Raíces
invisibles
El eco de lo vivido se disuelve entre el instante y el misterio.
Antes, cada calle y cada ventana abrazaban
La incertidumbre cromática del lápiz y el pincel:
Las dos caras de un ser, esbozadas en la quietud
De una tarde extinta.
Un trazo, una sombra en crecimiento.
Vestigios de un tiempo sin nombre,
Entre nombres ajenos, reflejan y retratan la alteridad:
Bestias, rostros, faunas,
Historias y poéticas de otros cuerpos
Se filtran y graban en la piel,
Como una caricia olvidada,
Una conquista que se desvanece,
Por más latente que ardiera en manos y vientre.
Extraviadas en un corredor sin sonidos ni luces.
Raíces invisibles crecen,
Trenzándose en lo que fue,
Recorriendo la vértebra y la memoria,
Y extendiéndose hacia lo que ya no es.
El alma apenas entiende, respira y vive,
Sin reconocer quién fue.
El aire nostálgico del ayer regresará,
Como una luna en la mañana, que brilla entre la niebla,
Como un eco sin sonido que arrastra el olvido,
Donde el tiempo ya no importa.
Las risas olvidadas de rostros
Que se fueron sin dejar huella.
Entre las pupilas, el murmullo de la brisa,
Y el sol de una infancia que se fue
Vuelve a tocar la piel.
De lo que fue y ya no es,
Y se irán como hojas arrastradas por la corriente.
Esa alegría escondida en un rincón,
Tan efímera y tan viva,
Volverá; se filtrará
Por las rendijas del presente.
Destronando otro horizonte y su ocaso,
Como la melodía de un piano
Olvidado en una vieja iglesia en Bizancio.
Un punzante dolor que entra y no se marcha,
Un abrazo que nunca se dio
Y un nombre que ya no se llama.
De los sueños perdidos?
Todo se esfuma,
Y solo quedan las grietas que penetran hasta lo hondo de la tierra:
Ese aire de nostalgia
Que se oculta entre los pliegues del recuerdo.
Gravitando, aún presentes en la piel,
En cada roce, en cada suspiro.
Y el olvido se disfraza de memoria.
Entre ciclos lunares y solsticios
Un eco se quiebra en la brisa.
La pluma, errante en la página blanca,
Traza un sendero de ceniza.
Ante el vacío, la espera, el desencanto.
Sombras anidan en el pecho,
En las manos que escriben otra historia.
Se hunden fragmentos de imágenes y versos,
Restos de días, de meses, de horas
Que aún resuenan en bibliotecas vacías.
La tormenta talla su signo en el viento.
Los ojos de mármol desafían el recuerdo
Mientras el alma cruje en su naufragio.
Y donde las musas caen en su última danza,
Una melodía se asoma al retrato,
Entre lo erótico y thanático.
*Emmanuel Ortega Tobón (Medellín, Colombia, 1995) es poeta, filósofo y profesor. Actualmente cursa la Maestría en Educación en la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Medellín. Desde temprana edad, ha cultivado una profunda pasión por la poesía y las artes plásticas, enfocándose en el instante fugaz del ser, lo efímero de las emociones, el tiempo, la memoria, el cuerpo, la identidad y los misterios de la creación artística. Su obra se distingue por una voz introspectiva y simbólica, donde convergen lo filosófico y lo poético. Ha publicado en prestigiosas revistas literarias de alcance nacional e internacional, como Innombrable (Colombia), Alcantarilla (México), Ouroboros (Colombia), Santa Rabia Poetry (Perú), Almiar (España) y Palabra que dormía (Noruega). Asimismo, ha participado en varias antologías poéticas.
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