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domingo, 3 de diciembre de 2017

El poema es un llanto, un alarido, una pausa contenida (4 poemas de L.E. Torres)





La Piedra en su Desnudez Amarga…

La Piedra en su desnudez amarga,
la Piedra que –despoblada de tiempo-
sustenta el choque incesante del mundo
desde todos los bordes de la tarde.

Qué es lo que sale o se tensa cuando entra la luz,
cuando cae muerto un bípedo implume
con uñas planas desde el yermo de la mente…?

La estrella silenciosa,
la sangre ardiente leva anclas
y la palabra gime y grita y suplica
con la hondura negra de su propia palabra,
de su nervadura de silencio.

Y es la náusea de mí: la mera utopía,
y son los huesos secos al final de la jornada,
atardecidos, arrastrados por el viento
en su incertidumbre de carne,
en su carencia de irrigación y de caída.

En lo álgido de la noche
el hombre se halla protervo y declinante,
pensando la hambruna de los pies convulsos
como quien no quiere la cosa espesa del camino;

Bestia en su estancia,
en su transición,
en su ausencia;
bestia en su clamor que no traspasa la herida
de la lengua.

Y la Angustia…
es lo único entero que nos pertenece.






Instante


El susurro del viento
va y viene con todos sus naufragios
inunda las orillas de la hoja
lava el musgo de sus piedras
comba el espinazo roto
de los que sienten
el filo de la tarde
que resecamente cae
de aquellos fascinados
que beben
del blanco y del azul
de sus espumas

                               En el atrio de la iglesia
hay un viejo que tienta el cielo encapotado
mientras acomoda sus cabellos
pasan unos perros
y una bandada de palomas
cargada de tiempo y anchura

                                        Y lo efímero…
lo efímero que deshace sus rútilas esfinges
                                    en las llagas del paladar…

El poema siempre ha sido
un llanto, un alarido, una pausa contenida


5:50 pm
Parque de Copacabana



Pequeño Manifiesto

                                                                       A la Buerta de los Poetas

Barbarizarse, romperse
ante tanta civilización aparente
para que lo humano reverdezca
a través de los claustros de la herida.
Si es “el sartén de las migajas”
entonces que sea un vértigo con su sombra furiosa.
Si es “la flacura de la voz” o la sangre
o el gemido o la piedra o “la mansa luz”
entonces que el relámpago sea una angustia
recolmada de nervio, de vida férrea/
Las cruentas fauces de la Belleza
con toda su fiebre y su sulfuro y su amapola.
Tenemos que resguardar este fuego
ya que sus lenguas son lo único
que nos enaltece por sobre el fango existencial,
resguardarlo buenamente y nada más exhibirlo
cada vez que el mundo languidezca
                                                de frío y de hambre.

El barro triste que escribe
                   es una simple prostituta/
El Poeta es aquel vacío vital
                   que exhorta a escribir:
                              Substancia, tensión profunda.
                           
                                                      Ars gratia Artis
6:30 am



Desnacimiento


                                Palpable…
Los árboles cierran sus formas
en las orillas amargas del instante.
Me saben a fría ausencia
estos flancos humanos en los que hoy
no se rompe el reverso de la vida
ni esta noche de insondable entraña
que crece que repta desde mis bulbos
y cruje desasosiego en su gruta obscura.
Visión fugada… curva.
                 El más mínimo silencio trema
augurando las lanzas de luz del aguacero.
Me derrumbo en desesperación
hasta trocar rumor de ángeles y florestas
por mendigos quebrados y sollozantes/

Retumba un cierto batir de muerte y fuego…
como una campana a la altura de lo abscóndito.
Sombras huidizas y desgarradas
                   cimbran la lámina del agua
abrevan en el fondo del espíritu abúlico.
La inmensidad amniótica me engulle
                                            descoyuntura
el trazo extraño de las nubes sobre el último azul
me vapulea la argamasa triste con su vacío vital
y regurgitando –despojada- la criatura del origen
me hace volver a ti –oh canción-
volver con el delirium agónico de mis pájaros heridos
con todo el horrísono que sueltan
cuando sonámbulos implumes irreductibles
caen y caen y se estallan contra los ardores
                                          de tu alegretto furioso!


3:54 am







Su nombre es Luis Esteban Torres, nace el 20 de julio de 1986,-diríase en un constante rompimiento del florero de Llorente- vive en Copacabana, un pueblo cerca de Medellín, ya cansado de tanta industria y con cierta obsesión por la poesía idílica de “Siquiera se murieron los abuelos”. Hace tantas cosas y a la vez no hace nada ni quiere hacer nada, pues ya con sólo ser y sentir y soñar es mucho. Lo extrajeron del vacío y arrastrándome va hacia el vacío, escribiendo delirios que son intentos de poemas o que son un crimen al querer plasmar lo que por natura es fugaz.
Sin diplomas ni medallas ni palmaditas en la espalda, sólo con el rugir de las fábricas incrustado como una lepra iluminada; sólo con un par de amigos y mucha sed de misterio y obsesión, arde este infame como si fuera el sueño de otro en él o como si fuera la fuga de sí mismo: ¡Rútila Decadencia!... y así, hasta que pueda lograr lo sublime y lo iluminado: que es el SILENCIO.