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martes, 17 de noviembre de 2020

"Cardos" Poemas de Mario Angel Quintero

Foto: Berta Nelly Arboleda Ruíz
Foto: Berta Nelly Arboleda Ruíz


Cardos

Mario Angel Quintero


Cada poema se eriza, se aguza y se enzarza en sus sonoridades, su sintaxis discontinua y por momentos intencionalmente dislocada. Sin embargo, tras sus pliegues no se resguarda más que la propia vida, el mundo cotidiano del poeta desde el que se fija un decir particular, en el que a su vez se recoge, oído atento, las distintas maneras, modos, derivaciones del habla, y donde se cuenta y se revela también, nuestro propio mundo, nuestra incertidumbre, nuestro dolor, nuestro goce, nuestro morir continuo.

--Pedro Arturo Estrada 


Ilustración: Francisco Restrepo


Como ondulas, cielo anemona,

palpitante en el sendero de luz.

Mancha de color, que respiras por mí.

Te alimentas del zumbido de dios.


El sol golpea la curva celeste, 

así suena lo alado y frágil. 

Soy el hombre que metió su cabeza

entre la boca de un azulejo.



Uno se muere

o se queda para ver

a los demás morir. 

El amanecer es soberano

sobre su trono, un gallinazo

que sube a brincos por la calle

hacia lo desechado.


La voz de las flores dice ya, aquí,

el gesto es solo abrir así,

para desvestirme de caricias

y extinguirme sobre esta luz que cae.



Un avión a propulsión a chorro

sobrevuela una olla atómica.

¿Una cosa qué 

tiene que ver con otra?

Nada de nada. 

El mundo se enchufa,

y la nostalgia se eleva 

solo con acpm.

Así son los momentos.

Todo va junto

simplemente

porque ahí está.

Como árboles

de chupetes,

o leche caliente

con azúcar.



Mis amigos me ven

y levantan los brazos.

No sé sí es un saludo, 

o para que no me acerque. 

Los veo cansados, 

pero como si ya hubieran

cumplido con alguna promesa. 

Antes de que yo pueda

responder a su gesto, 

los tapa el humo

de un inmenso 

tornado de fuego.



Vivir de día, 

morir de noche.

El resplandor 

nace en la oscuridad. 

Lo sobre-expuesto

se revela

como un recuerdo, 

como el sabor

a mamoncillo.

Soñar diluye

los pasos mismos

de vivir, el alfabeto

de contacto ya

casi sin consonantes. 

Un aullido borroso

es todo lo que queda

de la risa desprevenida

que ofreció la muchacha

del vestido rojo esa tarde

de verano del setenta. 


Ilustración: Francisco Restrepo


*Hijo de padres colombianos, George Mario Angel Quintero nace en 1964 en San Francisco, California, donde vive sus primeros treinta años. Estudia literatura en la Universidad de California y es becado en creación literaria en la Universidad de Stanford. Como George Angel, publica poemas, prosas y ensayos en revistas literarias estadounidenses y canadienses; también publica los libros en inglés: Globo (1996), The Fifth Season (1996), y On the Voice (2016). Desde 1995 reside en Medellín, Colombia, donde, bajo el nombre Mario Angel Quintero, publica los libros de poesía Mapa de lo claro (1996), Muestra (1998), Tentenelaire (2006), El desvanecimiento del alma en camino al limbo (2009), Keselazboga (2014), Mapa de las palabras (2014), la materialidad (2020), Cardos (2020), y los libros de dramaturgia Cómo morir en un solar ajeno (2009), La sabiduría de los limones (2013), y Calamidad Doméstica (2016). Porciones de su obra han sido traducidas al macedonio, portugués, sueco, croata, búlgaro, francés, italiano, albanés y árabe. Este año, se publica en Italia un libro de traducciones de sus poemas al italiano, Diventa l’albero (Samuele Editores, 2020), y en Croacia un libro de traducciones de sus poemas al Croata, Moje svjetlo i druge pjesme (Druga priča, 2020), y en árabe la traducción de su novela corta, Aqrab (Dar Al-Rafidain, 2020).


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