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jueves, 9 de octubre de 2025

"Vejez: Una Problemática Inventada" ensayo de Ernesto Rodriguez.


Una de las proclamas más comunes y en boga que se hacen notorias dentro del ámbito publicitario de productos es la del desprecio hacia la vejez, esa etapa que hace referencia a los últimos años que un ser humano tiene posibilidad de vivir. Convirtiéndose en un tópico bastante común, a tal grado que se ha gestado una aversión profunda hacia toda manifestación física que suponga estar adentrándose dentro de la vejez, se halla imbuido dentro de una capa de normalidad observar cómo muchas personas se realizan costosos tratamientos para borrar los rasgos de la edad, ya sea con invasivas operaciones de cirugía plástica o con productos que proclaman en su publicidad, como si de una varita mágica se tratara, camuflar esas arrugas que llegan a crear surcos sobre la piel. A qué se debe el hecho de construir toda una retórica discursiva de aversión hacia la vejez, como si se tratara de una etapa decadente hacia la que no queda más que mostrar rechazo y desprecio. Podría explicarse como la conjunción de diversos factores propios de una estructuración más compleja e implícita en gran parte de la totalidad del devenir humano. Para comenzar se halla el hecho innegable de la necesidad del modelo de consumo fomentado por el sistema económico capitalista depende en demasía de estas retóricas en donde se fomenta el miedo y aversión hacia cierta condición para así crear las necesidades personales y colectivas que desembocan en el desmesurado consumo de los productos y servicios concebidos para subsanar esas necesidades inventadas. Se ha cimentado una industria que mueve montañas de unidades monetarias con productos y servicios enfocados en retrasar el paso de la edad sin distinción de género, transformando a individuos invadidos por la incertidumbre de su existencia en plastificados estantes que muestran las horripilantes maravillas de anular el proceso de envejecimiento, anulando las particularidades físicas que resaltan durante la vejez, dejando por otro lado a ficticios envases de adornadas siluetas, de individuos quienes  tras su ataviado empaque siguen poseyendo un cuerpo físico sujeto a las vicisitudes del deterioro inherente a toda materia con propiedades vivenciales sujetas a la temporalidad.

 

No obstante, el compendio de discursos en torno al destierro de la vejez no está anclado solamente al ámbito publicitario de oferta de productos y servicios, ya que como toda retórica engendrada dentro de un entorno social hiperconectado ha traspasado las barreras ideológicas que llegan a separar los distintos campos de estudio, y se ha enquistado profundamente en diversos ámbitos de la sociedad humana. Comenzando con lo que sería el ámbito laboral actual, en donde es cotidiana la práctica de políticas de discriminación y rechazo hacia las personas que sobrepasan cierta edad, que en la mayoría de casos ni siquiera llega a acercarse a la edad que en términos antroposociales se consideran dentro del periodo temporal de la vejez. En el interior de la esfera privada de los sectores económicos más pujantes al momento de iniciarse procesos de reclutamiento de personal, dentro del compendio de requisitos que se despliegan para acceder a los ansiados puestos de trabajo se pone un límite de edad para conseguir estar dentro de los candidatos que aspiran dichas plazas laborales.  Si bien es sabido que para ciertas industrias o puestos de prestación de servicios es indispensable contar con ciertas características relacionadas con la juventud, cuando las condiciones que imponen las entidades encargadas del reclutamiento del personal adheridas a los monopolios económicos privados sistemáticamente discriminan a las personas en base a su edad, se crea la problemática de marginalización de segmentos de recurso humano aún con capacidades para desempeñar diversas laborales en los puestos de trabajo puestos a disposición. Al estar fuertemente relacionadas unas condiciones con otras, la práctica de políticas que afectan a un grupo sectario en particular, llega a tener un grado de impacto que afecta al conglomerado social de los bajos estratos en su totalidad, puesto que en muchos casos las personas discriminadas son a su vez cabezas de familia, de quienes depende el sustento de los miembros de la familia. Desatando un efecto domino que deja sentir su magnitud en las oportunidades de desarrollo de los más jóvenes, debido a que su núcleo familiar llega a carecer de un ingreso monetario estable, estos se ven forzados a abandonar las distintas instituciones educativas a las que asisten, teniendo que optar por incorporarse al mercado laboral en la mayoría de los casos desde una dinámica informal puesto que al no poseer un adecuado nivel educativo son así mismo discriminados, no por su edad sino por el bajo grado de educación que poseen. Otra situación que llega a presentarse con la falta de oportunidades de incorporarse al mercado laboral, surge al optar por desarrollar una actividad criminal debido a la asfixiante situación de carencia de sustento que se llega a presentar para las familias, aumentado de esta forma tanto la pobreza, como la violencia y todas las problemáticas a menor escala que se desprenden de la conjugación de las dos variables anteriormente mencionadas.


Parte de la problemática que surge del envejecimiento de las clases sociales inferiores, puesto que se debe aclarar que la vivencia de la vejez no llega a asemejarse para aquellos individuos desde una posición económica y sociocultural privilegiada, se puede explicar desde una perspectiva política e institucional. Desde hace varios siglos la calidad de vida de la población en general a nivel mundial ha aumentado de manera exponencial, trayendo beneficios y desventajas dependiendo del contexto social que se le aplique a la problemática, en las últimas décadas gracias a la tecnología se han logrado postergar los daños a la salud que en antaño llegaban a causar un gran número de enfermedades, yendo desde la erradicación de las mismas, hasta la supresión de sus síntomas o una disminución del deterioro que llegaban a causar. Esto se logró gracias a la universalización de distintos tratamientos y métodos médicos que se fueron descubriendo, en un afán colectivo por elevar la calidad de vida de las personas, permitiendo que varias enfermedades dejaran de ser letales para poder ser tratadas y salvando millones de vidas en el proceso. Sin embargo, como toda acción conlleva una consecuencia, el acto de elevar la calidad de vida trajo una pluralidad de implicaciones que se dejaron sentir en todos los sectores involucrados. Comenzando por el sector económico, las personas que iban envejeciendo dejaban de ser actores activos dentro del sector laboral para pasar a convertirse en segmentos pasivos cuya aportación a las dinámicas de intercambio monetario (impuestos, consumo) se daba a la baja, constituyéndose desde una visión política pragmática en una carga cuyo gasto social debía de cargarse a los segmentos activos laborales de la población, añadiendo al hecho de la implementación de la mejora en los tratamientos médicos como se mencionó con anterioridad, supuso un incremento en el porcentaje del número de miembros que componen los grupos demográficos de mayor edad. En países desarrollados se dieron políticas de protección hacía los miembros de la tercera edad con programas como subsidios, pensiones, garantías de salud y otros beneficios. Lo contrario se puede decir de otros países en vías de desarrollo en donde todas estas prácticas o no existen o se cumplen de manera parcial con un porcentaje minoritario de la población envejecida. No obstante, tanto en países desarrollados como aquellos en vías de desarrollo, la carga tributaria que supone mantener los gastos sociales que engloba a este grupo demográfico cada más amplio supone un déficit para las finanzas institucionales de los estados que se rigen por políticas económicas puramente utilitaristas. Por lo que al aplicarse un racionalismo utilitarista, al grupo demográfico envejecido se le cataloga de ser un segmento no beneficioso para el sistema económico capitalista, debido a que dejan de ser unidades productivas y consumistas para convertirse en una carga cada vez mayor.


Justamente al combinarse la amalgama de factores antes descritos en el marco de intercambio social y financiero, se engendran las dinámicas de discriminación hacia la población encuadrada dentro de la vejez, dando a la implementación de una discursiva mediática enfocada en el desprecio y la aversión hacia el deterioro del cuerpo, todo esto como un proceso más de desviación de la atención de las masas hacia los grupos desfavorecidos, y que estas no tomen consciencia de las falencias del sistema, y a su vez extraer beneficios económicos que alimenten a la maquinaria productiva. 

 

*Ernesto Rodriguez. Escritor nacido en la ciudad de Guatemala en 1991 y asentado en Quetzaltenango desde 2021 que se ha aventurado en distintos géneros, como narrativa, poesía, ensayo y guion cinematográfico. Estudiante de Pedagogía y Diseño Gráfico. Practicante de Artes Plásticas. Padre de familia y esposo.

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