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sábado, 26 de julio de 2025

Senderos e hilos: la desaparición de la letra pegada

          Mario ángel quintero


(Sobre la exhibición Cuadernos huérfanos de Marta Lucía Ramírez, hasta el 4 de septiembre 2025, en La Balsa Arte Medellín, calle 10 # 40-37, el poblado, Medellín)


Paul Klee empieza uno de sus escritos pidiendo que sigamos una línea en su paseo que atraviesa un espacio. En la más reciente exhibición de Marta Lucía Ramírez, Cuadernos huérfanos, vemos las huellas de un deambular por un territorio. Aquí lo que seguimos no es el trazo sino los pasos de morar y explorar, de haber indagado y luego continuado un poco más allá. ¿Qué queda en el paisaje de papel después de semejantes contactos, semejantes caricias?

Pasar de sustantivos a preposiciones, de sitios a tránsitos. Leemos lo que se fue dejando, lo que quedó. Quedó el esquinero, pero no la foto.




Los papeles regados alrededor de los vendedores de comida de calle en Madrid son islas que dan testimonio de deseos consumados, evidencias de repetidos recorridos. Sitios de uso, establecimientos que su manera de permanecer es consumirse. Así, las puntadas de Marta Lucía Ramírez consumen ciertas coordenadas de hojas de cuaderno. La atención de una mujer colombiana puesta en los días y las horas de una niña española que solo conoce a través de lo que nos ha dejado.

El vocabulario de dejar: huellas, estelas, deshechos, restos, residuos, una puntada, puntos, hebras sueltas, fragmentos, esquirlas, trapos, andrajos, harapos.



El recorrido, el camino conductor. Guiones son grapas. Un paso. Al cambiar de dirección de un paso a otro se forma un esquinero. Las hebras sueltas del dorso (¿el revés?), el enredo.

El punto de ligamento después del suceso es el borde roto. Hay frotes, leves brotes. Hay áreas donde la aguja se amaña. 

De repente llega al cuaderno el color, posesionado por la luz, casi como un vitral. En otros momentos, hay huecos en el papel de cuaderno, vacíos. Por fortuna, a veces hebras cruzan estos espacios donde no hay nada, y uno tiene la impresión que estos puentes de hilo convierten la hoja en una especie de lira.

Dos elementos esenciales a lo musical, repetición e interrupción. Cada espacio es un descanso. El sonido mismo llega en ondas, como letra pegada separada por letra.

Se extiende por la superficie de papel. Sílabas de frases de ilustración, trozos de tarea, diagrama rasgado por lo real, por el tiempo, por querer verlo de cerca, ciencia formula fábula ilustrada y biología dibujada. Todas caídas en pedazos, descascaradas.

¿Cómo pegar pieles diferentes? ¿Un monstruo frankenstein escolar o la sobre- imposición de los pétalos de una flor? Partitura de partes partidas, mapa, brote que delimita territorios de piel.




Injertos que se extienden, que atraviesan. Crecimiento es un volar sin despegarse. ¿Hasta dónde se estiran estos cogollos múltiples, estas extensiones de piel trigueña?

Lo sintético no es legible. El fragmento nunca se asimilará del todo con su nuevo contexto. Siempre insistirá, aunque sea parcialmente, en su identidad anterior. Esta tensión lleva a un rompimiento interno, produce un reguero de significado que es lo más cercano a una liberación.

Sin la letra pegada, pasaremos a lo irrevocable, de istmo a península, y de tributario a estuario.

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