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lunes, 11 de agosto de 2025

"Aquellas sábanas blancas" poemas de Roberto Pisa Peña


Cunetas

Vuelven a crecer margaritas
Este año, esta nueva primavera.

Vuelven a brotar amapolas
Cardos marianos.

Sobre vuestros recuerdos
Otra vez.

Vuelven a crecer
Esta primavera

De nuevo, otra vez.

***

Hay veces que al caer la tarde
Siento ausencias.
Miro a mi perro
Me toco el pelo
Cae la tarde así.
Hay veces que al entrar la noche
Siento una ausencia,
Me siento ausente.
Reviso el móvil
Espero el teléfono
Caigo impaciente.
Siento un deseo inquieto
Revuelvo mi cabeza
Te imagino cerca
Te espero cerca,
Se pasa un tiempo así.
Hay veces que se acerca la mañana
Ya despeinado
Tú al otro lado
Me levanto de aquella manera,
Y joder.
Hay veces que pienso
Que no quero esconderme
Salir al día como desde la noche
Estar a tú lado, sentirme cerca
Proteger esto,
Que no deja de ser un sueño.

***

Aquellas sábanas blancas
Tal, murallas insalvables
Manchadas.

Aquellos calzoncillos blancos
A modo de,
Manchados.

Aquellos calcetines blancos
Para seguir los mismos pasos
Para proseguir el mismo camino,
Manchados.

Aquella camiseta interior blanca
A modo de escudo
Para aquellos,
Manchada.

Aquella camisa blanca
Preparada
Para que se vea el lustre,
Manchada.

Aquella bandera blanca
Invisible,
Manchada.

Todo blanco, todo puro, radiante, limpio
De lo qué, huí
Para no aceptar un peine
Caro me ha costado.

*Roberto Pisa Peña, aspirante a ser humano, desde sus aproximaciones poéticas a un mundo hipotético, lo intenta. Aprendiz de poeta, aprendiz de fotógrafo, son sus inquietudes

miércoles, 16 de julio de 2025

"Abuela Ignacia" poemas de Fernando Ledesma Delgado


Poética

 

Leer poesía es enhebrar una aguja 

con la lengua y que el verso la atraviese 

mostrando el blanco sedal de la palabra 

sin que la presa ya huida 

te ponga en fuga. 

Escribir poesía es enhebrar la aguja, 

saber que la presa ha roto el sedal 

y, todavía atravesada la lengua, 

sentir que ha quedado uncida 

al corazón, al estómago, al hígado, 

Al intestino grueso 

y presumir por formar parte 

de esa cordada de presos 

cada vez más tensa. 

El poema queda escrito. 

Puedes sacar la lengua  

finalizado el espectáculo 

y no esperar aplauso. 



Abuela Ignacia 

 

Tu casa, tu torre  

se hunde en escenarios 

de laberinto

a los ojos de un niño cojo

errante entre tazones  

de achicoria caliente 

y maíz tostado un mediodía calcinado 

frente a la carretera. 

Sueñas todavía con sentarte en las escaleras 

de tu portal a desgranar habas 

y ofrecérmelas,  

primer fruto de esa tierra, 

siempre ambicionada  

y siempre perdida 

para tu presente  

y disputada en el futuro. 

Tus horas cesaron, Ignacia, 

es tu nieto cojo quien te nombra. 

 

 

Lamberto 

 

Creías poder, en las madrugadas, 

abrir las puertas con cigarros puros farias,  

en vez de las llaves que olvidaste 

 en las botellas tintas, 

donde sumergiste casa y cosechas. 

Tanto tinto vio todo en los treintas

que necesitaste mucho tiento 

con las nuevas autoridades rojigualdas. 

Te esforzabas inútilmente, Lamberto: 

Ya no había puertas, 

tú las habías derribado 

y las ratas roído los estantes. 

Te calentaste al calor de sillas y mesas, 

de armarios y cómodas 

Sólo necesitabas una botella 

donde sentarte a consumir tus horas. 

No temas decir 

que la roja y la gualda 

no era tu bandera. 

Las tuyas son tintas y rosadas 

y te las bebiste  

en una fría madrugada. 


*Fernando Ledesma Delgado. Licenciado en Historia. Fundador y editor de la revista literaria "poetaria(1988-1991)