Ver una entrada al azar

domingo, 29 de mayo de 2016

Primera Estiba (Por Mary Carmen Castillo)

Primera Estiba

Jalalpa
o
La reproducción de la desesperanza




No puedo contemplar más tu pobreza
la delgada línea en que te rompes
tu vida es ese cuerpo calcinado
por una chispa mortífera
todo es así
trabajar y odiar   bailar y esconderme.


••
Desde lo alto
                   alto
                        alto
de tu vida en obra negra
                                   contemplas
la podredumbre que te espera
el futuro que ya te está esperando.


•••
Me convertí
en un incendio forestal
de esos que –dicen-fueron provocados…
Tal vez sí arrojé algunos //miles//
de cigarros encendidos
quizá dejé algunas //todas// mis fogatas
de mi niñez en Meztitla
ardiendo
y es posible, sí, que ande siempre enamorada.


••••
Mi hermana                eres un ser acuático
para ti el agua corre violenta con la lluvia
inunda tu casa y se lleva arrastrando a tu hijo
corre sobre la piedra grasienta enjabonada
corre fustigada por la sanguaza de tus manos llagadas
corre por entre las cañadas     maloliente amenazante
lleva en andas un cuerpo //mi hermana//
un cuerpo de mujer  //podrido// como el tuyo.


•••••
La espalda recta
jovencísima varilla carne y metal
también tu cuerpo quedará en obra negra
lo que hay es aún nuevo
en veinte años será lo mismo
                                               pero sucio viejo y manchado.


•••••
Yo junto a ti he sido
ésta
inútil
nadie puede contra el concreto que hacina.
No yo  //  por cierto.


•••••
••
Cuerpos grises cubiertos de pintura descascarada
inmensa ballena inorgánica varada
Nao des follies con su cargamento de insania
y fiestas de XV años y podredumbre.


•••••
•••
Trepa la empinada escalera
de la miseria que no da cuenta de sí
hasta tu puerta
franqueada por una veranda de caballitos de mar
chambelanes concretos de tu presentación en sociedad
y mira desde lo alto tu reino marginal
princesa.


•••••
••••
Mis hermanas amanecen sus pasos
marchando sobre las aguas negras
ellas//  no se saben hermanadas a mí
            sus perfumes son puntas que miran con sus filos hacia afuera
            los míos por el contrario me envuelven protectores
pero a todas nos defienden
del hedor del agua agusanada.


•••••
•••••
Tiene que estar roto
es así
no puede ser de otro modo
su lenguaje                  sonido sibilante
                                      rampante
                        vocalizado
            pequeños cantores de barrio
dicen
sus palabras rotas o huecas o quebradas
o pulidas o tuneadas o lascivas o
atascadas o ensangrentadas o con risas
            pero rotas  //  eso se sabe.


•••••
•••••
El Amor conoce estas calles
no es delicado ni bello
sino duro seco descalzo y sin casa
vive en la indigencia y tiene el cuerpo
cubierto de costras que se arranca
y se mete distraído en la boca
para masticarlas
mientras elige a sus presas
de entre los cuerpos excitados que bailan
                                                      en las fiestas.



•••••
•••••
••
Y el viento allá es bronco y de montaña
y el cielo es como los demás cielos
y el cielo se hace azul como otros cielos
y pareciera                                                             que podría
                           por un momento de lirio
ser la contraparte de una tierra negra y pura.


•••••
•••••
•••
El viento acá es una ríada intangible
de un aliento poderoso
es cascada invisible y una mano inmensa
que limpia y engaña la memoria.



•••••
•••••
••••
En esta sima tan alta
todo se empodera
si llueve el agua se vuelve caudal
     ríada   furia   vendaval líquido que arrasa
            ¡quítate    quítate!
si no llueve el agua se vuelve
     miasma que respiras   heces invisibles
            pulmones clausurados
si cae la neblina el agua se vuelve gasa
    incorpórea de hielo que te envuelve
y si te enamoras el agua se torna en diamante
            orgánico    diminuto
jacaranda en flor   desflorada   satisfecha   alarmada
     ahíta   preñada.


•••••    •••••
•••••   
Nunca vi un diente de león en la Sima
sólo//     unas rositas diminutas
aferradas a la piedra blanqueada por el sol
lejos del pavimento.


•••••    •••••
•••••    •
El corazón sitiado
siempre hambriento
            el miedo cabalgaba en mis arterias
            la vida no valía ni el suspiro
el sol era horrible y calcinaba
            todo
cruento            atroz                hiriente.


•••••    •••••
•••••    ••
Y huí
Adonde no tengo que verte
Adonde la obra negra está cubierta
            por anticuados coloniales acabados de cemento
Adonde sé que existes           pero lejos
            lejos de mi corazón//  pájaro de luz recién nacida

Lejos.

(Por: Mary Carmen Castillo - México)

miércoles, 25 de mayo de 2016

Dos Monedas Calientes (Por: Diana Carolina Gutiérrez)




Esa tarde hacía un sol para morirse. Como siempre tomé el bus 190 para dirigirme al instituto. Llevaba un short azulado y una blusa vaquera, sudaba mi rostro desesperadamente. Saliendo de casa caminé con el letargo propio de los días calurosos donde un vaho que brota del asfalto se roba el aliento y entorpece cada paso; vigilantes del barrio me silbaban quedito como evitando ser oídos por las ancianas que divisaban en la ventana, jóvenes entre el humo de un porro soltaban frases obscenas respecto a mi sabor. ¿A qué rayos sabe una mujer? obreros de la construcción cerca de la avenida con sus ojos desorbitados por la luz y el trabajo duro hicieron de mí una diosa envilecida; en la esquina, doblando, un conductor miraba ostentoso, seductor y serio pretendiendo que una máquina lo hace ser más. Tomé el bus y hombres como jaurías enseñaban sus colmillos con sarro amarillento, miraban mis piernas y yo ahogada me senté apresuradamente en la silla de atrás. El camino sigue y por la ventana, escenas en este día caliente como el mismísimo infierno, no distan mucho de lo que vivo yo: féminas cualesquiera ante las miradas de lo público, ante los perros que se relamen olfateando rabos, olfateando la mierda perfumada de las señoritas; mujeres que se pavonean en las aceras, mujeres que desean ser vistas, mujeres que huyen, mujeres de iglesia, mujeres-objeto bañando los días de erotismo. También hay homos, homo- sapiens, homo-erectus, homo-sapiens-no-sapiens que devoran con sus ojos el instinto.

Luego de la desazón que deja el morbo, disfruto del viaje. Siempre he amado los cortos paseos cuando saco alguno de mis libros y las sombras de los árboles o los edificios se proyectan sobre cada página como una obra hecha de dos universos paralelos. Mientras observo la doble ciudad sobre las letras que van pasando a la velocidad del bus, la voz del conductor se dirige a mí:

-   Niña, su pasaje…

Ya casi debía bajarme y había olvidado pagar al sentarme rápido evitando a los perversos observar mi culo por largo rato. Un culo gordo, un culo rosado, un culo redondito como un postre, un pobre culo en una hambrienta cuidad.

Entonces deseando no haberme puesto aquella ropa, me dirijo a la cabina de conducción y pago. Ya que allí me encuentro, ante todas las miradas, incluso las de mujeres que atacan visualmente, para criticar, envidiar, para querer ser y decido esperar la devuelta. El hombre con rostro de sharpei viejo, sudando la gota gorda, me vuelve dos monedas que arden; están calientes, como el día, como las lenguas de los hombres, como mi culo y los ojos venosos del conductor.

Las empuño y vuelvo al asiento - Menudo día caliente - Me pregunto si no debo vestirme así, si estoy mal de la cabeza, si no cumplo mi función. Me pregunto si debo salir cubierta hasta los huesos, si es mi culpa por las piernas, por la carne, o quizás son otros los locos, los perdidos, los del irrespeto, esos que silban en la noche como llamando a las aves más fecundas.

-   No hay remedio, ciudad puta.

Siento mi cuerpo arder en llamas, como si las dos monedas quemaran mis brazos y enviaran corrientes flamantes a mi ser. Casi colérica las lanzo por la ventana y las veo rodar calle abajo… ¿A qué sabe una mujer de mi ciudad?

– A sal, debe saber a sal, a ese sabor extraño que deja el dinero y el sudor en la palma de la mano.

domingo, 22 de mayo de 2016

De los Caminos Invisibles (Por: Cecilia Oliveros)




Mucho se ha dicho y se dirá de los trayectos oscuros y silenciosos que transitan alrededor de nosotros, rutas que solo son perceptibles en el punto ciego de nuestra visión, o solo a través de ese hormigueo ocasional en la nuca cuando baja la temperatura y tenemos la sensación de que algo es anormal.

Tenemos, desde nuestro nacimiento, la intuición de su existencia. Mientras crecemos, su presencia se nos hace más palpable, hasta que llegamos a cierta edad en nuestras vidas en que comenzamos a tratar de convencernos a nosotros mismos de que no existen. Para cuando lo conseguimos, y por fin hemos dejado atrás todas nuestras dudas, es nuestra hora de entrar en ellos. Nos percatamos allí de que dedicamos gran parte de nuestras vidas a creer una mentira, de que Ella estaba siempre detrás de nosotros, esperándonos, creyendo, aun cuando solo dijésemos que solo eran nuestros nervios. Que Muerte no vendría personalmente a invitarnos a seguirla y ofrecernos café para el camino. Para los Caminos Invisibles.

Ningún mortal ha pisado los Caminos Invisibles. Solo los Inmateriales. Por ellos deambulan las almas, los espíritus, las Parcas, los Eternos, las Furias y todos aquellos que no necesitan algo tan mundano como la carne para ser reales. Y nosotros también, cuando nuestra estancia en este plano haya finalizado, cuando sea nuestro tiempo de iniciar de nuevo el viaje. Para entonces, las personas comunes dirán que hemos muerto. Pero no, no es así de simple. Habremos entrado a los Caminos, estaremos un poco aquí, un poco allá… realmente no tiene importancia. Pues nadie vivo ha trazado algún mapa o relato de los Caminos Invisibles. Solo los Inmateriales. Y ellos no lo revelarán.

Por lo tanto, si alguna vez estas al borde de los que los demás llaman muerte, o un dolor inmenso paralizan tu corazón o te encuentras en una situación mortificante y sangrienta, no te preocupes. Piensa que de un momento a otro, iniciarás el viaje, entrarás a los Caminos Invisibles. Con suerte, regresarás a casa.

De Nox, Editorial Ave Lamia, México 2015.





Cecilia Oliveros es una escritora independiente desde sus inicios en la adolescencia. Sus escritos se encuentran en los terrenos de lo fantástico, lo escabroso, el terror, la ciencia ficción, y últimamente desarrolló un gusto por lo ciberpunk. Su primera novela “Los Aniquiladores de Planetas: Origen” está siendo publicada como un serial en su blog, www.otakusamasensei.wordpress.com, en donde además saca algunos artículos de cosecha personal sobre autores, cómics y manga. Nació, vive, y posiblemente morirá, en la provincia veracruzana.

Twitter: @OtakusamaOrochi
Goggle +: Ceci Oliv

Facebook: https://www.facebook.com/otakusama.orochi

sábado, 7 de mayo de 2016

Armonías (Por: Lohengrin Jaramillo)



I


La Radio gime úteros caleidoscópicos, miedos animales en el alba, la radio escupe eléctricos torsos de
ritmos feroces y solitarios…
Es el artefacto saludando la vigilia, anuncia el sofoco de las casas, con ojos autómatas hiere sus
orificios sordos a la luz, clama por los furores humanos, nocturnos.
En el ruido de un nuevo día… es el artefacto que grita la música del verano, te anuncia en la mística de
su boca mecánica, te acerca ligera y melancólica entre laberintos de asfalto y metal rodante.
Entre el acoso de resonancias saturnales, tus làgrimas lubrican cuencos abismales, làgrimas que hacen
ríos por la transfiguración del amor y los tiempos, làgrimas que esculpen las pasiones glaciales; Tus
mejillas se alzan sobre la desesperación de la ciudad y sus horas.

II


Ignora esos títeres que remojan sus lenguas en los lagos de la “ciencia”, ellos solo saben discurrir
inadvertidos ante nuestra angustia moderna.
Pero ya no le preguntes al viento lo que quiere, él inocente, todo lo toma, todo lo deja,
Porque cuando todo se siente y todo te expulsa, los pensamientos gravitan torpes como enanos
obstinados que chocan con el hielo de los astros.
Mira como el aguilucho muere libre fundiéndose en la luz, mientras el chirrido agudo de las ciudades
arrastra sus deformes caravanas.

III


Inquieta y ruidosa saludas de nuevo el verano, vuelve a tu reposo, desliza tu piel sobre esa alcoba
nocturna y solitaria
Serena ya tus máquinas, que los fuegos oníricos son manantiales de perfumes que embriagan, naciones
fantasmas florecen en tu cuerpo, donde las estrellas, metales preciosos, zafiros azures ebullen como
mareas silenciosas fundiendo las almas
Dulces sueños lejanía, ¡la oscuridad de mi cuarto susurra imágenes, voces de enigmas, destellos,
sombras!
Las pestañas son afilados guardianes que navegan fatigados custodiando el ocaso de las formas.
Dulces sueños armonía, de inmensidades ensoñadas tus pàrpados se tumban ebrios sobre le cristal de
nuestras pupilas.
¿Qué es lo que guarda para nosotros la nostalgia?
¿Qué eres lejanía?
¡Qué en la distancia das vida libando los amores y engendras nueva luz en las formas!

IV


Asisto a la fuga del verano y sus armonías, transformas los acróis en espías con ojos noctámbulos,
vigilantes entre los vidrios de las casas.
Somos testigos disonantes de tu misterio; y rodamos, impulsando la tierra en el espacio, con nuestras
rodillas sonrientes que se hunden en las ferias de trajes ahuecados, vivientes.
Con ropas de festín en los circos del deporte celebramos la ignorancia, ancianos de ropas viejas en
colores difusos, mujeres atrapadas en pieles de muñeca, niños en ingrávidos juegos con sus extrañas
historias y prematuros retratos…
¿Dónde se esconden las armonías?
Tras el caos nebuloso de cielos encendidos e ignorados
Entre las miradas que se difuminan en el tiempo, tras los tantos versos que evocan “al pequeño vidente
vagabundo” sus ecos son casuales profetisas gravitando sobre el reflejo de los rayos lunares, orillas
escarlata de pasiones indecisas.
Serena esos mundos lejanía, estremece a los amores con los hechizos de las caracolas de arrullos
circulares, el caluroso lecho.