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miércoles, 2 de diciembre de 2020

"Monumento a las Sombras" Cuento de Laís Correia

 


Encostado em um dos pilares que sustentavam o alpendre da casa sertaneja, observava a árida paisagem e o arrebol que anunciava o fim do dia. Estava sozinho, à beira de si mesmo. Seus irmãos moravam em outras casas, espalhados seridó afora. Entre uma colheita e outra, o restante da família foi embora em velhice e mazelas.                                              

O homem dormia cedo e mais cedo ainda acordava. Gostava de abocanhar, numa só mordida, dia e noite. Sonhou com um campo florido, sentiu-se livre. Acordou nas primeiras horas da madrugada e deitou-se numa rede, envolto em azul-marinho, iluminado por um candeeiro, estrelas e metade da lua. Ao longe, o vulto do pai, sempre silencioso, em suas caminhadas noturnas. Adormeceu.                                                                  

Viver era aquilo e não viver também. O que seria depois da partida? Uma cópia de seus ancestrais, silenciosos e sem propósito, rondando cômodos? Teve medo de tornar-se uma assombração ancorada. Veria os seus descendentes e o passar de gerações, assistiria às mudanças na paisagem e ao findar de eras. Não existiria mais casa, e talvez os espíritos que lhe acompanham já não estivessem mais ali. Outros moradores amariam sob sua cama, ou, tudo o que lhe é importante desmancharia em poeira.                                                                     

Não sabia como acharia os campos com que sonhara, não tinha rotas. Acordou de repente, entendeu tudo o que precisava: tinha encontrado a sua botija. Pediu a bênção para a sombra da avó, que rezava. Fez o sinal da cruz observando a antiga imagem de Nossa Senhora na parede descascada. Apagou a vela do oratório e arrumou as mudas de roupa. O mundo estava lilás, à espera da hora de nascer. Chegou à porta e pela última vez viu seu pai fumando num canto do alpendre.

Proclamada a despedida, caminhou para além do sonho. Queria os campos. Precisava viver.  

 

**

Apoyado en uno de los pilares que sostenían el porche de la casa de campo, contempló el árido paisaje y el resplandor que anunciaba el fin de la jornada. Estaba solo, al borde de sí mismo. Sus hermanos vivían en otras casas, repartidos por todo el país. Entre una cosecha y otra, el resto de la familia se fue en la vejez y enferma.

El hombre durmió temprano y se despertó más temprano. Le gustaba romper, de un bocado, día y noche. Soñó con un campo floreciente, se sintió libre. Se despertó en las primeras horas de la mañana y se acostó en una hamaca, envuelto en azul marino, iluminado por una lámpara, estrellas y media luna. A lo lejos, la figura del padre, siempre silencioso, en sus paseos nocturnos. El se quedó dormido.

Vivir era eso y no vivir también. ¿Qué sería después del partido? ¿Una copia de tus antepasados, silenciosa y sin propósito, merodeando por las habitaciones? Tenía miedo de convertirse en un refugio anclado. Vería a sus descendientes y el paso de generaciones, vería los cambios en el paisaje y el fin de las edades. No habría más casa, y tal vez los espíritus que lo acompañaban ya no estuvieran allí. A otros residentes les encantaría debajo de tu cama, o todo lo que es importante para ti se convertiría en polvo.

No sabía cómo encontraría los campos con los que había soñado, no tenía rutas. De repente se despertó, comprendió todo lo que necesitaba: había encontrado su botella. Pidió la bendición para la sombra de la abuela, que estaba rezando. Hizo la señal de la cruz, observando la antigua imagen de Nuestra Señora en la pared pelada. Apagó la vela del oratorio y arregló las mudas de ropa. El mundo era lila, esperando nacer. Llegó a la puerta y por última vez vio a su padre fumando en un rincón del porche.

Después de despedirse, fue más allá del sueño. Quería los campos. Necesitaba vivir.

 

* Laís Correia, nacida en João Pessoa - Paraíba, es Licenciada en Letras Clásicas por la Universidad Federal de Paraíba. Descubrió el amor por las palabras en su infancia. En su adolescencia se enamora de Fernando Sabino, Hilda Hilst y Clarice Lispector. Le gusta escribir crónicas, cuentos y poemas. Ha publicado cuentos y poemas en revistas y antologías literarias.

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