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viernes, 15 de julio de 2022

“Ellos dos” relato de Manuel Arboccó de los Heros



Él la amaba locamente, como nunca un hombre había amado a mujer alguna. Desde que la vio en aquella fiesta juró quedarse a su lado y no parar hasta ser su esposo. Ella le sonreía coqueta cuando él proclamaba su amor en cuanta reunión familiar se encontraban.

Él la cogía de la mano cada vez que caminaban por las antiguas calles de Lima y ella, en respuesta, la apretaba fuerte como quien se aferra a la persona más importante de todas. Y claro que lo era.

Un día de junio, hace ya muchas décadas, él le propuso matrimonio y una vida juntos y un compromiso tan fuerte de esos que (casi) hoy no existen. Ella le dijo SÍ mil veces y lo besó y se entregó a él en alma y cuerpo.

Él la protegió, acompañó, sostuvo y alegró cada instante de los cuarenta y nueve años que estuvieron juntos y felices. Ella lo cuidó, tranquilizó y apoyó incluso cuando el cáncer traicionero la empezaba a corroer.

El último viernes de junio, saltándose la vigilancia de la casa de reposo él se dirigió emocionado al terminal para darle la bienvenida a su esposa quien a su vez se escapaba del hospital para reencontrarse con su amado.

Él ya tenía 76 años de edad y la esperó aquella tarde en la estación del tren, con un Alzheimer que avanzaba galopante. Sin su casaca sentía un intenso frío, pero al indiferente invierno no le interesó en absoluto, aunque él se prometió no moverse de ahí hasta verla otra vez.

Sucedió que ella nunca llegó. Pero esa tarde ambos se reencontraron y esta vez jamás se irían a separar ni por algunas horas. Ni el cáncer ni el Alzheimer podrían ya evitarlo.


*Manuel Arboccó de los Heros. Lima (1974) Psicólogo y escritor. Docente Universitario. Fue articulista del Diario Oficial El Peruano desde el año 2014 al 2020. Divulgador en temas psicológicos y sociales, desde su espacio en el blog llamado Nos sobran las palabras. Ha escrito el libro Tiempos inciertos: aproximaciones a la sociedad posmoderna (Atenhea Editorial, 2020). Además de muchos artículos académicos psicológicos, todos ellos disponibles en la web. Ha publicado cuentos, poemas y ensayos en diversos espacios físicos y virtuales. 

jueves, 14 de julio de 2022

"En mi cabeza estallaba hyperballad" poema de Emmanuelle Brío


I

Mi amado y yo vivimos en una montaña. 
Una mañana yo arrojé las tazas al vacío,
arrojé platos y cubiertos, todo fue en vano.
Mi montaña era más alta que el Atlante.
El mismo Olimpo, 
'aun falda suya ser 
                   no merecía'; 
las nubes, 
apenas densa niebla, 
en mi montaña.

II

Tú 
dormías, 
sin intuir en tu sueño,
que yo arrojaba 
los trastes
al vacío
y en mi cabeza estallaba Hyperballad.

III

El destino bosquejaba 
el estruendo de nuestra caída. 
Los envidiosos dirán que el estruendo
no se puede bosquejar, 
sus calumnias dirán que mi amado
nunca estuvo conmigo en la montaña.
Pocos entenderán
que en mi cabeza estallaba Hyperballad.


*Emmanuelle Brío (Ciudad de México, 1984). Es autor del pormario Puto amor (Cígneo Ediciones, CDMX, 2021). Desde 2015 radica en Morelia. Trabajos suyos aparecen publicados en las antologías Afuera: arca poética de la diversidad sexual (Estado de México, Diablura Ediciones, 2016), El otro lado del silencio (Secretaría de Cultura, Ciudad de México, 2008), Si era dicha o dolor, Paraíso Perdido (Guadalajara, Jalisco, 2018), Ese gran reflector encendido de pronto (Instituto Sinaloense de Cultura, 2021). Ha publicado poemas en diarios y en revistas digitales. En 2010 obtuvo el Primer lugar del V Certamen Literario José Arrese, del Ateneo Literario José Arrese, Matamoros, Tamaulipas, en la categoría Poesía. En 2011 ganó el Primer Premio del Concurso de Poesía Heptagrama. 

miércoles, 13 de julio de 2022

"El viaje hacia Andrómeda" poemas de Julio Fabián Salvador



El viaje hacia Andrómeda 

Yo también me encontré con el futuro en el camino 
mientras descifraba los enigmas iridiscentes
que curvaban remolinos ebrios y fantásticos. 
Calculé fases lunáticas y en el punto donde 
la gravedad se perdía encontré
la verdad que levitaba brillante y diáfana,
 descubrí el curso hacia Andrómeda.
¿Qué era el mar y su inmensidad ante la osada frente 
que me guiaba con inocencia?
El frío sobre la montaña y el averno hecho pedazos.
Vi en el centro de una célula un letargo,
encontré a cientos de Dédalos buscando lo mismo 
que yo, y todos llevaban rastrojos
de flores ígneas sobres sus pómulos. 
Fui apaleado con austera soledad, 
sangré efluvios,
encontré en el viaje de un transbordador 
la más maravillosa desilusión,
percibí en el más escaso de los tiempos 
la oscura curvatura del espacio.

He anhelado la esperanza más allá de mis sueños. 
Conocí las dimensiones de los cuásares
cuando intenté descifrar formas de alhelíes. 
Temí y me calmé frente a los árboles.
En desconsuelo pregunté a mi sombra 
si aún tenía amor sobre mi pecho
para enfrentar a lo desconocido. 
Ahora puedo escribir:
solo con amor me pude sostener.
A veces, en el mar del azar 
todo inhóspito futuro
me traslada hacia Andrómeda.
Es cuando versifico que me encuentro 
y me vuelvo a extraviar,
la distancia que aún me queda 
para llegar hacia lo recóndito.


Poema de pólvora 

El tiempo se ha transformado en tu voz, 
te veo ir junto a la lava del abismo.
Toda oscuridad es más oscuridad en tus manos, 
en tu compañía siento la brizna,
sangro de intensidad y de pólvora.
Unos tentáculos de almizcle 
se transforman en destellos,
entre el estruendo y el asombro. 
Alucino tus manos de niña de hierba,
alucino tu piel entre la locura de una mariposa.
Llévame contigo, llévame contigo
en este día junto al sol,
donde parece que todo lo vivido 
se convierte en ceniza.
Llévame, te lo repito, aunque sea 
en el fondo de tu pensamiento.


Oscuridad 

Oh, Oscuridad, oscuridad:
llévame al lado de galaxias impalpables, 
permíteme escuchar el zumbido de la luz 
y desplegar deslumbramientos, 
concédeme el poder de vibrar en silencio 
y despertar dentro de un sueño.
Oh, sombra solitaria:
dame el aliento para resistir como isla 
entre farallones,
permíteme llegar hacia el futuro 
aun con mínima esperanza,
dame el sonido del chubasco azotado 
por truenos impecables.
Oh, universo indescifrable:
paraliza el aliento de lo incierto,
permíteme encontrar palabras en el infinito, 
otórgame la destrucción de toda lejanía, 
retén estas palabras, al menos,
un día, una semana, un año, 
una centuria, un instante.


Extraño esa sensación ne felibata de estar contigo

Extraño esa sensación nefelibata de estar contigo, 
de romper el silencio con parsimoniosas palabras 
de saltar en tus ideas aceleradas,
de inflamar la calma,
de atrapar el vértigo con tranquilidad mientras leíamos 
pronósticos del futuro en las tardes sobre la oscuridad 
dulcísima que solo tú y yo comprendíamos.
Extraño la euforia de esperarte irresoluto 
en las estaciones, 
en medio de la velocidad de tu acento pantagruélico, 
convulso y correr en ese místico puente
que nacía entre nuestras miradas,
imaginando el contacto con el agua que traías en copos.
Vos flotabas sobre olas y rayos solares 
te cubrían de aroma a chapuzón vibrante
y yo era el sempiterno reflejo en tus ojos de vidrio. 
Extraño esa sensación nefelibata de estar contigo.


Oscurísimo silencio 

Las leguas se acortan con tu acento,
las flores se abren como ecos extraviados
 y el universo extendido se envuelve
 alrededor de tus rodillas.
Una resplandeciente emoción se deforma:
para asir la luz
que parte la dureza del camino.
Y entonces la vida misma,
la vida misma tiende una escalera
y te hace un lugar entre el prado. 
Se marcan los contornos de la sombra
con las líneas de tu nombre.
Ah, tu nombre de rosas y colores,
ah, tus leves clavículas parecen sostener
la delicadeza del agua en la montaña 
y sujetar latidos de las estrellas
en oscurísimo silencio. 

*Julio Fabián Salvador, Magister en Escritura Creativa por la Facultad de Letras y Ciencias Humanas, UNMSM (Lima). Ha publicado los libros de poesía "Eigen", "Zumbante Nervio", "El silencio de la máquina" y “Pared del sol”. En Junio de 2012 recibió el Premio Nacional de poesía FELIZH por su libro: “Darkness”. El 2015 publicó, en coautoría con Carlos Germán Belli y Marco Martos, el libro: "Sextinas, la matemática de la poesía". El 2016 publicó su libro de cuentos “El aire que corta la piel” y en el 2020 salió publicado, en Medellín, su libro de cuentos “Un tiempo alucinado en oscuridad”. El 2022 salió publicado, también en Medellín, su último libro de poemas titulado: “El viaje hacia Andrómeda”. Además, es doctor en Física por la universidad de Antioquia (Colombia) y profesor principal de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

martes, 12 de julio de 2022

"Sobre la escritura" ensayo de David Esteban Zuluaga


Escribir es una tarea difícil. Lo es porque encierra en su sentido un trasfondo de vitalidad que supera la idea convencional de la escritura como una mera representación de ideas por medio de palabras; porque expresa en su configuración arbitraria nuestros modos de relacionarnos con la vida. Digo con la vida y no solo son la lectura, como dicen muchos, porque leer es una forma de vivir como lo es también amar, caminar, comer, cantar, gritar callar… Para escribir es necesario vivir, de lo contrario ¿qué podría decirse?

Pero vivir tampoco es una tarea fácil. Sobre todo, porque la vida, la tuya y la mía, no es necesariamente la perpetuación de un estado de ánimo, la aceptación de los deberes o el sostenimiento de una decisión. Vivir es mucho más que eso, sobre todo si se entiende la vida como el lugar donde zozobran los sueños, pero también donde se edifican nuevas elucubraciones. Contingencia pura y permanente. Por eso la escritura es un acontecer inacabado que congrega la metamorfosis de la vida.

Para escribir no es suficiente la pulcra utilización de la palabra. Tampoco la brillantez e inteligencia de los académicos; la fina capacidad de quienes se entregan con rigor a la elaboración detallada de los más diversos discursos. No es suficiente, pero es el inicio. Escribir, al igual que vivir, es un acto de rebeldía. Por eso, al decir de Jaime Jaramillo Escobar:

 No debe confundirse redactar con escribir (…). Porque mientras redactar sólo requiere una gramática y el conocimiento de lo que se desea expresar, escribir es creación y por tanto requiere inventiva, imaginación, fantasía, originalidad, elocuencia y genialidad en algún grado (2005, p. 88).


Es, en efecto, la vida la que le pone el ritmo al pensar. Vida, pensamiento y escritura coexisten y comparten una misma naturaleza: la de estar en permanente construcción. La de sucumbir persistentemente para dar lugar a otra vida, a otro pensamiento, a otra escritura. No quiero decir con esto que el mero hecho de vivir nos habilite como escritores. Digo que la escritura es una acción que nos asiste cuando aparece la irremediable herida, no para cerrarla, sino para tender un puente que nos permita cruzar al otro lado, caminar sobre el vacío que deja la herida para mirarnos luego desde la otra orilla.

Por eso el papel del escritor consiste en estar al margen de la función habitual del signo. Consiste en emanciparse de la función-signo, que dispone un sentido para el Tópos Koinós y da lugar a la función re-presentada, a la palabra plural que nos recuerda “que nunca está todo dicho, que nunca se puede decir todo, que nunca hay nada del todo decidido, que la vida humana siempre significa más, que significa aquello que no se puede decir” (Mèlich, 2012, p. 163).

En palabras de Luis Fernando Macías:

La escritura, el pensamiento y la expresión, suceden en el vivir sencillo y es la vida misma donde se desarrolla y perfecciona como producto del crecimiento individual y la convivencia, a partir de las preocupaciones, inquietudes y propósitos vitales, definidos por experiencias, estudios, lecturas y reflexiones (2008, p. 64).


No es descabellado decir entonces que la escritura no puede estar escindida de la vida. No puede estarlo porque la vida es el paroxismo del pensamiento. Sin lugar a dudas, la exacerbación de los padecimientos del alma.

Referencias

Jaramillo Escobar, J. (2005). Método fácil y rápido para ser poeta. Fondo Editorial Universidad EAFIT.

Macías, L. F. (2008). El juego como método para la enseñanza de la literatura a niños y jóvenes. El tambor arlequín.

Mèlich, J. C. (2012). Filosofía de la finitud. Herder.


*David Esteban Zuluaga, nació en Medellín, Colombia. Su formación académica está centrada en la filosofía de cuya travesía han resultado dos libros: Ludwig Wittgenstein: de la esencia a la contingencia (2013) y Wittgenstein hipertextual (2019). Entre su producción literaria se pueden considerar: Contra intelectuales o la importancia de la filosofía (2014), Desencuentro, cuentos para no encontrarse (2015), Una experiencia piloto (2018), Re-nacer (2018), Artesano de palabras (2021), entre otros.

lunes, 11 de julio de 2022

"Sentimiento" microrelatos de Caro Vargas


Caminata

Un día caminaba por el parque. Sentía la necesidad de relacionarme con la naturaleza que me rodeaba: árboles, ardillas, plantas, abejas, arañas, hormigas, etc. Pero, el parque se encontraba silencioso y solitario, solamente sentía el viento. Está bien -me dije en mi interior- creo que es una buena ocasión para sentarme y admirar la naturaleza. Entonces, de pronto apareció a lo lejos caminando un hombre alto, cabello canoso y bastante atractivo. Me vio, miró donde estaba sentada. Yo tenía las piernas cruzadas y la banca del parque me hacía parecer más pequeña de lo que en realidad yo era. Sé que soy joven. El hombre me dijo: ¡Hola! Yo respondí: ¡Hola! Y así comenzó una nueva relación con la naturaleza.


Sentimiento

Un día estaba en mi cuarto pensando en todo lo que he hecho. Todo. Recordé a aquel novio tan maravilloso que dejé ir por una tontería mía. Pero esa tontería me gustaba tanto que aquel día que la conocí sabía que pasaría algo. Así fue: dos veces me bastaron para salir con esa tontería que me enamoré pronto. Estaba enamorada de esa tontería de nombre masculino. No me resistí: la segunda salida me dejé tocar y besar las piernas. Claro que llevaba un minishort, pero nada abajo. Creo que la tontería no se dio cuenta o si lo hizo se esperó hasta la tercera salida. En ésta llevaba un minivestido, me dejé tocar las piernas, me dejé besar y después de que me tocara, como no queriendo, mis pompas pasamos a un nivel más arriba. En ese momento sucedió todo. Grité de alegría su nombre, porque lo disfruté tanto. Hoy no queda nada de esa tontería solamente recuerdos y de aquel novio maravilloso queda la experiencia de que nadie jamás me hizo sentir lo que él ha hecho.


*Caro Vargas. Estudia letras hispánicas en la UNAM. Le gusta leer novelas románticas, poesía, y caminar por los parques y hacer amigos, estima mucho a las personas mayores por sus enseñanzas de vida. Ama la fotografía, los gatos. Escribe muy poco, porque no sabe qué escribir. Le gusta participar en círculos de lectura porque aprende de los demás.