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viernes, 22 de octubre de 2021

"Dementia praecox al descender sobre el jardín en Basilea" poemas de Jack Farfán Cedrón


―Acerca de un sueño que Carl  Jung 

describe en el Libro Negro, que le permitió 

embarcarse en  una   relación con Toni 

Wolff, una mujer que había conocido tres

años antes―


“Sólo en las primeras horas de la noche podré transformarme 

en un ser humano, mientras el palomo está ocupado con los doce 

muerto”. 


Carl Jung, Liber Novus


Hacia los primeros chapaleos del amanecer yo me vi enfundado, puro huesos y plumas. Conque no sólo me sorprendió verme vencido, sino que el cambio de cuerpo presagiaba ese hermoso mandhala, tridimensional y azulino alucinado en las primeras horas de caída libre, hacia la nueva dimensión del resurgimiento.

Era que sólo advertía el cambio, la mutación sorprendente, el vuelo sugerido, en el sueño controlado de lo que ensalmarse puede desde lo onírico, en teoría inconsciente, me refiero.

Pero mi piel antropofágica, mi pasado evidenciado en un presente que incorpora el codearse con la piel intacta, asentarse deberá sobre el cieno que la memoria imanta como cansinos pasos hacia un pantanoso terreno que sólo el alabeo de los brazos o un ventarrón alado valida, avance estrepitoso, apocalíptico virar, de un mundo dividido.

La flor de lis que acababa de picotear me preparaba en la firmeza que restaría dar la vuelta al mundo y

solo en las primeras horas de la noche,  poder transformarme en un ser humano, mientras el palomo está ocupado con los doce” muertos.

En la cena con mis cinco hijos, yo me vi en espejo bruñido con la piel del árbol traganiños, que luego de unas décadas, comprendí con precisión, que se trataba de un phallus, pero que más adelante una interpretación sacra me convenció de ser la sangre de Cristo ardiendo en el paso inmemorial de un pasado inmediato.

Pero con todo, el yantar lucía copioso, con la delicada parsimonia de las familias bien acomodadas que bajo un roble altísimo y agarrotado de las copas, sustentaba un paisaje serreño, de lo más idílico.

¿Abrevar podré de esa garrafa, las delicias del delirio, el elixir de una vida sobrada de intentos vitales que la flor de la preñez lleva contable?

Asido a mis cinco retoños, no pudo haber más dicha que el potaje, que en la cena se prueba con halago, cuando justo y como caído del mismo Espíritu Santo, desciende la garza blanca o la paloma en medio de la mesa, convirtiéndose en una niña de unos ocho años, bellísima, rubicunda, que tan presto regó el cuenco de mermelada de frambuesa, se aprestó a corretear con los niños por el césped y los chopos.

Sabedor de que lo vívido no era más que un reflejo, obliteré las dudas de que esto pudiera trascenderse en inútil realidad y no me di un pellizco para que el goce secreto de durar el mito que dura, permanezca.

Volteo a recoger el balón tras el árbol de carne y resina sangrienta, y me doy con la sorpresa de que la niña me susurra:

Vuelvo al otro lado del mundo, donde me espera mi destino en los pantanos donde abreva la flor de lis el barro negro de la sabiduría; y tan presto me convierta en palomo, vigía seré de los doce muertos, que por descontado repiten el espejo, donde crece la duda de la dicha; es una gloria o la firmeza de que el clan que se repite es el puro reflejo en apariencia, loable por sus mitos enterrados en una caja pragmática a futuro abierta por un náufrago de todos los inventos allegados a la descomposición terrena de lo divino; que por costumbre o hartazgo, siempre troca en degradación, a partir de la limpia creatura, apacentada por el mal, que desde un principio lo habita.

El manto en dos desconocido que al primer alabeo despuntando luz del alba se contrae o constriñe hacia la centuria de un mar dividido, que hacia el tibio atardecer troca en desierto candente, símbolo de la consciencia en copa de oro reverberando en las paredes del seso que todo lo abyecta.

Vuelvo al otro lado del mundo,

y me sé henchido bajo la transmutación de pluma en carne, de carne en desvelo, cuando al posar un huevo sobre el mundo de las transformaciones, símbolo del alma representa, bajo la pura sentencia que alabea una prescrita agonía que posee las artes usurpadoras de una idea inconsciente de que la dementia praecox, hoy llamada esquizofrenia, lleva en la bandera sorpresiva de la imaginación, una pesquisa, acaso, con todas sus abscisas que descompensa el ser en picada, que no es antagónica de una lucidez mental, tanto que en su fuero desconocido se centran las bases creativas, El mundo dividido del que hablaba el gran ser mitológico con alas de Martín pescador, encontrado muerto al otro día en mi jardín de Basilea.

Suerte la mía, volver a mi reino, de escalas reversas y laberínticos miedos lleno; tanto el avance como la forma recurrentes del desvelo precisan una sub-interpretación del paso pilífero que liebre alguna da en pos de su escape del halcón que la ha de agarrar por los aires, para ser carne de buitres, en un nido obscuro como blondo el lecho, acogiendo a los pichones.

Ha de ser el lapso ternuroso de un amor filial que el hada serpentaria debidamente cornamentada, alada y leonada, cruzando montañas flotantes, cambió el curso de mi humana apariencia en ave espirituosa.

Ha de ser que mi mundo empieza,

Que mi creencia en todo mentarlo, hace que el mandhala, el gran signo azulino se presente por la memoria de un cieno, que luego de procrear más y más dichos a la vera de un camino se aproxima, estando en lugar alguno, en tierras desconocidas por el antro de la media pulgada, donde es sabedor de leyes de la viviplexología y la hebdomadaria de míticos infolios de medio octavo, expendidos en sesiones secretas, donde cada ser tunicado recibe instrucción, emprendiendo así, vuelo a su mesa cada uno.

Pero mi mundo velado habría de sucumbir al desvelo.

Y sobre la despensa de los desconocimientos que presta la confusión fanal, en el cambio acelerado troca, cual los misiles una lluvia de estrellas, donde no sólo caerán irremediables meteoros redundantes y hadas informes con la bituminosa inflorescencia de los seres mitológicos a esa hora bellamente pulimentados por el cieno argento como azóguico deplorado por una movida al chocolate sobre el perol,  hervidero de supinos brebajes ascendentes de la noble mañana, a un vestal reconociendo el desmedro de lo que podría, como no, según las posibilidades en descenso de aquella desgracia, que rodando cuesta abajo, allega boqueando al borde de la huaca presunta de variabilidades acaecidas,

hacia el sueño descoyunta.

Qué será, pues, si nadie abre despavoridamente las ventanas para codearse con un coleóptero que ha vadeado las esclusas de lo humanamente posible, hasta ser pergeñada la alucinación, el ala continua trepando el brazo que habrá de accionar el habla, hasta emprender a segundos continuos la nueva mutación a humano, a otro Jardín de Basilea, donde humanamente es posible que el desvelo sea la matriz de esa enormidad vigilante, maquinadora de ríspidos velos que se sueñan,

En este mundo dividido.           

                                                          

*Jack Farfán Cedrón (Perú, 1973). Entre otros volúmenes líricos ha publicado Pasajero irreal (2005), Gravitación del amor (2010), El Cristo enamorado (2011) y Las consecuencias del infierno (2013). Modera los blogs ‘El Águila de Zaratustra’ & ‘Exquioc’, además de editar la revista digital Kcreatinn Creación y más. En 2012 dio a conocer un volumen de reseñas literarias alrededor de veinte célebres novelas de la literatura universal: El fragor de las quimeras, bajo la producción de Kcreatinn Organización, de la cual forma parte. Algunas de las revistas virtuales en las que han aparecido textos suyos: Letralia (Venezuela); Periódico de poesía (UNAM), Destiempos, Campos de Plumas (México); Revista de Letras (España); El Hablador, Fórnix, Sol Negro, Ablucionistas (Perú); Letras hispanas (USA) y Resonancias (Francia). En 2016 formó parte de los 105 poetas de todo el mundo, invitados al III Festival Internacional de Poesía de Lima, FIP Lima. Blog: http://elaguiladezaratustra.blogspot.pe/

jueves, 21 de octubre de 2021

"La necesidad del affaire" relato de Luis Vargas


Durante el año que llevamos de pandemia he escuchado a varios amigos decir que añoran volver a la normalidad, que extrañan esto y aquello, ver caras nuevas, rostros conocidos, hablar, abrazarse, besarse, y reírse juntos sin miedo a que el virus se filtre y les ocasione un caos de garabato. De garabato…pido una disculpa si no sé expresar estas cosas de la ciencia, pero mi profesión es el diseño de obras, el cimentar las bases de grandes construcciones, y principalmente, visualizar a partir de una pequeña piedra o de una línea una gran edificación o historia.  Pero de entre toda la clase de preguntas curiosas y comentarios que he escuchado, hubo una pregunta que me desconcertó bastante; ¿Y tú no extrañas intimar con alguien que acabas de conocer? Lo preguntaban porque, de acuerdo con sus percepciones, me veían demasiado tranquila al respecto. Yo sencillamente les respondía que no, que era el menor de mis prioridades actuales, pues sólo quería ver de nuevo a mi padre, quien se encontraba trabajando en el extranjero y no había tenido oportunidad de volver desde la pandemia. Por supuesto que a veces pensaba en ello como un ser humano cualquiera, pero no como una necesidad constante.

Hace poco cumplí treinta años, y una vez leí en un libro de Balzac, que los treinta era la edad peligrosa de la mujer. En mi caso no encuentro el peligro que hay en cumplir treinta años, incluso mi vida hasta se ha vuelto más sencilla; trabajo todos los días a pesar de la pandemia, y sólo los fines de semana me sobra tiempo para descansar o ver a un par de amigos. Mi familia no vive conmigo desde hace varios años; sólo mi hermana menor me visita, y lo hace ocasionalmente. Un fin de semana, de haces tres meses, si mal no recuerdo y reviso bien el calendario, mi hermana vino a visitarme a mi departamento. Me dio mucha alegría verla y platicar sobre lo mucho que ambas extrañábamos a papá. Las noticias se limitaban ahora a personas conocidas que se habían contagiado-: “¿te acuerdas del papá de Emilio, mi amigo de la secundaria? Pues falleció esta semana… no podía respirar, y no pudieron conseguirle un tanque de oxígeno, pobre de él”. Pero entre todas las noticias convencionales hubo una que me conmovió pues fue inesperada hasta para mí: mi hermana acababa de romper con su novio, con el cual llevaba ya casi dos años de relación. Cuando me lo contó no pudo evitar romper en llanto, y decir que las cosas no habían funcionado, que la lejanía por la pandemia había terminado por agravar los problemas que ya había entre ambos, y que sólo había potenciado lo ineludible. Lamenté mucho lo de mi hermana, sabía cuánto lo amaba. Ella lo había conocido en esta ciudad, siendo más exactos en la universidad, cuando vivíamos juntos como familia en el departamento que ahora habito a solas.  Nunca he sido buena para las cuestiones sentimentales, pero traté de consentirla todo ese fin, con la comida y juegos que más le gustaban, y así, con su llanto en mi hombro nos dijimos hasta pronto. 

 

Pasaron dos semanas de rutina insufrible; de aislamiento forzado por el aumento en las cifras de contagios, de comida a domicilio, de maratones de series los viernes, de botellas de vino acabadas en una sola noche y a solas y de libros releídos.  Una tarde, harta de estar trabajando en unos planos, decidí salir a comprar lo que pudiera encontrar, hábito bastante convencional de las mujeres aburridas o deprimidas. Comencé a tomar cuantos productos atrajeran mi atención, mientras quemaba un poco de tiempo leyendo las letras pequeñas de las cajas, y las oraciones escritas en francés y en inglés sobre las indicaciones de uso (vaya situación más engorrosa), y me fui directo a pagar, cuando alguien me llamó con una voz un poco dudosa y afeminada: - “Lucía, hola”.  Yo volteé y era el ex de mi hermana; se había dejado crecer un poco la barba, vestía el mismo estilo de ropa, algo ñoño para mi gusto, pero parecía ser el mismo traga años que había conocido hace un par de años:

- ¡Ah, hola!, ¿qué tal te va…? -Había olvidado su nombre por completo.

-Excelente, muchas gracias. ¿y a ti? Bueno, ni preguntar… se nota te va bien.  No pensaba encontrarte por aquí…

- En todo caso soy yo quién no pensaba encontrar un hombre aquí: ¿qué haces en una tienda de cosméticos? -

-Cosas de ustedes, algo que me encargo mi hermana, me conoces lo servicial que soy, eso es todo. -Respondió riendo con esa risa juvenil que seguro había enamorado a mi hermana.

-Perfecto, pues me dio gusto verte -decía la mentira del día-: que estés bien, ¡bye!

Salí de prisa al estacionamiento para descansar mis manos de las cajas que se desbordaban. Cuando abría la puerta del auto escuché de nuevo su voz:

- Lucía, espera…

-  Tú de nuevo... ¿Qué pasa? -respondí apresurada y con tono de enfado.

-Verás, es relacionado con la arquitectura. -Dejé las cosas sobre el asiento y me volteé pese a sentir enfado-: ¿Sí? ¿Qué cosa?

- Es sobre un amigo, él es ingeniero civil.  Acaba de llegar a la ciudad para un trabajo de diseño de caminos, y necesita una cámara como la que tú tienes, la que usan los ingenieros civiles, con su trípode y eso, recordé que tú tienes una, no sé si podrías prestársela...-Hizo una pausa y continuó-: Sinceramente, después de un rato de verte me acordé de que tú tienes esa cámara; él es principiante pero muy responsable, te garantizo que cuidará bien de ella. -Me habló con esa timidez llena de seguridad que le caracterizaba, la cual siempre había sido su ironía más grande. Quería que dejara de hablarme, así que le que dije que sí para deshacerme de él.

-Perfecto, ¿me pasas tú número para avisarle? De una vez te paso el suyo – No había contado con que tenía que darle mi número, ni siquiera había pensado en prestar la cámara que más bien se llama Teodolito. A estas alturas sólo quería irme y que me dejara en paz, por lo que esta vez tuve que recurrir a hablar con la verdad:

-Está bien, lo guardo, yo me contacto con él, hasta luego.

Cuando llegué al departamento no pude pensar en que le iba a hacer un favor al tipo que había terminado con mi hermana. Probando cada uno de los productos pensé en contarle, pero justo cuando estaba a punto de tomar el celular, desistí de hacerlo: recordé que a esa hora ella estaba en clases virtuales y no quería importunarla. En cuanto a José, sin duda ya no era el mismo de antes pese a seguir tragando años. La barba no le sentaba mal, y se había ensanchado un poco más de hombros, y caminaba más erguido, pues cuando lo conocí se doblaba su espalda a causa de su estatura.  Al inicio se me hizo algo feo, no me gustaban tan ñoños y altos, pero aquí estaba, al parecer estudiando o trabajando, y probablemente superando la ruptura con mi hermana.

Dos días pensé en escribirle un mensaje a mi hermana para contarle todo, que me había encontrado a su exnovio y me había pedido prestado el Teodolito, pero cuando me disponía a escribir, tocaron el timbre y fui a abrir la puerta:

- ¿Tú eres Lucía? Soy Juan, el amigo de Pepe, me dijo que tú me prestarías el Teodolito.

-Hola, sí mira... aquí está, en excelente estado como le comenté a José, te lo encargo mucho, ¿vale? ¡Nos vemos!

-Espera, es que no sé muy bien usarlo y te quería pedir si me enseñaban, aunque sea lo básico o cómo funciona…-No estaba dispuesta a perder mi tiempo con él, sin embargo, cuando iba a darle una negativa y a cerrar la puerta, llegó José quien al parecer lo estaba esperando….

-Qué tal Lucía, veo que se cayeron muy bien ambos. Me agrada, ¿no tienen hambre?  Les propongo lo siguiente: si tú le enseñas a usarlo correctamente y mi amigo Juan aprende a usarlo de manera correcta, los invito a cenar a ambos. ¿Qué les parece? Así celebramos que Juan al fin es útil para algo y que Lucía es una excepcional maestra. Les advierto: no acepto una negativa por respuesta, los tiempos no están para negarse a cenar con amigos.

No me agradaba la idea, no obstante, su amigo se veía bastante amable y fue imposible no negarme a ayudarlo; contaría por mucho veinte años, y desde lo que vi, por alguna razón, me cayó bastante bien.

- Está bien, lo de la cena ahórratelo, terminemos esto rápido.

Juan aprendió a usarlo en menos de media hora, por lo que no tardamos en ponernos a jugar a las escondidas y otros juegos de la infancia. Tenía años sin correr y divertirme tanto. Los tres sin duda afectados por la pandemia, parecíamos estar sumidos en un estado de euforia y absoluta alegría; risas, gritos, una que otra caída, peleas por niñerías, así corrió el tiempo.  Por un momento olvidé que acababa de conocer al chico y que José le había roto el corazón a mi hermana; por un momento fuimos los mejores amigos del mundo, y los problemas de mi hermana y del mundo cesaron de existir.  Terminamos exhaustos, y al final accedí a cenar con ambos. 

Mientras platicábamos y reíamos abrí una botella que había comprado a inicios de la pandemia con la esperanza de destaparla cuando toda esta desgracia acabara. Después de agotar hasta la última gota, José y su amigo se despidieron, no sin acordar que nos veríamos la próxima semana para continuar con la partida de juegos. Luego procedimos a despedirnos como amigos de toda la vida y nos dimos las buenas noches.

Cuando me disponía a dormir, escuché que alguien tocó el timbre, la voz de José respondió:

- Lucía, olvidé mi celular, disculpa. -Su celular, estaba en el sillón, y yo estaba demasiado cansada, así que le dije que pasara, aún no cerraba con llave.

-Muchas gracias – me respondió mientras entraba. Después de cambiarme salí a ver si ya lo había tomado y se había ido. Cuando salí estaba mandando un mensaje mientras se dirigía la puerta.

- ¿Ya lo encontraste?

-Sí, gracias, estaba en el sillón. Oye, que bien no la pasamos hoy, ¿no crees? Tenía meses sin reír tanto y pasármela tan bien.

-Sí, igual yo, estuvo bien -me dirigí a la cocina a tomar un vaso de agua, sin embargo, el garrafón no estaba puesto.

-Espera, yo te ayudo -mientras cargaba el garrafón no pude dejar de observar sus brazos. El alcohol había inflamado mis sentidos; no lo veía tan feo como antes y en mi limitado entendimiento comprendía por qué mi hermana se había enamorado. Cuando terminó de colocarlo, nos miramos fijamente y me besó. Transcurridos unos segundos comprendí que besaba a alguien ocho años menor que yo; para él debía ser una fantasía cumplida…quizá sí, quizás no, pero yo no pude separarme de sus labios. Me había gustado besarlo, y deseché la idea de que me había gustado por los efectos del alcohol. Acto seguido me tomó de la cintura y me juntó a él para sentirlo y despojarme de mi ropa. Llegamos a mi cuarto, las luces estaban apagadas, y yo volvía a recordar la desesperación de los que tenía a los veinte años por sentir la piel de otra persona; la necesidad que tenía por sentirme deseada o amada por alguien:

-Eres bellísima, me encantas. -Le escuché decir mientras me quitaba la última prenda, y me pregunté de nuevo si ese deseo suyo por mí existía desde que salía con mi hermana y yo lo veía como un sujeto sin gracia alguna:

-No sabes cuánto había deseado este momento, Lucía. -Le escuché decir mientras cumplía en mí todo su deseo.

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A la mañana siguiente pensé en culpar al alcohol, aunque fuera mentira, pero ya no tenía la edad para mentirme a mí misma con fruslerías. Sólo me dio los buenos días y se vistió, mientras que yo me alisté para moverme al escritorio a trabajar. Esta vez la clásica escena de dos personas que se despiden con la frase “iré al trabajo” después de una noche de sexo no tenía cabida; él ni siquiera tenía trabajo o clases presenciales y mi oficina estaba cerrada por la pandemia.  Por lo que, cuando le abrí la puerta me dijo: - “mañana no se conectará mi profesor, podría verte un rato”.  - “Ya veremos”- respondí.

No dejé de pensar todo el día en que había intimado con el ex novio de mi hermana, y que para el colmo me había gustado sobremanera. Sentía una mezcla de culpabilidad y vergüenza mezclada con un desasosiego y confort corporal que alguna vez dudé haber vivido. Es probable que lo haya sentido, al menos en una ocasión, seguro que sí, sólo que ya no lo recordaba. Quería llorar y al mismo tiempo reír; quería recordar y al mismo tiempo olvidar; quería decir que no y al mismo tiempo decir que sí; quería no sufrir y al mismo tiempo amar: Quería vivir hasta donde este estúpido aislamiento me lo permitiera.

 A la mañana siguiente le mandé mensaje; acordamos vernos por la tarde. Y así fue; inmediatamente que entró, se quitó el cubrebocas y me besó la boca con esa delicada pasión que me recorría en escalofríos todo el cuerpo. Si anoche no me había importado que tuviera el virus en su saliva, hoy no tenía sentido que me empezara a importar. De la nada recordé que era guapa, que había sido el adjetivo más frecuente para mi persona, pero jamás imaginé que tuviera tantos atributos físicos como él con sus manos y su voz me los hacía notar y saber. Mordidas por aquí, mordidas por allá..., besos justos, ahí, en mi suspiro... Repasaba insistente cada una de mis formas, y yo acariciaba su cuerpo que gritaba a los cuatro vientos por sentirse correspondido y amado. Me tocaba como si conociera los puntos que más disfrutaba sentir, y por un momento me pregunté si tenía algo de relación con que su exnovia fuera nada más y nada menos que mi hermana. ¿Sería posible que mi hermana y yo sintiéramos igual, las mismas caricias, los mismos puntos detonantes de placer, la misma tristeza, el mismo amor? 

-José, ¿te imaginabas haciendo el amor conmigo?

-Sí, muchas veces. En secreto, a solas, o en compañía de tu hermana, en la mesa con tus papás, me lo imaginaba y disfrutaba imaginarlo. Cuando salías con sujetos que ni siquiera te agradaban, y yo me percataba que sólo salías con ellos para no hacerlos sentir mal o no sentirte a solas contigo; yo fantaseaba con hacerte el amor y provocarte todo eso que ellos no podían provocarte. Siempre te deseé Lucía, siempre deseé tu alegría desenfadada, tu soledad y desesperanza, tus caprichos por exceso de feromonas, y tu mirada que siempre esperaba, que ya no espera…

Tenía razón, yo en el fondo, anhelaba ser amada por alguien que me igualara o me superara. No tenía certeza si José me igualaba o superaba, pero sí estaba segura de lo plena y feliz que me sentía estando desnuda a su lado. No obstante, aún esa terrible duda me embargaba:

-José … ¿Cuándo estás conmigo…? piensas también en mi hermana?

Se quedó un momento callado.

-No, no lo hago.

- ¿Por qué lo pensaste?

- No lo pensé, sólo que me sorprendió me preguntaras eso. ¿Por qué lo preguntas?

Quería decirle que cuando me tocaba lo hacía siempre en mis puntos preferidos. Que me tocaba como si me conociera de años, que parecía como si me conociera a la perfección, e intuyera con malicia, todas las cosas que hacían regocijarme de placer. Pero no le iba a elevar el ego; bastantes experiencias habían tenido con narcisistas. Y, además, llegué a sentir que en el fondo no me importaba con tal de ser feliz. AL fin y al cabo, se trataba de mi hermana, y no de una desconocida, y no podía negar que era mi hermana, y que en la sangre es casi seguro que venga codificado también la forma de sufrir y sentir.

-Olvídalo, sólo recordé que somos hermanas.

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Los días, las noches, las mascarillas por el suelo con nuestras ropas, él y yo, y el mundo afuera infestado de muertes y contagios. Fue hasta entonces que pude comprender la ansiedad que interrogaban mis amigos, y así me pregunté entonces cómo es que olvidé lo bien que sentía ser deseada, y quizás, amada. Tenían razón, vivir aislados, encerrados y sin alguien con quien compartir las horas de aislamiento, es algo que a nadie le deseo y que ya no pretendo de nuevo vivir.  Días, semanas, meses, en las tardes sin nada que hacer, abría la puerta, dejaba caer mi bata y la felicidad no tenía fin. Si él tenía una hora libre, apagaba la cámara web, suspendía la computadora, y me encerraba para demostrarme lo mucho que me adoraba.

-Lucía, ¿sabes que te adoro con locura, lo sabes, ¿verdad?

-Lo sé, lo sé -yo me reía siempre a la par que le hacía cosquillas y le besaba esa boca de veinteañero ansioso que tenía.

- ¿Crees que acabe algún día todo esto?

-No lo sé querido, no lo sé.  Pero podría nunca acabar, y no me molestaría, ¿y a ti? -Pregunté mientras recorría su pecho con mis dedos.

-Tampoco. ¿Pero y si acaba pronto? ¿Qué será de nosotros? -Me miró con sus ojos inquietos y llenos de inocencia a punto de agotarse, con esa mirada que está a punto de despedirse de una etapa de la vida en la que se deja de descubrir y de sorprenderse con la misma intensidad para vivir cada momento a plenitud y conciencia. ¿Se acostumbraría a mí como a la pandemia? Cuándo salga de nuevo al mundo; ¿dejará de sentir deseo por mí? ¿Me convertiré en su rutina o hábito como lavarse las manos o subirse el cubrebocas? No lo sabía, no podía saberlo, y mejor que fuera así. Por primera vez en mi vida no podía visualizar a partir de una piedra el destino de una edificación:

-  Sí acaba…, sí acaba habrá que comenzar todo de nuevo… ¿Divertido, no crees?

Transcurrió un silencio más largo que todas las pandemias ocurridas y por ocurrir, más largo que el tiempo que alguna vez esperamos para sentirnos amados, y aún más largo que la necesidad del affaire.

- “¿No crees?” – respondió con tono burlón y soltó una carcajada suave pero pilla-: ¿Tú qué crees Lucía?

No creía nada, nunca le creería nada, tan sólo sentí sus labios tibios, me acomodé la sábana en el pecho, y me dejé caer en un suspiro. 

*Luis Vargas, Puebla, Pue, (1996). Se debate entre la literatura y la ciencia. Apasionado de ambas disciplinas, ha traducido a Lord Byron y Robert Browning en revistas nacionales. Antes de ser escritor, es lector, y siempre lo será hasta que la vista y la vida lo permitan. Actualmente se dedico a la investigación y es candidato a Máster en Biomedicina y Biotecnología por el CICESE.

miércoles, 20 de octubre de 2021

"Flamenco" pinturas de Cristiane Ventre Porcini

Nombre: Flamenco 
Técnica: Óleo sobre tela
Medidas: 40*30cm 
Ano: 2021


Nombre: Dancing Waltz
Técnica: Óleo sobre tela
Medidas: 40*30cm  
Año: 2021


Nombre: The beach
Técnica: Óleo sobre tela
Medidas: 40*30cm  
Año: 2021

Nombre: The violinist 
Técnica: Óleo sobre tela
Medidas: 40*30cm  
Año: 2021

Nombre: Girl with a rose dress
Técnica: Óleo sobre tela
Medidas: 40*20cm 
Año: 2019

Nombre: The moliceiros
Técnica: Óleo sobre tela
Medidas: 40*30cm  
Año: 2021


*Cristiane Ventre Porcini, Brasil, licenciada en pedagogía, pinta de manera amateur, ha participado en exposiciones colectivas virtuales y exposiciones en Sao Paulo del Asociado Paulista de Bellas Artes.

martes, 19 de octubre de 2021

"El Séptimo Día" relatos de Ronnie Camacho Barrón



Los últimos

Estoy por marcharme del único mundo que he conocido y realmente no siento nada, pocas veces he probado bocado, pero jamás he saciado mi hambre, la oscuridad de los cielos nunca me permitió ver el sol y aunque ya no hay ruidosas ciudades, nunca he podido conciliar el sueño.

Mi nombre es Elías Salas, soy el capitán del arca espacial A-001 y soy parte de la generación Z, no aquella nacida entre los finales de los noventa y principios del 2000, sino la última que nació después de la guerra “Zombi”.

Todo ocurrió en el 2180, cuando la humanidad estaba al borde de la extinción por la falta de recursos, las guerras y enfermedades sumamente infecciosas que se esparcieron por todo el globo.

En busca de preservar la vida, las mejores mentes del planeta idearon un gen que podía convertir a las personas en seres virtualmente indestructibles, en secreto lo implementaron en las zonas de mayor conflicto y enfermedad, esperando que todas sus simulaciones y experimentos funcionaran en la realidad.

Para suerte del mundo, el gen funcionó o al menos lo hizo en un principio, pronto las personas comenzaron a curarse de las distintas enfermedades, el sueño y el cansancio habían dejado de ser un problema e incluso las más potentes armas no podían hacer ni mella en los cuerpos de los humanos con el gen en su interior.

De a poco la vida volvió a prosperar, las enfermedades habían desaparecido y las guerras ya no tenían sentido si el enemigo no podía morir y justo ese fue el comienzo de los problemas.

Aunque el gen en un principio había logrado su cometido tenía un efecto curioso en quienes lo poseían, pues todos presentaban un hambre voraz que solo podía saciarse con la carne de todos aquellos que no contaban con el gen.

Fue así como la guerra Humano-Zombi se apoderó del planeta y aunque los humanos lo intentaron por años, no pudieron frenarnos.

Nosotros la generación Z somos descendientes de aquellos impregnados con el gen, nuestros padres devoraron al mundo y aunque nosotros conservamos el intelecto y la razón, también heredamos su hambre. 

El problema, es que en este mundo muerto solo quedamos nosotros, ya no hay más comida y nuestra única opción es buscarla en otros mundos.

Mi arca espacial está lista para despegar, espero que a donde sea que vayamos…encontremos comida.

 

El Séptimo Día

Apenas dan las 5:00 de la madrugada, mi pesadilla comienza, como cada noche desde hace seis días, un trió de demonios emergen del infierno con el propósito de llevarse a mí humana.

—¡No de nuevo, ya no más! —grita desesperada.

—No tengas miedo, esto terminará esta noche — prometo antes de plantarme frente a ella.

Al verme sacar las garras, los seres del averno retroceden, han aprendido que no soy cualquier enclenque, los ojos perdidos y las manos destazadas, son la prueba de que este antiguo gato callejero, se convertirá en un fiero león con tal de protegerla.

—¡Ataquen!  —ordena el líder y pronto, mordidas, zarpazos y bolas de fuego comienzan a volar.

A pesar de que me superan en número no me amedrento y hábilmente, paso entre las piernas de dos de ellos, rasguño sus pantorrillas para hacerlos caer y cuando los tengo en el suelo, los culmino con una certera mordida directo a la yugular.

—¡Dante cuidado! —ella me advierte, pero es muy tarde, el demonio líder me patea y presa de la gravedad, termino impactando de lleno contra una de las lapidas del cementerio.

Trato de incorporarme, pero me es imposible, mi boca sabe a sangre, apenas si puedo respirar y  un dolor punzante en mi costado, denota el gran número de costillas rotas.

—Pensé que ustedes siempre caían de pie —se burla mientras se acerca a mi niña.

—¡Dante ayúdame! —su voz despierta mi instinto protector y a pesar de mis heridas, ignoro el dolor y corro hacia ellos.

De un salto trepo a la cabeza del demonio y entierro mis garras en lo más profundo de sus corneas, haciéndolo gritar de dolor mientras trata de apartarme, pero yo me aferro.

Solo debo esperar un poco más, apenas llegue el amanecer del séptimo día las puertas del cielo se abrirán y el alma de mi dueña, tendrá la oportunidad de ingresar al paraíso.

Casi desfallezco, pero logro mi objetivo y cuando los primeros rayos del sol despuntan en el horizonte, las puertas aparecen frente a ella y el demonio que nos aqueja explota en mil pedazos al contacto con la luz.

—¡Dante! —trata de acercarse.

—¡No vengas, entra a las puertas!.

—Pero vas a morir y es por mi culpa... —sus ojos comienzan a humedecerse.

—Tú me diste un hogar cuando no tenía nada, aunque tuviera mil vidas, jamás me arrepentiría de morir por ti.

Al escuchar mis palabras su llanto se desborda, pero al final obedece y cruza las puertas que le darán el descanso eterno, me alegra saber que aquella bella imagen, será lo último que veré.


Memento Mori

Mi abuela solía decir que “La muerte está tan segura de su victoria, que nos da toda una vida de ventaja”, nunca supo cuánta razón tenía, pues cuando ella murió, vi como el negro ángel de la muerte vino por su alma.

Fue así, que a sabiendas de que nada importaba y de que eventualmente mi destino sería el mismo, abandoné el rancho que por generaciones había pertenecido a mi familia y salí en busca de la gloría que nunca tuvimos.

A base de plomo y sangre, me hice de una reputación y pronto fui conocido como Javier “Tiro Certero” Murrieta, uno de los bandidos mexicanos más grades del Salvaje Oeste, temido e idolatrado por todos los gringos a la vez.

Durante años y a lo largo de mis atracos volví a encontrarme con la muerte, ella aparecía ante mí con cada hombre que mataba y aunque siempre intenté entablar una conversación, la parca nunca me dijo nada, hasta hoy.

Hace poco, mientras dormíamos, un coordinado grupo de Sheriffs y alguaciles se adentró sigilosamente en la guarida de mi banda y mató a todos mis hombres, yo no corrí con tanta suerte.

A mí me han aprendido y encerrado dentro de una jaula, tirada por caballos y rodeado por los cadáveres putrefactos de mis compañeros.

Llevamos horas de trayecto, apenas si resisto el aroma y desde que salimos de mi guarida, la muerte nos ha estado siguiendo sin dejar de recitar las siguientes palabras “Memento Mori, recuerda que morirás”.

Supongo que cuando lleguemos al pueblo, será el fin de mis aventuras.

                                       

*Ronnie Camacho Barrón (Matamoros, Tamaulipas, México,1994) Escritor, Lic. en comercio internacional y aduanas, y Técnico Analista Programador bilingüe. Ha publicado 2 Novelas "Las Crónicas del Quinto Sol 1: El Campeón De Xólotl" (Amazon 2019) y "Carlos Navarro y El Aprendiz Del Diablo" (Editorial Pathbooks 2020), también 10 libros infantiles por mencionar algunos "Friky Katy", "¿Tus papás son vampiros?", "El pequeño Rey", "Los Guardianes del bosque" y "Erika otra vez", todos con la editorial Pathbooks y traducidos en más de 6 idiomas, su más reciente obra una antología de cuentos titulada "Entre Nosotros” (Amazon 2021).  Colaboró en 9 antologías y muchos de sus cuentos, relatos y ensayos han sido publicados en más de 80 revistas y blogs nacionales e internacionales.

 

lunes, 18 de octubre de 2021

"Recreo" Una reflexión acerca de “El Juego del calamar” de Francisco Tomás González Cabañas


Etimológicamente es crear algo de nuevo. En el ámbito educativo, es el tiempo en donde se puede volver a interactuar sin las estipulaciones normativas dimanadas por la institucionalidad, bajo la égida del mando-obediencia y la dinámica de la autoridad disciplinar. Educados para formar parte de un mundo automatizado y tecnocrático, cada vez son más las voces que se agolpan para advertir que la educación tal como la entendemos no forma ciudadanos para una democracia que ofrezca la posibilidad de decidir. Desde la perspectiva del ocio, del entretenimiento, volviendo a valorar lo prioritario por sobre el negocio (que es precisamente negar la creatividad y el pensamiento) una serie de streaming, con altos índices de popularidad “El juego del calamar” escenifica con precisión quirúrgica las condiciones (sociales, políticas y económicas) infernales en las que hemos transformado nuestro existir de un tiempo a esta parte.

La serie surcoreana impacta con crudeza, llevando al extremo la condición lúdica que rememora los tiempos de la infancia. La universalización del problema de clases, desde Marx mediante, pinta la desgracia del perteneciente a la media, que sin ser rico, pero tampoco sin ser pobre del todo, cree tener el derecho, la posibilidad y conserva el deseo, de imposible concreción, de “ganarle” al sistema. Cantidades ingentes, como en cualquier otra aldea de occidente, de hombres y mujeres con deudas, con carencias materiales y económicas, criadas y educadas para “tener” ven cómo sus sueños se hacen añicos y en lo cotidiano sus vidas acaban por ser pesadillas funestas de nunca acabar.
Al no poder acudir a otras formas de relación que no sean mediante el intercambio de bienes y servicios mediante el dinero, caen en la perversidad de los más ricos que al tenerlo todo, viven, miserablemente, a nivel espiritual como los pobres a nivel material.

La miserabilidad se consuma arruinando la inocencia de la niñez. Transforman los juegos infantiles en carnicerías humanas, en donde se pone en evidencia el canibalismo de nuestra sociedad, so pretexto de la libertad “in extremis” en contexto de individualidad e individuación que disrumpe la condición del sujeto como ser gregario. Tal como lo fue el cuadrado negro de Malévich, la crudeza determinante es la imagen seriada que nos propone “El juego del calamar” el acereracionismo insustancial y vertiginoso de comernos a nosotros mismos para cumplir con ese otro como significante amo que nos impele a obedecer, acumulando o teniendo, al memos la víscera del semejante.
La perversidad que socava la dignidad de lo humano, recreó la escenificación infantil para montar una realidad paralela, tan cruel o infernal, como la cotidiana a la que quieren escapar los desgraciados que voluntariamente se inscriben en el juego para ganar dinero.  

La cuestión finalmente, es la de nunca y la de siempre, ¿quién pone las reglas de juego? Asimismo la asociación pertinente, ¿acaso siempre los que ponen las reglas son los que ganan o los que deciden quiénes ganan y quiénes pierden? No deja de ser ésta una pregunta retórica y recurrente, que en la versión filmada gana adeptos dado que nos interpela no como responsables sino como víctimas.

En tal victimización, el reaseguro de seguir contando con esta vida y no ponerla en juego, por unos billetes o por la propuesta de los ricos que no seremos, funge como aliciente, como sagrada resignación de que por un aborto de la naturaleza esto cambiara´ o de lo contrario, tal vez tanto desasosiego sea compensado en un supuesto más allá por la idea de un dios benévolo.

En la propuesta lúdica, existe un salvoconducto democrático. Los participantes del “Juego del calamar” pueden votar para terminar el juego y darlo por acabado, en caso de obtener una mayoría. No sólo esto sucede, sino que sirve para poco o lo que es peor, para lo contrario. La arista democrática, no hace más que fortalecer el juego y su participación. Los que votaron por salir, salen ellos y hacen salir al resto, para después en poco tiempo, comprobar que la vida cotidiana es tan dura como el juego y de allí que decidan volver a entrar. Tal como en la democracia política, no pueden no caer en la tentación de la expectativa y de la posibilidad.

Claro que la pregunta, acerca de las decisiones y de quiénes las toman, no se responden ni se responderán. Pasa a ser una cuestión dilemática.
Tenemos pistas, o al menos a eso nos dedicamos los teóricos. Crearnos de nuevo, en esa significación tan de moda de “reinventarnos” anida la disposición al recreo. En tal tiempo para nosotros, podemos predisponernos con lo mejor hacia el otro, y repensar, cómo recrear comunidades en donde todos tengamos algo que ver con la disposición de las reglas. Escuchemos el siguiente aporte, por parte de la autora, entre otros trabajos del libro La sociedad sin atributos: “La captura de la democracia por parte del neoliberalismo supone un problema grave. Reina la certidumbre, entre los intelectuales neoliberales y los políticos, de que los mercados deciden mejor que la gente” (Brown, W. CTXT, 2017, 2:00. Qué hacer II. Avance de la entrevista con Wendy Brown. YouTube.)


*Francisco Tomás González Cabañas, Argentina. Licenciatura en Filosofía (USAL) (1998-2001). Licenciatura en Psicología (UP) (1998-1999)- Licenciatura en Ciencias Política (UCA)(1999-2000). Escritor de las novelas: “El Macabro Fundamento” en el año 1999. Editorial Dunken. “El hijo del Pecado” Editorial Moglia. Octubre de 2013. “El voto Compensatorio”, Editorial Ediciones Académicas Españolas, Alemania. Abril de 2015. “La Democracia Incierta”, Editorial SB. Junio de 2015. “El acabose democrático” Ápeiron Ediciones. Agosto de 2017. “La democracia africanizada”. Editorial Camelot. Junio de 2018 “Interdicciones filosóficas, políticas y psicoanáliticas”. Edición de libre circulación, no al libro como objeto, sino como vehículo de pensamientos. Premios y Distinciones: Mención especial en el Concurso literario anual de 2004 organizado por la subsecretaria de Cultura de la Provincia de Corrientes, premio Hernán Félix Gómez con el ensayo ·Homero, precedente filosófico de occidente”. Se anexa certificado. Primer premio, medalla alusiva, categoría Ensayo, Editorial Décima Musa, Buenos Aires, ceremonia de entrega en la sede de la SADE Argentina, con el ensayo “Dios es lo que no es el hombre”, año 2004. Mención Especial en las Primeras Jornadas de Filosofía Política, organizadas por la UNNE, con el ensayo “La política contemporánea sinónimo de antidemocracia” año 2013. Diploma de honor “Escritores de la Nación”. Entregado por el Honorable Senado de la Nación Argentina y la Sociedad Argentina de Escritores (Sade). Junio de 2018.

domingo, 17 de octubre de 2021

"Flores en mi ventana" pinturas de Odi Benitez


Nombre: Visita que trae alegría
Técnica: Óleo sobre lienzo
Medidas: 30*40cm
Año: 2019



Nombre: Tarde de lluvia en la ciudad
Técnica: Estatulado de oleo sobre lienzo
Medidas: 30*40 cm
Año: 2019



Nombre: Renacer
Técnica: Óleo sobre lienzo
Medidas: 35 x 70 cm
Año: 2021



Nombre: La burrerita de Lambaré
Técnica: Óleo sobre lienzo
Medidas: 70*70 cm
Año: 2021



Nombre: 
Técnica: Mixta entre pinceladas y espatulado de oleo sobre lienzo
Medidas 30*30cm
Año: 2020



Nombre: Claro de luna
Técnica:Óleo sobre lienzo
Medidas: 30*40.cm
Año: 2019



Nombre: Ciervo al amanecer
Técnica: Óleo sobre lienzo
Medidas: 30*40 cm
Año 2019


*Odila Concepción Benítez Franco, nació en la ciudad de Asunción, Paraguay. Se recibió de Educadora de Párvulos (Maestra Jardinera) en la Universidad Católica Ntra. Sra. De la Asunción en 1985. La mayor parte de su vida la dedica a la educación de los niños con capacidades diferentes por medio del arte. En el año 2019 estudió pintura con la Licenciatura en Artes Lorena Viveros en el Taller de Arte Lelé y en 2020 en Estudio Abierto, con la Lic. Diana Velaztiqui.