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jueves, 18 de septiembre de 2014

La resurrección




Un rayo de sol perdido se cuela por la ventana y acaricia su rostro inerte. Entonces su cuerpo parece volver a la vida, como en una especie de acto divino. El aire entra por las fosas nasales y llena sus pulmones otra vez, inflándole el pecho. El corazón se despierta, y la sangre vuelve a abrirse camino por sus venas. Sus mejillas recuperan lentamente el color. El pelo enredado y rubio vuelve a reflejar su brillo, bañado por los rayos de sol.

Debajo de sus ojos, el delineado desprolijo resalta sus ojeras como heridas de guerra. Los labios mal pintados dibujan un beso corrido hacia un costado. Los dedos de una mano se sacuden. De a poco, las extremidades van volviendo a la vida y comienzan a moverse. Sus párpados se abren lentamente, las pupilas respiran hondo.

Finalmente ella se incorpora y sale de su cama. Se pasea en ropa interior, arrastrando los pasos descalzos por el suelo frío.

Sobre la mesa ratona yacen varias botellas de vidrio, vasos con sobras de colores, y algunas cajas de pizza vacías. Las ruinas de varios cigarrillos desbordando un cenicero terminan de conformar la postal de una posguerra. Ella rescata el control remoto perdido entre los cadáveres, y prende el televisor en un canal cualquiera. Desde su cuarto su teléfono celular silba una melodía breve. Ella lo agarra, lee algo, aprieta algunas letras y lo vuelve a dejar. Luego se desnuda mientras camina hacia el baño. Abre la canilla y se mete en la ducha.

Las gotas resbalan por su rostro y arrastran la pintura de sus ojos, dibujándole fugaces lágrimas negras. Mientras el agua le limpia todo el cuerpo, ella empieza a pensar la manera en la que va a volver a morir esa noche.


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