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martes, 5 de abril de 2022

"Diálogos" relato de Indira Ríos

 



Hoy te extraño más que otros días y los otros días te extraño más que hoy, llueve un poco y me pregunto cuál será el clima de tu noche, si existirá para ti la noche. El silencio suena triste, entonces trato de inventar palabras que dirías, pero suenan más tristes porque no tienen tu boca, ¿sabes? he guardado palabras que son tuyas, no de las que dirías tú, aunque también las tuyas las guardo, pero me refiero a esas que se enrollan en algún lugar del alma y batallan alegando a la esperanza, sé que no las podré guardar siempre, sé que deben llegar a su destino.  Supongo que hoy utilizo la palabra destino queriendo nombrar el sitio de tus oídos, así que mejor debería decir que hay palabras que llevo que deben llegar hasta donde estás o no estás, aunque quiero que estés, porque estas mis palabras se niegan a ser errantes.


Me he apartado un poco de la línea inicial, así que regreso para decirte que te extraño, no sé si lo dije lo suficiente, tampoco sé si no lo he dicho; porque no sé si he sabido dar voz a todo los te extraño, esos de cuando creí que llegarías y algo fragmentó la hora donde no te vi, tampoco sé si los fragmentos eran míos, tuyos o de las horas, todo estaba mojado. Déjame contarte, que también hay muchos te extraño con el nombre de canciones, la que escuché en un café o en un autobús, hay otros te extraño que son de las madrugadas cuando despierto entusiasmada por soñarte, también los te extraño de la llamada que faltó y aunque falte, el timbre sigue sonando y sonando hasta el insomnio; ahí a esas horas intento recrear el sobresalto de alegría que acoge mis manos cuando tu voz aparece después del timbre; pero la conversación se diluye en la orfandad de un monólogo, porque no logro engañar a mi bata que aún está en mi cuerpo y que advierte que no está tu voz.


Me he despertado a las cuatro de la mañana o quizás debo confesar que otra vez no he dormido, como ya dije el insomnio suena en mis noches, la cama parece una enorme telaraña de papeles, telas y cojines, no quiero que ninguna palabra se escape, así que es un ritual de precaución, una manera de salvarme, quizás ya solo soy las palabras y estoy imaginando mi cuerpo y mi cabello tan solo es la extensión de los pigmentos de un bolígrafo de letras que se empeñan en protegerme.


Me he levantado, he dejado por un momento la telaraña, el movimiento hace que algunos versos resuenen cayendo al suelo, miro hacia abajo, observo la cicatriz de mi pierna, queda poco de ella, incluso olvidé su dolor, cómo se define el dolor, no quiero definirlo ahora que lo estoy viviendo, es decir, ya sé su definición y duele más si me paralizo en ella.  Un sonido interrumpe al dolor, el gato toca la puerta, hay huecos en el techo por donde podría entrar, pero siempre toca a la puerta, creo que aprendió de nosotros, siempre tocamos a la puerta del otro y de esta puerta ambos teníamos llave, la tuya ahora está en el sitio donde está tu libro, cerca de la cama. Sigue sonando la puerta, me apresuro y abro, el gato está inmóvil, está decidido a moverse solo cuando yo lo haga, así que se mueve según el movimiento de mis pasos, a mi lado. 


Voy caminando por toda la casa como si fuera la primera vez, inspecciono como una detective cada rincón, la casa habla, espera, creo que me he equivocado, la casa no habla, la casa tiene memoria, una memoria de nosotros, al llegar a la cocina la cafetera parece moverse, está desgastada y manchada en el número exacto de tazas que ha cargado por años; tiene una pequeña grieta, revive el instante cuando unas carcajadas imparables presenciaron nuestras vueltas que se tropezaron en la cocina y la cafetera fue el daño colateral, su grieta era la algarabía de una mañana. Pero hay paradojas, que inevitablemente clavan un aguijón que torturan las articulaciones de los días, nada parecidas a la grieta de la cafetera, son las que llevan sangre, esas paradojas estaban atravesadas en nuestras canciones. Recuerdo que decías que la libertad era una niña desnutrida y herida que lloraba por sus océanos, que quienes buscaban salvarla, eran torturados y exhibidos como terroristas, que cuando te percatas de la existencia de la niña no pueden cegarte los oídos con desamor. Y entonces ahí estábamos nosotros, dos terroristas que cada mañana salían y hacían malabares del tiempo entre una y otra tarea para salvar a la niña y salvarnos, ¿quién puede tener a una niña herida frente a sus ojos y no ayudarla?


Sigo caminando y llego a una mesa, es la tuya, la mía está un poco alejada, tu mesa no está como la dejaste, todos los papeles y libros han cambiado una y otra vez como resultado de mi intervención, no he quitado nada de ella, solamente agregué un libro que compré hace unos días, me dijiste que querías volver a leerlo. Hay una libreta que dejo abierta siempre en la misma página, en ella se lee una línea que escribiste: “odio las palabras efímeras, esas llenas de nada, esas vacías de todo”; cada vez que me acerco a la mesa y las leo parece que me encuentro con un innegociable pacto para vivir. Han pasado horas y me levanto de tu mesa para caminar hacia la mía, me siento y veo todos los garabatos que están sobre ella, ayer mientras escribía, mi mano dejó la novela que casi terminaba y empezó a escribir otra que parece una autobiografía que no acepto, ahora la veo y no me atrevo a seguir escribiendo así que me levanto.


La lluvia está empezando a refugiarse en la casa, veo la gotera en el techo, no he querido repararlo porque es el mismo que nos cubría, en este momento el techo parece un rostro atribulado, cuántas lágrimas caerán desde las goteras de nuestro rostro en el parpadeo de nuestros años, se me hace tarde, esta semana estaré la mayor parte del tiempo quizás viendo la novela que no quiero continuar escribiendo; pero hoy debo salir. Entro al baño y las gotas de la regadera parecen entenderse con la lluvia, con la gotera y conmigo; salgo rápidamente, entro en un vestido y tomo un sombrero, debo llegar a las dos de la tarde. El gato está dormido en la cama, cierro la puerta y voy caminando hacia el sitio donde abordo el autobús, todo esta desolado, parece que todo y todos yacen escondidos. Subo al autobús, no sé que me dirías, quizás sí, quizás dirías que con este sombrero finjo que el sol se acomoda sobre el listón negro que lo rodea y que la lluvia no está albergada en mi casa y en mis ventanas, yo me reiría y te pondría el sombrero diciendo que he engañado a la tristeza; pero hoy no es cierto, no la he engañado e imagino una sonrisa tan lejana como otro planeta y la pena sigue siendo un satélite fiel.


Otra vez me he alejado de la línea inicial que era para decirte que te extraño, ya conoces la casa y sus merodeos diarios, no necesitas que los dibuje, así que seguiré diciendo que te extraño. Dejaste toda tu ropa y no dejaste ninguna despedida, debo juntar las frases de todas las noches y hacer una que dirías en este caso, pero aun así me rehusaría a abrazarla. He llegado, faltan cinco minutos para las dos, he llegado puntual a este sitio, la hora es la misma a la que llegamos a tomar café la primera vez. Este sitio es otro, me perturba este silencio, dónde está tu cuerpo, aún no había dicho que he sembrado flores, pero primero he investigado cuáles son las que atraen a las mariposas, ahora no puedo imaginar nada más vivo que el vuelo de una mariposa.  El viento arrastra mi sombrero, dejo que se aleje un poco, te extraño, hoy hay palabras que están aisladas, aunque lo intento no logro llegar a ellas para pronunciarlas, pero tampoco quiero llegar a ellas. 


Ha empezado a lloviznar, busco mi sombrero, tus letras dicen: “Vivo en el amor”, un día me dijiste que la muerte era tan humana como la vida, que era cercana, que camina al lado nuestro aconsejando a la vida, reprendiéndola y que si la olvidábamos podría ocurrir que olvidáramos la vida. Te extraño, hay una flor cerca de la palabra amor, no puedo pronunciar esa palabra en donde está, roca, cemento, te extraño, hoy no veré ninguna mariposa, roca, cemento, amor esa palabra, este sitio, las dos de la tarde, café, tú, yo, lo inesperado, te extraño, te extraño, roca, mariposa, cemento, este sitio, la llave junto a tu libro, te extraño, una flor cerca de tu palabra, caigo de frente, frente a ella. Han pasado varias horas, amor, tú, yo, dos de la tarde, no quiero irme, despedida, te extraño, amor la palabra cerca de la flor, apenas pesco esta palabra, como una niña que está aprendiendo a pronunciar, la balbuceo: lá pi da, dolor y el viento arranca mi sombrero, la palabra amor cerca de la flor, tu nombre, tu nacimiento, ahora tu ausencia, roca, cemento, lápida, dolor, te extraño, vivo en el amor, mariposa, mi sombrero; volveré, se fue otra vez la palabra, este sitio, cementerio, dolor, tú, yo, vivo en el amor, mi sombrero sin sol, te extraño, vuelvo mañana, a la misma hora, dolor, este sitio, te extraño.


*Indira Ríos, nació en Honduras. Sus letras han aparecido publicadas en revistas digitales e impresas, entre algunas de esas revistas figuran: la Revista de creación literaria y análisis político Los Heraldos Negros de México, Revista Literaria El Rendar en Argentina, la revista Le Coquelicot Revue en Francia y la Revista Sapos y Culebras en España. Ha participado en varios festivales internacionales entre los cuales se pueden mencionar: el Festival Internacional de Poesía y Arte Grito de Mujer 2017 en la ciudad Guatemala, en el III Festival Internacional de Artes Feministas México 2017 realizado en Ciudad de México, en el III Encuentro Internacional de Poetas, Narradores y Escritores de la Academia de Literatura Latinoamericana de San Luis Potosí, México 2020, en el XIV Encuentro Internacional de Poetas Migrantes, en el Encuentro Poético del Sur 2020/2021 de Venezuela, en el Coloquio Internacional de Mujeres Escritoras “Sin maquillaje” 2021 de Pandero Cultural y en la Feria Internacional del Libro de Venezuela 2021. 

En el 2019 algunos poemas de su autoría aparecieron en una antología realizada en Tijuana, México; el libro fue publicado bajo el nombre de Urdimbre y en el 2020 participó en una antología española que se titula Autor. En el 2021 fue parte de tres antologías en México una titulada “La mujer y sus problemáticas sociales”, otra con el nombre de   "Una guerrera llamada Flor" y en una llamada “Poetas somos y verseando andamos”; en ese mismo año participó en la antología de poesía y narrativa “Resurgir de las Palabras” en Argentina, en la antología española “Versos en el aire” y en la “Antología contra la dictadura quemando todo” en Colombia. Además, algunos de sus poemas han sido traducidos al inglés, esloveno e italiano.

Como escritora en sus letras predomina la poesía social, pero también escribe poesía infantil, erótica y relatos. Es luchadora social y educadora popular, en su país ha participado en Círculos culturales que buscan despertar la semilla del arte en la infancia y juventud. Estudió una licenciatura en Pedagogía y Ciencias de la Educación en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras y una maestría en Innovaciones para el Aprendizaje en la Universidad La Salle de Nicaragua, actualmente es estudiante del Doctorado en Estudios de Migración en Tijuana, México y realiza una investigación sobre procesos migratorios de su país. Ha participado como ponente en el tema migratorio en El Consejo Mexicano de las Ciencias Sociales, así como en otros espacios académicos, también ha sido invitada para tratar la convergencia entre el arte y la realidad social para colocar la discusión del arte como instrumento de lucha en espacios como Flacso-Guatemala entre otros.

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