País de sangre y sueño
Si nos volvemos a encontrar
en un bar al aire libre,
de esa patria de arena
que no es mía,
ni tuya,
ni de nadie,
quizá me sentiré, por un segundo,
florecer de repente,
llena de pétalos
en un ilógico desorden.
Y con tal de que tú no los notes,
habré entonces de arrancarme uno por uno,
a toda prisa,
sin dejar rastros apenas,
ni de hojas.
Acabará por escurrirse de mis poros
cierta dosis de sangre.
Fumarás mientras tanto frente a mí,
sin hacer ascos.
Y has de fingir mirar hacia otro lado
en un largo silencio.
Si bien, tú nunca ya conseguirás,
alejarme del todo de tus ojos...
Solo al rato de no decirnos nada,
caerán desde el cielo,
los relojes.
La tierra vomitará unos soles huecos,
sin calor ni amarillo,
para acabar de marchitarme con su nada.
Y como de costumbre,
no has de entender muy bien
qué hacer conmigo
(nunca sabes,
si soltarme la soga
o amarrarla a mi cuello).
Nunca sé yo tampoco,
si me encuentro en tu sueño,
o en mi sueño.
Pero no perderemos la calma.
Beberás un café de cenizas.
Te mostraré el zunzún aleteante,
que hasta entonces
he guardado en mi seno.
Lo dejaré sobre la mesa
como un regalo roto.
Y no harás nada...
Así, al final,
aceptaré de nuevo tu partida.
Y fingiré otra vez,
que no te quiero.
Como un lirio
Tengo un amor confuso.
Se deshace
en las horas de rocío.
Un amor que me duele
como un lirio.
Uno sí,
que no avizora faros.
Tengo un amor oscuro,
que por ratos,
incluso se convierte en otra cosa
y juega a confundirme
cuerpo y alma.
Si un día me desprecia,
al otro busca,
despertarme las ansias
que maltrata.
El amor marciano
En algún lugar de este planeta,
una mujer te ama.
O es quizá,
en algún lugar
de otro planeta.
A lo mejor en Júpiter o en Marte.
Lo cierto es que,
en algún sitio de este mundo,
o de otros,
una mujer
de piel amarilla y pelo negro,
sentada
bajo un árbol centenario,
se pregunta si duermes
y si comes,
¿Qué comes?
(mientras ella apenas
duerme
o come).
Mira al horizonte.
Te espera.
Y reza un poema
en su idioma marciano.
Ciudad azul
Ciudad azul,
ciudad que no es ciudad,
que no existió.
Ciudad irreal,
de sombra…
Me pareciste cierta,
con tu nombre inventado
por los labios de aquel,
que te creó a mi vera.
Allí,
donde me hablaba.
Donde hablaba de ti,
de nosotros,
y un día.
en un bar al aire libre,
de esa patria de arena
que no es mía,
ni tuya,
ni de nadie,
quizá me sentiré, por un segundo,
florecer de repente,
llena de pétalos
en un ilógico desorden.
Y con tal de que tú no los notes,
habré entonces de arrancarme uno por uno,
a toda prisa,
sin dejar rastros apenas,
ni de hojas.
Acabará por escurrirse de mis poros
cierta dosis de sangre.
Fumarás mientras tanto frente a mí,
sin hacer ascos.
Y has de fingir mirar hacia otro lado
en un largo silencio.
Si bien, tú nunca ya conseguirás,
alejarme del todo de tus ojos...
Solo al rato de no decirnos nada,
caerán desde el cielo,
los relojes.
La tierra vomitará unos soles huecos,
sin calor ni amarillo,
para acabar de marchitarme con su nada.
Y como de costumbre,
no has de entender muy bien
qué hacer conmigo
(nunca sabes,
si soltarme la soga
o amarrarla a mi cuello).
Nunca sé yo tampoco,
si me encuentro en tu sueño,
o en mi sueño.
Pero no perderemos la calma.
Beberás un café de cenizas.
Te mostraré el zunzún aleteante,
que hasta entonces
he guardado en mi seno.
Lo dejaré sobre la mesa
como un regalo roto.
Y no harás nada...
Así, al final,
aceptaré de nuevo tu partida.
Y fingiré otra vez,
que no te quiero.
Como un lirio
Tengo un amor confuso.
Se deshace
en las horas de rocío.
Un amor que me duele
como un lirio.
Uno sí,
que no avizora faros.
Tengo un amor oscuro,
que por ratos,
incluso se convierte en otra cosa
y juega a confundirme
cuerpo y alma.
Si un día me desprecia,
al otro busca,
despertarme las ansias
que maltrata.
El amor marciano
En algún lugar de este planeta,
una mujer te ama.
O es quizá,
en algún lugar
de otro planeta.
A lo mejor en Júpiter o en Marte.
Lo cierto es que,
en algún sitio de este mundo,
o de otros,
una mujer
de piel amarilla y pelo negro,
sentada
bajo un árbol centenario,
se pregunta si duermes
y si comes,
¿Qué comes?
(mientras ella apenas
duerme
o come).
Mira al horizonte.
Te espera.
Y reza un poema
en su idioma marciano.
Ciudad azul
Ciudad azul,
ciudad que no es ciudad,
que no existió.
Ciudad irreal,
de sombra…
Me pareciste cierta,
con tu nombre inventado
por los labios de aquel,
que te creó a mi vera.
Allí,
donde me hablaba.
Donde hablaba de ti,
de nosotros,
y un día.
*Barbarella D´Acevedo (La Habana, Cuba, 1985). Escritora. Profesora y editora. Teatróloga, graduada del ISA y del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Ha obtenido múltiples galardones, entre ellos: V Premio Internacional de Poesía Juan Ramón Jiménez de Coral Gables (2024), Premio en el Campeonato Internacional de Literatura Creativa desde La Habana (2024), Premio de la Ciudad de Holguín en Narrativa (2022), Hermanos Loynaz (2021), XIX Certamen de Poesía Paco Mollá 2020 (España), La Gaveta (2020), Bustos Domecq (2020), y Beca de creación El reino de este mundo por el disco de poesía Discurso de Eva (PM records). Ha publicado entre otros: Músicos Ambulantes (2021), El triunfo de Eros (2022) y Blanco y azul (2022) con Editorial Primigenios (Miami), Basilio y el deseo (DMcPherson Editorial, Panamá, 2022), Érebo (Aguaclara Libros, España, 2022), Nada temas, la vida te sonríe (Revista La Gaveta, Ediciones Loynaz, 2022), El triunfo de Eros (Editorial Ácana, 2022), Tren para Salinger (Ediciones Loynaz, 2022), La casa, el mundo y el desierto (Ediciones Hurón Azul, España, 2023), y Marea roja (Ediciones Enlaces, Chile, 2024). Su obra ha sido editada asimismo en diversas antologías a lo largo del mundo. Cultiva disímiles géneros: novela, cuento, poesía, literatura fantástica, literatura erótica, periodismo, crítica, teatro, literatura para niños y jóvenes. Ha sido traducida al francés, al inglés y al esloveno. Es considerada una de las voces jóvenes importantes en la Cuba actual.
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