Mario ángel quintero
(Sobre la exhibición Cuadernos huérfanos de Marta Lucía Ramírez, hasta
el 4 de septiembre 2025, en La Balsa Arte Medellín, calle 10 # 40-37, el
poblado, Medellín)
Paul Klee empieza uno de sus escritos pidiendo que sigamos una línea en su
paseo que atraviesa un espacio. En la más reciente exhibición de Marta Lucía
Ramírez, Cuadernos huérfanos, vemos las huellas de un deambular por un
territorio. Aquí lo que seguimos no es el trazo sino los pasos de morar y
explorar, de haber indagado y luego continuado un poco más allá. ¿Qué queda en
el paisaje de papel después de semejantes contactos, semejantes caricias?
Pasar de sustantivos a preposiciones, de sitios a tránsitos. Leemos lo que se
fue dejando, lo que quedó. Quedó el esquinero, pero no la foto.
Los papeles regados alrededor de los vendedores de comida de calle en Madrid
son islas que dan testimonio de deseos consumados, evidencias de repetidos
recorridos. Sitios de uso, establecimientos que su manera de permanecer es
consumirse. Así, las puntadas de Marta Lucía Ramírez consumen ciertas
coordenadas de hojas de cuaderno. La atención de una mujer colombiana puesta en
los días y las horas de una niña española que solo conoce a través de lo que
nos ha dejado.
El vocabulario de dejar: huellas, estelas, deshechos, restos, residuos, una
puntada, puntos, hebras sueltas, fragmentos, esquirlas, trapos, andrajos,
harapos.
El recorrido, el camino conductor. Guiones son grapas. Un paso. Al cambiar de
dirección de un paso a otro se forma un esquinero. Las hebras sueltas del dorso
(¿el revés?), el enredo.
El punto de ligamento después del suceso es el borde roto. Hay frotes, leves
brotes. Hay áreas donde la aguja se amaña.
De repente llega al cuaderno el color, posesionado por
la luz, casi como un vitral. En otros momentos, hay huecos en el papel de
cuaderno, vacíos. Por fortuna, a veces hebras cruzan estos espacios donde no
hay nada, y uno tiene la impresión que estos puentes de hilo convierten la hoja
en una especie de lira.
Dos elementos esenciales a lo musical, repetición e interrupción. Cada espacio
es un descanso. El sonido mismo llega en ondas, como letra pegada separada por
letra.
Se extiende por la superficie de papel. Sílabas de frases de ilustración,
trozos de tarea, diagrama rasgado por lo real, por el tiempo, por querer verlo
de cerca, ciencia formula fábula ilustrada y biología dibujada. Todas caídas en
pedazos, descascaradas.
¿Cómo pegar pieles diferentes? ¿Un monstruo frankenstein escolar o la sobre-
imposición de los pétalos de una flor? Partitura de partes partidas, mapa,
brote que delimita territorios de piel.
Injertos que se extienden, que atraviesan. Crecimiento es un volar sin
despegarse. ¿Hasta dónde se estiran estos cogollos múltiples, estas extensiones
de piel trigueña?
Lo sintético no es legible. El fragmento nunca se asimilará del todo con su
nuevo contexto. Siempre insistirá, aunque sea parcialmente, en su identidad
anterior. Esta tensión lleva a un rompimiento interno, produce un reguero de
significado que es lo más cercano a una liberación.
Sin la letra pegada, pasaremos a lo irrevocable, de istmo a península, y de
tributario a estuario.
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