La capa roja
Ella camina por el bosque
Oculta
Tras los troncos
De pinos, robles y arrayanes
Él la busca
Intenta atrapar
Un poco de su estela carmesí
De la torpe luz
Que queda bajo sus zapatillas
Entona la canción
Que le enseñó su abuela
Mientras agita suavemente
La canastilla de galletas y tortas
Pero ella levita
No habita la tierra
Su paso es danza
Sobre los campos
De crisantemos y margaritas
Sus fauces se deleitan
Con el sueño de la caída
Sus largas orejas
Escuchan atentamente
La profana melodía del deseo
La infancia es un relato
Escrito en el tallo del eucalipto
Allí se queda, en la crisálida,
Cuando la mujer al fin
abre sus pétalos rojos
El lobo es testigo del milagro
Obnubilado
Agita sus garras y hace el último intento
No hay preguntas
No hay respuestas
Solo el mordisco impetuoso
De un querubín hambriento
Barrotes circulares
A mi padre
Pasaron seis veranos y tú sigues allí, incrustado en una prisión de barrotes circulares. Miras un horizonte donde no habita el sol sino la luz de un astro que ha muerto. Los ojos se mueven intermitentemente con un ritmo cercano al de los planetas. Un torpe alacrán te sube por los pies y se queda dando vueltas en tu cadera. Anhelas un par de caricias, las palabras indicadas, el calor de una copa de aguardiente. Pero sólo obtienes el silencio, ese terrible silencio que, durante años, exiliaste de la república de tus pensamientos. ¿A dónde se fue ese pájaro azul que, posado en tus brazos, alimentabas con pequeñas dosis de palabras?
Aquellos que llamabas amigos, ahora no son más que sombras, graciosas figuras sobre una pared de asfalto. Se han perdido para siempre y sus voces no se escuchan luego del tercer canto del gallo. Intentas consolarte con el recuerdo de aquellos ojos que alguna vez como dos coleópteros sobrevolaron las piernas de una mujer desnuda, pero aquel recuerdo se esfuma cuando el latido se rompe en pedazos, como una ventana tras un estallido, de ese fuego que nunca se apaga y, lento, te devora. El buitre carcome tu hígado y el dolor solo es soportable bajo el sueño indecoroso de los instantes perdidos.
Y así es, padre, que te veo, sentado en las ruinas, con tu mirada clavada en las nubes, que juzgan lo que es y lo que ha sido, en una perfecta amalgama de lágrimas y lluvia. Te has marchitado. Pero tu imagen permanece y crea un pequeño temblor en las manos de un poeta que escribe sobre la imposibilidad del olvido.
El ritual de la pirinola
Bailar como trompos de madera
levitar sobre la pista del casón antiguo
Es la imagen auténtica
de dos yoyos hambrientos que
Poco a poco
Descuerdan sus hilos
Dar un paso y alzar la pierna
Para alcanzar la baldosa azul
Donde naufraga la ruina
Y aparece el enojo erótico
El palpitar del sol.
Caer lentamente y levantarse
Ante el sonoro palmotear de los tambores
Como el catapis de los ángeles
Como los dados de un embaucador
Es la irrupción del baile
El descubrimiento de una tierra exótica
Hay roces en las pieles
Y los mapas se calcan
En la pupila del ojo
Que no durmió.
Las piernas continuaran
su ritual de pirinola
hasta que aparezca
entre montañas
el astro rey
La señal de cierre
No es el fin de la música
Sino el toque juguetón
La rugosa textura
entre dos labios dulces
que
finalmente
se han quedado sin voz.
*Daniel Acevedo nació en Medellín en 1986. Es poeta, gestor cultural e historiador, magister en estudios literarios de la Universidad de Buenos Aires y tallerista de escritura creativa en El Retiro, Antioquia. Ha participado en diversos eventos dentro y fuera de Colombia. Se destacan el XXVII Festival Internacional de poesía de Medellín, El 6 Festival Caravana de Poesía en Perú, el Festival Internacional de Poesía de La Habana, La Feria del Libro de la Habana, FILVEN Feria del libro de Venezuela y 16º Encuentro Poetas y Narradores de las Dos Orillas, Uruguay, donde obtuvo el reconocimiento “Arturo Cuadrado” a mejor poeta joven. Fue ganador del XVII Premio Nacional de Poesía Eduardo Carranza Fernández. También fue mención de honor, segundo puesto, en el VI Concurso Nacional de Cuento de EPM y Mención de honor en el XVII concurso Nacional de Cuento Ciudad de Pupiales que organiza la fundación Gabriel García Márquez. Fue ganador de los estímulos de la Gobernación de Antioquia a creación de libro de poesía en 2017, con su poemario “Ritual de Vuelo”. El poemario versa sobre la importancia del aire y su relación con el entorno urbano y los cuerpos que lo habitan. En el 2024 publicó su segundo poemario “La constelación perdida”. Algunos de sus poemas han sido publicados en diferentes medios y antologías impresas y digitales de Colombia, México, Argentina y en una antología de poesía en Francia. Es uno de los coordinadores del colectivo poético Nuevas Voces.
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