que cavar hasta encontrar la cerradura, hasta volver al principio. No recordar
nada hasta ser una piedra, un fragmento que ya no importa.
— OTOÑO —
Indefensión
Ahogada
en compasión,
Entre
sombras del ayer,
Revuelco
mi pasado ya revuelto
Y
la tristeza, como pájaro enjaulado,
Anhela
volar,
Pero
algo extraño ata mi alma.
Lágrimas
de niña indefensa
Me
ahogan en compasión de mí misma.
Me
queman las cenizas del fuego de ayer.
Abro
mi ventana al nuevo amanecer
Y
llega el hoy como copia fiel del ayer.
Pálidos rosales
En
el silencio del aire gris, venía el sonido del amanecer.
Cubiertas
de fragancias de la luz matinal, las llamas pálidas
Arden
en el cielo como un mundo de luz vaga.
Brillo
y temblor manan como ríos de luz.
Sucesión
indefinida. Una roja plenitud vistió
El
desvanecido rosal pálido.
Ondas
de luz inundan el cielo, oleadas de tornasol,
Casi
oscuras, hacen caer la tarde.
El
aire se hunde en el borde de la luna
Rasgando
la aridez de horizonte
Como
un tul de plata a medio entrar en la arena.
La
marea trepa tierra adentro y lejos,
Figuras
humanas danzan en los charcos.
Un
silbido desgarrado se escucha en el indeciso lugar,
Los
alaridos de una niña rompen la pared vegetal.
Se
oyen ecos entre los árboles goteantes,
Se
eleva el aroma selvático, se oye la humedad.
— INVIERNO —
El sueño de los dioses
Despierta
la imagen de un paisaje ocre
Y
en él descansa un blanco resplandor,
El
nuevo día orquesta el agua que brota.
Fuente
en la fachada de ladrillos,
Se
ilumina el rascacielos de cristal
Y
en el airoso techo de un palacio árabe
Mana
el oro en ventanales y columnas.
Todo
se rompe en fragmentos
Hasta
flotar en un paisaje de marismas.
La
luz se hace.
Piel de invierno
Rayo
vespertino en el horizonte
Un
rumor de hojas secas
Atrae
a los seres de la noche
Impávidos
observan la lluvia de estrellas
En
el añil del ocaso
Surge
un llanto de terciopelo
Me
asomo a la ventana a descifrar la luz del agua
El
puntilleo del paisaje se filtra en la selva
Prolonga
la sed de los umbrales
En
el espejo del agua aparece tu silueta
Y
acudo a tu piel desnuda
Pero
todo es espejismo
El
invierno borró tu imagen.
Hábitat
Balbuceo
notas como pájaro posado en la ventana sin
saber
si era parte de mí.
No
era yo ni nadie.
Exclamé
interrogantes sin tener respuesta,
lloré
y con la manga de mi blusa sequé las lágrimas.
En
un insomnio me escabullí y caí fugazmente
en
garras de algo que azotaba los estambres de mi vida.
Ayer
todo fue vacío, estuve arrodillada, idealizada y
entonces,
no escribí más.
Dormí
en mis pestañas fatigada en la cornisa de mis ojos
y
allí justamente estaban mis poemas.
Pero
qué diablos hago aquí si no estoy;
el
amor lo sabrá.
Viajé
en vías lácteas hasta calcinar mi cuerpo en un encanto
que
no era de aquí, tampoco de allá.
Resido
en mi mente perforando la cavidad de mi cerebro
hasta
ahuyentar los fantasmas, siempre infelices como hilos movedizos
y
elevando esa lápida que ya me habita.
*Textos pertenecientes a Versarte
Itagüí: entre letras y pinceles, un proyecto articulado entre la Corporación
Somos: Arte y Cultura para Antioquia y la revista Innombrable*
*Clara Herminia Serna Montoya, nació en Santuario, Antioquia en 1949; sin embargo, con los años, Itagüí se convirtió en su hogar. Alguna vez le dijo su maestro de letras, Rafael Aguirre, que la escritura es una de las profesiones que no tienen límite de edad ni fecha de jubilación, pues en el arte de escribir hasta los viejos pueden construir obra y ser exitosos, aunque empiecen de cero su carrera literaria. Entusiasmada por este saber, asistió al Taller de Poesía de PROMETEO, dictado por el poeta Gabriel Jaime Franco, (2019), perteneció al taller LETRA-TINTA, adscrito a RELATA MinCultura y dictado en la Casa de la Cultura de Itagüí; además, con este colectivo publicó una selección de sus poemas en la antología “Deshielos de Tinta” (2019) y recibió la Exaltación al Mérito Literario, otorgado por el honorable Concejo Municipal de Itagüí por resolución 021 del 29 de julio de 2022. Tras su muerte en julio de 2023, se publicó una selección póstuma de sus diarios en la antología “Diarios de la Pandemia” (2023).