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martes, 5 de abril de 2022

"Diálogos" relato de Indira Ríos

 



Hoy te extraño más que otros días y los otros días te extraño más que hoy, llueve un poco y me pregunto cuál será el clima de tu noche, si existirá para ti la noche. El silencio suena triste, entonces trato de inventar palabras que dirías, pero suenan más tristes porque no tienen tu boca, ¿sabes? he guardado palabras que son tuyas, no de las que dirías tú, aunque también las tuyas las guardo, pero me refiero a esas que se enrollan en algún lugar del alma y batallan alegando a la esperanza, sé que no las podré guardar siempre, sé que deben llegar a su destino.  Supongo que hoy utilizo la palabra destino queriendo nombrar el sitio de tus oídos, así que mejor debería decir que hay palabras que llevo que deben llegar hasta donde estás o no estás, aunque quiero que estés, porque estas mis palabras se niegan a ser errantes.


Me he apartado un poco de la línea inicial, así que regreso para decirte que te extraño, no sé si lo dije lo suficiente, tampoco sé si no lo he dicho; porque no sé si he sabido dar voz a todo los te extraño, esos de cuando creí que llegarías y algo fragmentó la hora donde no te vi, tampoco sé si los fragmentos eran míos, tuyos o de las horas, todo estaba mojado. Déjame contarte, que también hay muchos te extraño con el nombre de canciones, la que escuché en un café o en un autobús, hay otros te extraño que son de las madrugadas cuando despierto entusiasmada por soñarte, también los te extraño de la llamada que faltó y aunque falte, el timbre sigue sonando y sonando hasta el insomnio; ahí a esas horas intento recrear el sobresalto de alegría que acoge mis manos cuando tu voz aparece después del timbre; pero la conversación se diluye en la orfandad de un monólogo, porque no logro engañar a mi bata que aún está en mi cuerpo y que advierte que no está tu voz.


Me he despertado a las cuatro de la mañana o quizás debo confesar que otra vez no he dormido, como ya dije el insomnio suena en mis noches, la cama parece una enorme telaraña de papeles, telas y cojines, no quiero que ninguna palabra se escape, así que es un ritual de precaución, una manera de salvarme, quizás ya solo soy las palabras y estoy imaginando mi cuerpo y mi cabello tan solo es la extensión de los pigmentos de un bolígrafo de letras que se empeñan en protegerme.


Me he levantado, he dejado por un momento la telaraña, el movimiento hace que algunos versos resuenen cayendo al suelo, miro hacia abajo, observo la cicatriz de mi pierna, queda poco de ella, incluso olvidé su dolor, cómo se define el dolor, no quiero definirlo ahora que lo estoy viviendo, es decir, ya sé su definición y duele más si me paralizo en ella.  Un sonido interrumpe al dolor, el gato toca la puerta, hay huecos en el techo por donde podría entrar, pero siempre toca a la puerta, creo que aprendió de nosotros, siempre tocamos a la puerta del otro y de esta puerta ambos teníamos llave, la tuya ahora está en el sitio donde está tu libro, cerca de la cama. Sigue sonando la puerta, me apresuro y abro, el gato está inmóvil, está decidido a moverse solo cuando yo lo haga, así que se mueve según el movimiento de mis pasos, a mi lado. 


Voy caminando por toda la casa como si fuera la primera vez, inspecciono como una detective cada rincón, la casa habla, espera, creo que me he equivocado, la casa no habla, la casa tiene memoria, una memoria de nosotros, al llegar a la cocina la cafetera parece moverse, está desgastada y manchada en el número exacto de tazas que ha cargado por años; tiene una pequeña grieta, revive el instante cuando unas carcajadas imparables presenciaron nuestras vueltas que se tropezaron en la cocina y la cafetera fue el daño colateral, su grieta era la algarabía de una mañana. Pero hay paradojas, que inevitablemente clavan un aguijón que torturan las articulaciones de los días, nada parecidas a la grieta de la cafetera, son las que llevan sangre, esas paradojas estaban atravesadas en nuestras canciones. Recuerdo que decías que la libertad era una niña desnutrida y herida que lloraba por sus océanos, que quienes buscaban salvarla, eran torturados y exhibidos como terroristas, que cuando te percatas de la existencia de la niña no pueden cegarte los oídos con desamor. Y entonces ahí estábamos nosotros, dos terroristas que cada mañana salían y hacían malabares del tiempo entre una y otra tarea para salvar a la niña y salvarnos, ¿quién puede tener a una niña herida frente a sus ojos y no ayudarla?


Sigo caminando y llego a una mesa, es la tuya, la mía está un poco alejada, tu mesa no está como la dejaste, todos los papeles y libros han cambiado una y otra vez como resultado de mi intervención, no he quitado nada de ella, solamente agregué un libro que compré hace unos días, me dijiste que querías volver a leerlo. Hay una libreta que dejo abierta siempre en la misma página, en ella se lee una línea que escribiste: “odio las palabras efímeras, esas llenas de nada, esas vacías de todo”; cada vez que me acerco a la mesa y las leo parece que me encuentro con un innegociable pacto para vivir. Han pasado horas y me levanto de tu mesa para caminar hacia la mía, me siento y veo todos los garabatos que están sobre ella, ayer mientras escribía, mi mano dejó la novela que casi terminaba y empezó a escribir otra que parece una autobiografía que no acepto, ahora la veo y no me atrevo a seguir escribiendo así que me levanto.


La lluvia está empezando a refugiarse en la casa, veo la gotera en el techo, no he querido repararlo porque es el mismo que nos cubría, en este momento el techo parece un rostro atribulado, cuántas lágrimas caerán desde las goteras de nuestro rostro en el parpadeo de nuestros años, se me hace tarde, esta semana estaré la mayor parte del tiempo quizás viendo la novela que no quiero continuar escribiendo; pero hoy debo salir. Entro al baño y las gotas de la regadera parecen entenderse con la lluvia, con la gotera y conmigo; salgo rápidamente, entro en un vestido y tomo un sombrero, debo llegar a las dos de la tarde. El gato está dormido en la cama, cierro la puerta y voy caminando hacia el sitio donde abordo el autobús, todo esta desolado, parece que todo y todos yacen escondidos. Subo al autobús, no sé que me dirías, quizás sí, quizás dirías que con este sombrero finjo que el sol se acomoda sobre el listón negro que lo rodea y que la lluvia no está albergada en mi casa y en mis ventanas, yo me reiría y te pondría el sombrero diciendo que he engañado a la tristeza; pero hoy no es cierto, no la he engañado e imagino una sonrisa tan lejana como otro planeta y la pena sigue siendo un satélite fiel.


Otra vez me he alejado de la línea inicial que era para decirte que te extraño, ya conoces la casa y sus merodeos diarios, no necesitas que los dibuje, así que seguiré diciendo que te extraño. Dejaste toda tu ropa y no dejaste ninguna despedida, debo juntar las frases de todas las noches y hacer una que dirías en este caso, pero aun así me rehusaría a abrazarla. He llegado, faltan cinco minutos para las dos, he llegado puntual a este sitio, la hora es la misma a la que llegamos a tomar café la primera vez. Este sitio es otro, me perturba este silencio, dónde está tu cuerpo, aún no había dicho que he sembrado flores, pero primero he investigado cuáles son las que atraen a las mariposas, ahora no puedo imaginar nada más vivo que el vuelo de una mariposa.  El viento arrastra mi sombrero, dejo que se aleje un poco, te extraño, hoy hay palabras que están aisladas, aunque lo intento no logro llegar a ellas para pronunciarlas, pero tampoco quiero llegar a ellas. 


Ha empezado a lloviznar, busco mi sombrero, tus letras dicen: “Vivo en el amor”, un día me dijiste que la muerte era tan humana como la vida, que era cercana, que camina al lado nuestro aconsejando a la vida, reprendiéndola y que si la olvidábamos podría ocurrir que olvidáramos la vida. Te extraño, hay una flor cerca de la palabra amor, no puedo pronunciar esa palabra en donde está, roca, cemento, te extraño, hoy no veré ninguna mariposa, roca, cemento, amor esa palabra, este sitio, las dos de la tarde, café, tú, yo, lo inesperado, te extraño, te extraño, roca, mariposa, cemento, este sitio, la llave junto a tu libro, te extraño, una flor cerca de tu palabra, caigo de frente, frente a ella. Han pasado varias horas, amor, tú, yo, dos de la tarde, no quiero irme, despedida, te extraño, amor la palabra cerca de la flor, apenas pesco esta palabra, como una niña que está aprendiendo a pronunciar, la balbuceo: lá pi da, dolor y el viento arranca mi sombrero, la palabra amor cerca de la flor, tu nombre, tu nacimiento, ahora tu ausencia, roca, cemento, lápida, dolor, te extraño, vivo en el amor, mariposa, mi sombrero; volveré, se fue otra vez la palabra, este sitio, cementerio, dolor, tú, yo, vivo en el amor, mi sombrero sin sol, te extraño, vuelvo mañana, a la misma hora, dolor, este sitio, te extraño.


*Indira Ríos, nació en Honduras. Sus letras han aparecido publicadas en revistas digitales e impresas, entre algunas de esas revistas figuran: la Revista de creación literaria y análisis político Los Heraldos Negros de México, Revista Literaria El Rendar en Argentina, la revista Le Coquelicot Revue en Francia y la Revista Sapos y Culebras en España. Ha participado en varios festivales internacionales entre los cuales se pueden mencionar: el Festival Internacional de Poesía y Arte Grito de Mujer 2017 en la ciudad Guatemala, en el III Festival Internacional de Artes Feministas México 2017 realizado en Ciudad de México, en el III Encuentro Internacional de Poetas, Narradores y Escritores de la Academia de Literatura Latinoamericana de San Luis Potosí, México 2020, en el XIV Encuentro Internacional de Poetas Migrantes, en el Encuentro Poético del Sur 2020/2021 de Venezuela, en el Coloquio Internacional de Mujeres Escritoras “Sin maquillaje” 2021 de Pandero Cultural y en la Feria Internacional del Libro de Venezuela 2021. 

En el 2019 algunos poemas de su autoría aparecieron en una antología realizada en Tijuana, México; el libro fue publicado bajo el nombre de Urdimbre y en el 2020 participó en una antología española que se titula Autor. En el 2021 fue parte de tres antologías en México una titulada “La mujer y sus problemáticas sociales”, otra con el nombre de   "Una guerrera llamada Flor" y en una llamada “Poetas somos y verseando andamos”; en ese mismo año participó en la antología de poesía y narrativa “Resurgir de las Palabras” en Argentina, en la antología española “Versos en el aire” y en la “Antología contra la dictadura quemando todo” en Colombia. Además, algunos de sus poemas han sido traducidos al inglés, esloveno e italiano.

Como escritora en sus letras predomina la poesía social, pero también escribe poesía infantil, erótica y relatos. Es luchadora social y educadora popular, en su país ha participado en Círculos culturales que buscan despertar la semilla del arte en la infancia y juventud. Estudió una licenciatura en Pedagogía y Ciencias de la Educación en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras y una maestría en Innovaciones para el Aprendizaje en la Universidad La Salle de Nicaragua, actualmente es estudiante del Doctorado en Estudios de Migración en Tijuana, México y realiza una investigación sobre procesos migratorios de su país. Ha participado como ponente en el tema migratorio en El Consejo Mexicano de las Ciencias Sociales, así como en otros espacios académicos, también ha sido invitada para tratar la convergencia entre el arte y la realidad social para colocar la discusión del arte como instrumento de lucha en espacios como Flacso-Guatemala entre otros.

lunes, 22 de febrero de 2021

"El último día" Relato de Indira Ríos



Nadie se salva en esos enjambres donde dormidos se levantan, dejando perdidos los ojos en algún barranco de un día que no recuerdan, eso parecía haber pasado, todos los días eran ciegos o por lo menos dormidos. En el último día un grito indeleble partió algo en aquel pueblo, sonaba a parto de ave que perdía todas sus alas en un instante, ¿Quién podría decir que un grito silencioso dijera tanto?, solo lo escuchó la bibliotecaria; que recibió como sentencia no salir de las paredes donde comulgaban los únicos libros de aquel lugar. Ella observó paso a paso desde sus ojos, los días erráticos de gente sin culpa y embadurnados de la sangre de sus semejantes.

Alrededor de la biblioteca, había un cerco humano para impedir la salida de quien habían nombrado, como la mujer más peligrosa de la historia del pueblo; creían firmemente que no era menester de ninguna, creerse antorcha y andar sofocando las ideas cotidianas del pueblo con extravagancias, en un punto del mundo condenado por el cielo, según las palabras de los jueces.

Los jueces yacían en el centro del pueblo en una edificación de una altura inmensa, la construcción estuvo a cargo de los hombres más fuertes, todo el pueblo se peleaba por participar, los jueces aseguraban que quienes participaran sufrirían menos el último día. Las mujeres quisieron participar, pero dijeron que no era el destino de ninguna mujer evitar sufrimiento o desgracia alguna y que, además, construir no era atributo de un ser tan débil. En varios siglos erigieron el monumento de la decadencia, así le decía la mujer de la biblioteca, muchos murieron en la ardua tarea y sus cuerpos quedaron entre rocas y cemento. Los jueces dijeron que la carne humana daría un aspecto humano al lugar y mostraba la relevancia de vivir y morir por nada, esto último lo decían a puerta cerrada cuando brindaban por su poderío.

La bibliotecaria comía una solo vez al día, uno de los vigilantes tiraba la comida por un hueco hecho en la esquina de la puerta principal; en aquel pueblo a través de los siglos se había implantado la idea de que comer una vez al día era la mejor preparación para el último día. Desde el monumento de la decadencia se habían encargado de organizar una escuela, donde se alababan y premiaban los cuerpos más escuálidos. Los libros de historia que leían, decían que los pueblos más bendecidos por generaciones, eran los que habían logrado comer solo una vez a la semana, los niños y niñas con el brillo arrancado aspiraban a tal proeza, nada brillaba en la escuela, jamás el sol había estado tan ausente; no podían correr, ni saltar, era prohibido, porque eso atentaba contra el ideal de ciudadanía; lo único que podían hacer era leer una y otra vez el libro de historia. La mayor victoria educativa, fue declarada cuando clausuraron las escuelas, la historia fue tan bien aprendida, que las madres y padres las repetían una y otra vez a sus vástagos recién nacidos, las familias encendían velas y repetían sin cesar. Los jueces celebraron el día que el pueblo se juntó suplicando la creación de una iglesia, para rogar que algún día ellos también pudieran comer menos como las generaciones pasadas; los jueces dijeron que ese dios era bueno y que ellos serían sus profetas, fue entonces que su historia se convirtió en pobre oración y sentencia.

El sistema de salud instaurado en el pueblo era un éxito, de acuerdo a las declaraciones que se daban diariamente en los medios de comunicación. La desnutrición, era una condición privilegiada según el representante de la seguridad social; ya que cualquier enfermedad que atacara los cuerpos raquíticos solo duraba un día; por lo tanto, gracias a la desnutrición la muerte salvaba al enfermo de cualquier sufrimiento innecesario en vida por la enfermedad; así que los hospitales fueron cerrados al público. Grandes fosas fueron abiertas, cincuenta cuerpos por cada una, era bueno para los cuerpos estar muertos en compañía decían los pobladores, así les enseñaron en la escuela y luego se los dijeron los profetas.

Los cuerpos de los doce jueces eran robustos, algunos obesos, dijeron al pueblo que ellos tenían ese aspecto, porque su cuerpo recibía todas las súplicas y penas de la población; al igual que sus hijos que yacían en uno de los pisos de la decadencia. La gente repetidamente los observaba con lástima, cuando en alguna ocasión caminaban por las calles, cuánto hacen por nosotros se decían con alguna lágrima en los huesos casi expuestos de sus rostros.

Los vigías de la bibliotecaria, usaban algodones en los oídos por exigencia de los jueces; porque ella siempre gritaba sin parar con el cansancio en suspenso, gritaba poemas sobre la libertad, sátiras sobre la democracia, tratados políticos sobre la dominación, gritaba la historia enterrada del pueblo. Cuando los jueces se percataron que los gritos subían de volumen, conforme se acercaba el ultimo día, aumentaron la potencia de la protección y agregaron unas gruesas orejeras para quienes la vigilaban.

Nadie se compadecía de la mujer cuyos gritos desafiaban a la muerte, solo la sangre acumulada en la impotencia sabía de su existencia; en los canales de televisión aparecían programas sobre ella, la presentaban como la reencarnación de todas las brujas, como el renacimiento del infierno en el pueblo. Los pueblerinos habían llegado a desear su muerte, a odiarla y a admirar la piedad de los jueces que la mantenían con vida; lo único que había impedido las ansias de asesinarla de algunos, fue un anuncio que alguna vez dijeron en los medios, el cual aseguraba que el último día, una de las señales sería el incendio del cuerpo de la mujer de las herejías, junto a libros escritos por almas impuras.

El pueblo era desértico, pero no siempre fue así, siglos atrás su verdor era cautivante y ocurrió que los pobladores los serrucharon uno por uno, convencidos de que daban frutos venenosos y que consumían el oxigeno que sus cuerpos necesitaban; los jueces cargaron miles de árboles en enormes camiones cuyo destino desconocían los pueblerinos, aseverando que alejarían tan macabro peligro; quizás iban hacia el mismo lugar de donde venían latas de algo que llamaban comida. Con la desaparición de los árboles, se extinguieron ciertas preocupaciones de quienes habitaban el monumento de la decadencia, desapareció el canto de animales, según ellos era perjudicial porque podría despertar alguna inquietud creativa en algún cerebro, además desaparecieron las aves, más de un día dijo uno de los jueces: “imaginen que alguien se pregunte ¿Qué significa volar? ¿puede la humanidad volar?”; así que la conversión del pueblo en un desierto, fue sellada ese día con brindis y manjares inimaginables para el pueblo que comía una vez al día; en sus borracheras nunca faltaron las orgías, donde la humillación era el único atuendo de mujeres que ellos llamaban: utensilios para hombres.

Las mujeres que poblaban las orgías, eran seleccionadas por los jueces desde pequeñas, según las facciones físicas a las que estos llamaban aceptables, eran entregadas por padres y madres borrachos de júbilo, porque eran las elegidas de la justicia y habitarían un mundo invisible para el resto del pueblo. Las elegidas de la justicia nacieron y vivieron sin nombres, el único distintivo que era utilizado para llamarlas, era un número tatuado en sus brazos. El último día la reencarnación de las brujas, recordó que un día fue llevada con ellas, pero la consideraron una grave amenaza para el resto, así que fue aislada en la biblioteca donde había crecido junto a quienes ya no estaban y también fueron tildados de peligrosos. Ella recordó a cada una de las mujeres, los tatuajes de sus brazos, recordó los ojos de ellas deshabitados de sí mismas y con un poco de sangre escribió que nacería un parto buscando sus venganzas.

El día previo al último día, hubo un consejo de los jueces donde hacían sus números, revisaron los recursos del pueblo hasta constatar que ya no quedara algo que pudieran vender, y no, ya no quedaba nada, el pueblo era la réplica perfecta de una gran Hiroshima; todos estuvieron de acuerdo que los cuerpos de los pobladores debían desecharse completamente.

Así fue que los jueces profetas, iniciaron la ejecución de la profecía que terminaron de escribir entre platos de cerdos una de tantas noches. La profecía estaba pegada en las puertas donde vivían hacinados los pobladores; ancianos y adultos la aprendieron en la escuela y los niños en las oraciones; rogaban una y otra vez por la llegada del último día, el día en el que serían más felices de lo que ya eran.

Desde que la bibliotecaria fue encerrada había empezado a cavar, debía heredar la historia a rescatistas de la memoria, debía heredar todos los nombres que habitaron el pueblo, alguien tendría que dar cuenta de los asesinatos. Primero sumergió en el profundo agujero el libro de los genocidios donde aún se sentían las tumbas abiertas de la inocencia, luego con una sonrisa profunda le tocó el turno al libro de las revoluciones, el libro de las poesías y por último sumergió sus páginas, había escrito cada página desde su encarcelamiento, cualquiera habría pensado que era imposible cavar tantos metros; ella miró quietamente y procedió a cubrir aquel agujero. Alrededor de la biblioteca había un muro enorme, el muro incluía al interior un pequeño patio que no tenía más de dos metros, donde la bibliotecaria realizó la excavación, que esperaba saliera bien librada de la nefasta profecía.

Un día antes del ultimo día, los jueces profetas, tenían listas todas sus maletas, el ultimo día en la madrugada antes de marcharse en aviones que estaban en las afueras del pueblo, sonaron media hora un inmenso campanario, los pueblerinos despertaron gritando de algo que según ellos era gozo, la primera señal de la profecía estaba cumplida. La bibliotecaria también la conocía, sabía que pronto llegaría la segunda señal: el incendio, su incendio, su muerte, otra vez la mano de la inquisición la mataría; a las dos horas una bomba colocada en la biblioteca aseguraba el grotesco final; la población miraba extasiada la inmensa fogata, parecían drogados, eso decían sus pupilas dilatadas. En los últimos segundos en que la bruja reencarnada moría asfixiada, se retorcía desesperada, sabía cuáles eran los siguientes pasos de la profecía y golpeteaban el dolor de su impotencia.

Todos gritaban y reían, burdo espectáculo, cuerpos ojerosos, con los huesos que parecían estar fuera de la carne, nadie se explicaría por qué reían los hijos e hijas de la miseria. Sabían que a las doce del mediodía debían acudir y colocarse alrededor de las fosas, ahí darían la última despedida a quienes no habían tenido el mismo privilegio de ellos: viajar a la felicidad. Todos marcharon, era una procesión inmensa, al llegar a las fosas yacían hincados con las miradas entorpecidas.

A las tres de la tarde todo estuvo consumado, el gas mostaza instalado alrededor de las fosas se esparció, el color de la brisa se volvió amarillo verdoso y así continuó la pesadilla, sus cuerpos fueron poblados por las llagas y la sangre era expulsada por sus bocas; los cuerpos desnutridos murieron rápidamente, la profecía de los jueces profetas había sido cumplida, pero sin la felicidad de quienes agonizaron en las fosas, quienes creyeron que el horror era algo lejano sin saber que siempre había estado con ellos.


*Indira Ríos, nació en Honduras. Sus letras han aparecido publicadas en revistas digitales e impresas, entre algunas de esas revistas figuran: la Revista de creación literaria y análisis político Los Heraldos Negros de México, Revista Literaria El Rendar en Argentina, la revista Le Coquelicot Revue en Francia y la Revista Sapos y Culebras en España. Participó en el Festival Internacional de Poesía y Arte Grito de Mujer 2017 en la ciudad Guatemala, en el III Festival Internacional de Artes Feministas México 2017 realizado en Ciudad de México, en el III Encuentro Internacional de Poetas, Narradores y Escritores de la Academia de Literatura Latinoamericana de San Luis Potosí, México 2020, en el XIV Encuentro Internacional de Poetas Migrantes y en el Encuentro Poético del Sur 2020. En el 2019 algunos poemas de su autoría aparecieron en una antología realizada en Tijuana, México; libro fue publicado bajo el nombre de Urdimbre y en el 2020 participó en una antología española que se titula Autor y en el 2021 en la Antología feminista titulada "Una guerrera llamada Flor. Como escritora en sus letras predomina la poesía social, pero también escribe poesía infantil, erótica y relatos. Es luchadora social y educadora popular, en su país ha participado en Círculos culturales que buscan despertar la semilla del arte en la infancia y juventud. Estudió una licenciatura en Pedagogía y Ciencias de la Educación en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras y una maestría en Innovaciones para el Aprendizaje en la Universidad La Salle de Nicaragua, actualmente es estudiante del Doctorado en Estudios de Migración en Tijuana, México y realiza una investigación sobre procesos migratorios de su país. Ha participado como ponente en El Consejo Mexicano de las Ciencias Sociales y ha sido invitada para tratar la convergencia del arte y la realidad social para colocar la discusión del arte como instrumento de lucha en espacios como Flacso-Guatemala entre otros.

viernes, 29 de mayo de 2020

"Duelos de una Sonrisa" Poemas de Indira Ríos



Maldito el inicio

Ando deambulando,
un sórdido augurio
cruje sentado
en mis ilusiones deshojadas
¿Ilusiones?
Todas se han vuelto
una muchedumbre de puñaladas.
El día y la noche son telarañas
sofocando mis
confundidos pálpitos,
despertar, dormir,
dormir, despertar,
¿Son diferentes?
Ambos me amenazan
el miedo está en ambos,
míralo,
caza mis pupilas
inmaculadas
¿A quién le hablo?
¿A los periódicos?
¿Estoy dormido?
No sé,
bailan las sombras
vestidas de basureros,
la catedral es enorme
y no tiene entradas,
la brisa hace un duelo
con mis débiles andrajos,
las nubes se escurren
la hipotermia
acosa el callejón
que socorre
mis huesos apiñados,
los semáforos juegan
con sus luces
¿Hay alto para
mi pena?
¿Cuándo inició?
¿Por qué no me miran?
¿Creceré?
Las suturas de mis
fuerzas
están naufragando
¿Existo?
¿Cuándo dictaron
mi sentencia?
¿Es vitalicia?
¿Qué hice?
Todo está borroso,
mis vísceras
se desploman,
las yemas
de mis arpegios
buscan salvación
¿Y si mi boca
fuese grande?
La alcantarilla
quiere tragarse
la ciudad,
me pide una sonrisa
¿Qué es una sonrisa?
No lo sé,
se lo preguntaré,
porque en alguna
esquina vagabunda
escuché
que los niños 
siempre ríen.


Juramentos

Redactaré el obituario
del miedo entre ropajes de respiros,
escarbaré entre los estigmas
que azotaron la rebelión
de mis lunáticos espejos,
desempolvaré las epifanías
que lloraban histéricas
entre cojas cautelas.

Las moléculas salvajes
de los himnos de mis vergeles
expulsarán brillos impostores
¿Algún sol perdonaría
días adulterados?
El colibrí canta
sentencia de muerte,
la justicia de un pez herido
le hace reverencia
y corro buscando su herida,
anotaré todas sus denuncias
en los muslos de mis pendientes.

Afilaré las espadas
que pelean desde bocas
minúsculas con fríos gigantes,
sumaré los suburbios
tuyos y míos
hasta encontrar el nacimiento
donde terminan;
ataré en mis tobillos
los juramentos de amores
en combates…
ataré la gloria de prodigiosas
islas de eneros
entre fecundos despertares.

Releeré las cataratas
de viñas decapitadas,
los puñetazos perennes
de dignos besos;
y dormiré de vez en cuando
entre las divinidades de mis pecados
cuando las aves nocturnas
dan serenatas
frente a la cadencia
de embrollos inconfesos
que reivindican despeinados
aciertos.


Ahogo

Una apocalíptica tempestad
robó los ropajes de un cuervo
un séquito de nubes los porta
y el diluvio de penalidad comienza
a embestir mis pasos
voy corriendo
                  resbalo
                           caigo
                                 estoy empapada
mi supervivencia quiere desnudarme
y un torbellino de destrucción
sujeta mis manos
para atormentarme
tiemblo
siento frío
un inusitado abandono
lánguido lacayo
va engullendo
lo que queda de mis fuerzas
urge
     levantarme
                  correr
                        sobrevivir
                                      vivir
pero yazco
        en pedazos
                sin encontrar
                           mis piernas.

Duelos de una sonrisa

Si conocieran los argumentos
detrás de la sonrisa
sonarían tambores para calmar el estruendo
de un cáliz de asesinatos
que ahoga la penumbra de un corazón
que lleva duelos de funerales
de justicias pendientes.

Rescatarían escuelas vacías
que ayunan por decreto
pidiendo la resignación de un poema herido
en la yugular de unas niñas.
Rescatarían la proeza humana
hipnotizada por titiriteros
de pantallas estúpidas

Buscarían serruchos gigantes
y acabarían con los barrotes
de supermercados,
con los candados de la maquila
del barrio sin aire,
con los barrotes de residenciales
vacías;
serrucharían entre la euforia
las cárceles clavadas
en el reloj de obreros sin días.

Arrodillarían los festejos
delante de camposantos
de niños con brazos de poesía arrancados.
Beberían de la conciencia
del corredor de la muerte
de pobres inocentes
y ganarían la relevancia de la vida.

Cortarían las hipocresías de lamentos
sentados bajo la chimenea
que tan sólo mira
el hielo de esqueletos vecinos.

Escucharían la memoria de las calles
acarreando el duelo de su gente
en carretas de vísceras humanas
llevadas por carniceros malditos.

Sospecharían que jamás se sonríe despierto
sin cargar el río detrás de cada grito
y que la esperanza son pasos sobre rocas
con cuerpos de erizos,
que imaginan al llegar a la punta de cada colina
el final de guerras de hambre.

Darían respiración sueño a sueño
palabra a palabra
indignación a sueño
darían respiración sueño a despertar
despertar a raíces
raíces a amores
darían respiración amores a mundo
mundo a semilla
y detrás de la sonrisa
moriría el duelo
y por fin nacería la paz de todas
las sonrisas que inhalan libertad
de crepúsculos de ternuras.


*Indira Ríos, Honduras. Algunas de sus letras han sido publicadas en la Revista de creación literaria y análisis político Los Heraldos Negros de México y en la Revista Literaria El Rendar en Argentina; participó en el Festival Internacional de Poesía y Arte Grito de Mujer 2017 en la ciudad Guatemala y en el III Festival Internacional de Artes Feministas México 2017 realizado en Ciudad de México. En el 2019 algunos poemas de su autoría aparecieron en una antología realizada en Tijuana, México; esta reunió letras hondureñas y mexicanas, el libro fue publicado bajo el nombre de Urdimbre. Es Poeta y educadora popular, estudió pedagogía en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras y una maestría en Innovaciones para el Aprendizaje en la Universidad La Salle de Nicaragua, actualmente es estudiante del Doctorado en Estudios de Migración en México. Cree en las letras como un instrumento de lucha y liberación, se declara una eterna loca y soñadora, espera publicar este año su poemario.