Ver una entrada al azar
Mostrando entradas con la etiqueta Carlos Cubeiro. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Carlos Cubeiro. Mostrar todas las entradas

miércoles, 19 de marzo de 2025

"Escuchan los muros de piedra" pormas de Carlos Cubeiro


ESCUCHAN 
LOS MUROS DE PIEDRA
  

Paredes y muros de cada recinto cerrado ahí están.
Escuchan los lamentos, las voces derrotadas y llenas de lágrimas.
Escuchan las piedras, los cantos y gritos de júbilo.
El ardiente clímax de los amantes.
También oyen las palabras y las muestras de ira.
Los gritos de terror y dolor.
Las paredes de piedra, los muros, son testigos mudos de cada segundo.
Lo son de cada vivencia alegre, triste o desgarradora.
Lo son de cada muerte serena o violenta.
De cada nueva vida que nace al mundo y no pueden decir nada, nada.
Escuchan y lo guardan.

Saben escuchar.
Saben callar, nada pregonan a los cuatro vientos.
Todo lo guardan para sus adentros.
Pesada carga la que soportan por años y siglos.

Caen los muros, las piedras ruedan.
Por ellas discurre un hilo húmedo.
Son las lágrimas que llevan dentro de tanto tiempo.
Rompen los muros, no por viejos.
Se deshacen cuando ya no soportan
la carga pesada de lamentos y furias desatadas.
De todo lo que han escuchado sin poder decir de ello ni una palabra.

Escuchan en silencio.
No hay mejor para contar lo que sientes, si sabes que otros no te comprenden o no intentan hacerlo.
Escuchan los muros y paredes de piedra mil historias de terror, de regocijo y aguantan lo que les echen.
Da igual que sean golpes o jarras de agua.
Quisiera oír de sus voces cada uno de sus cuentos de vida y de miedo.


                   POR AMOR 

   La lluvia  insistente moja las calles de piedra estrechas y empinadas. Su paraguas de rayas y sus zapatos de Prada siguen el ritmo de las notas que salen de una taberna. Las luces de las farolas se reflejan en las charcas bailando al son de los fados. Es verano aunque llueva. Los soportales les sirven de refugio a la lluvia y a las miradas. Las manos se entrecruzan en los muslos, los besos pintan de carmín cada espacio desnudo de sus cuerpos. La música de la gramola pone salsa a su vaivén sin reposo. Dos tacones suenan en la calzada, se van acercando más y más. El amor fluye, canta, grita en el portal más oscuro, sin candelas. Los tacones se sienten con paso ligero llegando a su vera. Su aliento jadeante llegó al fin a lo más alto de la cuesta. Una voz dijo con dificultad ¿ No me esperáis?. Al instante retumbaron tres disparos en el portal cerrado. Calle abajo,  caminan tambaleándose sin rumbo los zapatos rojos de Prada.


                          MIEDO 

Descubro en la oscuridad el miedo.
En el silencio sin luna me miro en el río que surca negro el valle.
Solo sus aguas quiebran la quietud.
Mi rostro se desfigura como en espejo roto en medio de las aguas.
Mis ojos se pierden entre ramas y piedras mojadas.
Marfiles hundidos en su lecho.
Movimiento infernal que todo lo rompe, que todo lo desgaja.
Miedo 
Miedo de perder mi cara, de perder mi identidad en la noche callada.
Doy la espalda a las aguas impetuosas.
El río me llama.
¡ No te vayas, mañana serás tú mismo!
Tú rostro, tus ojos, tus labios, tú pelo y tus pestañas.
Nada habrás perdido, pero ahora siéntate y escúchame en la calma de tu alma.


*Carlos Cubeiro nació en A Coruña en 1958. Comenzó a escribir poesía en 1983, con la que obtuvo dos terceros premios de poesía en gallego, en Sestao (Vizcaya) y A Coruña en 1988. Desde hace un tiempo, se dedica a la escritura de relatos cortos. Además, colabora con poemas y relatos en la revista digital Masticadores y participa con sus poemas en la revista cultural de la Sociedad Artística Ferrolana (SAF). Ha colaborado y continúa haciéndolo en el espacio La Ventanita de Manuel y Manuela (Facebook), donde recita sus propios poemas. Hasta la fecha, ha participado en dos antologías poéticas y suele colaborar en eventos literarios tanto en León como en A Coruña.

lunes, 20 de mayo de 2024

"La rana Silvana" relato de Carlos Cubeiro

 


    Silvana era una rana como muchas otras de color verdoso que le permitía camuflarse para no ser vista. Así evitaba poder ser atrapada por jovencitos humanos con fines nada saludables para ella. A pesar de su juventud ya conocía muchos de los peligros que debía evitar pero la mayoría de las veces no lo hacía, era bastante temeraria, no le tenía miedo a casi nada. Ésta forma de ser le daba más de un susto diario. Saltaba de charca en charca, usando la vegetación como trampolines para llegar más lejos. Con más frecuencia de la deseada por su familia, sus piruetas la llevaban a pasar de un lado a otro de caminos transitados por coches, camiones de obras cercanas y por grupos de gente en plan excursión. Saltaba, se apoyaba  en alguna rama de un árbol  o arbusto y cómo sí fuera Tarzán de los monos aparecía a varios cientos de metros. Eso sí, nunca caía en seco.

    Un atardecer, cuando el sol estaba a punto de desaparecer en el horizonte, nuestra amiga, la rana Silvana encontró en medio de unos juncos un artilugio que ella no conocía. Cómo aventurera que era se subió a él, era una tabla con ruedas, ósea un monopatín. Estaba viejo y despintado pero sus ruedas giraban y giraban, tanto que comenzó a coger velocidad. En un momento determinado y sin que Silvana pudiera evitarlo, las ruedas del monopatín tropezaron con una piedra, al borde de su charca preferida, con lo que salió volando con Silvana sobre la tabla. Maravilla - gritó ella emocionada-. No se paró al atravesar el agua, continuó corriendo por los senderos y cruzando por el aire nuevas pozas y riachuelos sin descanso. Silvana se sentía feliz viajando en la tabla con ruedas, en aquella que le parecía mágica. Con la ilusión de aquel viaje, no se percató que el cielo se cubría de brillantes luceros acompañados por la luna nueva de plata. Rodando por los caminos de tierra, por las pistas asfaltadas, por arriba, por debajo de los puentes, cruzando pueblos se fué alejando de su hábitat conocido. De pronto, las pequeñas ruedas del monopatín frenaron en seco al enredarse en unos arbustos, sin darle tiempo a reaccionar nuestra protagonista, la rana Silvana, salió despedida de la tabla aterrizando panza arriba en la piscina de un chalet con el agua templada. Con más miedo que otra cosa, salió de la enorme piscina más grande que las charcas conocidas, pero no encontraba un mínimo hueco por dónde huir, ni siquiera un árbol a donde saltar para salir del lugar rodeado por un enorme muro de piedra. No podía hacer otra cosa que regresar al agua y esperar el momento oportuno. Al día siguiente, todo seguía igual o eso parecía. Vió aparecer un niño que se dirigía directamente hacia ella. La había visto desde su ventana y traía una red para cazarla.¡¡ Qué miedo!!- pensaba Silvana mientras le temblaba todo el cuerpo pensando en su próximo futuro. Quizás haría un guiso o una parrillada con sus ancas. Antes de ser atrapada y con un gran esfuerzo saltó a la cabeza del crío y desde ésta, a la parte más alta del muro antes de que aquel niño impertinente le echara el guante, como se suele decir. ¡¡ Milagro, la tabla con ruedas está justo debajo!!- se dijo-. Sin perder tiempo saltó sobre ella, sólo le hacía falta el impulso necesario para emprender el regreso con su familia. Y sucedió, un coche dió marcha atrás chocando con él monopatín. Ese golpe fué suficiente para impulsar la tabla y a Silvana cuesta abajo.

    Por fin regresaba a su charca. De nuevo, atravesando pueblos, puentes, caminos y pozas, parecía que volaba. Según se acercaba escuchaba cómo el croar de todas las ranas pidiendo ayuda para encontrarla. Su color verde destacó con él brillo de la luna para que todas la vieran llegar saltando como siempre de arbusto en arbusto. Pero eso sí, sin el monopatín que tan lejos la había guiado. Allí, semi hundida  en el agua quedó para siempre la tabla con ruedas.

     La aventurera rana Silvana se tomó desde entonces la vida con más calma mientras no llegó a ser adulta. Nunca se volvió a alejar de su hábitat, la lección le sirviera para mucho. Sólo con sus allegados es la forma de vivir con la seguridad necesaria y el amor enorme e incondicional de sus progenitores. La aventura no está reñida con la prudencia. La temeridad trae aparejados peligros insospechados.

 

*Carlos Cubeiro nació en A Coruña, España. Comenzó a escribir poesía en 1983 y ha logrado sendos terceros premios de poesía en gallego, en Sestao (Vizcaya) y A Coruña en 1988. Desde hace algún tiempo, se dedica también a escribir relatos cortos. Colabora con poemas y relatos en la revista digital Masticadores y ha participado con uno de sus poemas en la revista cultural de la Sociedad Artística Ferrolana (SAF). Además, ha contribuido en el espacio "La Ventanita de Manuel y Manuela" en Facebook, recitando tres de sus poemas. Asimismo, suele participar y colaborar en eventos literarios tanto en León como en A Coruña.

lunes, 29 de enero de 2024

"Hoy escucho" poemas de Carlos Cubeiro


HOY ESCUCHO…

Escucho las sombras
Esas nacidas del viento
entre la luz de las farolas y la
profunda oscuridad del invierno
Escucho como me llaman
entre el ocaso y el alba
Escucho caer las gotas
de la fría lluvia, de hoja en hoja,
de rama en rama 
Las escucho llegar al suelo
que es de piedra
Estallan en mil versos que guiados
por el viento,
por las sombras del invierno,
Vienen a mí para que los cuente,
para que los escriba con pluma de ave
Siempre
Escucho las sombras
Las gotas caer
Y estallar en mil versos
que voy recitando paso a paso,
de invierno en invierno


EL MAR, EL VIENTO, EL SILENCIO 

Brama el mar
Silba el viento
En las calles, en los parques
se mecen al compás los árboles
Sus hojas vestidas de otoño vuelan
Dan vueltas y vueltas
Buscando un remanso de paz
Buscando el silencio
Brama el mar que levanta la arena
La que mueve el viento
Brama el mar impetuoso mojando
las calles..
Moja las almas…
Aquellas sin corazón ni vida
Deambulan como hojas de otoño
que buscan refugio en el silencio
Silencio que guardan cuatro paredes
Un rincón de paz
Al que te guían las calles empedradas,
las viejas murallas
Un rincón sin bramidos marinos
Sin viento que ulula entre calles 
Sólo el granizo en las vidrieras puede
romper la calma
Romper el silencio helando
los corazones abrigados del
desconcierto
Brama el mar, ruge el viento
Se llena la arena de espuma blanca,
de profundos sones, de los silbidos del
viento
Caminando por viejas calles
un lugar espera
Cuatro paredes 
Refugio de paz
Dónde se escucha el silencio


CUANDO ESCRIBO 

Cuando escribo 
Me pierdo en mis versos
La noción del tiempo no existe
Voy donde las musas me llevan
A lugares nuevos
Dentro de mí muy dentro
El reloj detiene su andar, no suena
su tic tac
El día no cambia
La noche no llega
No existe el tiempo cuando mi
pluma escribe mis versos
En medio del mar
En el abrasador desierto
En el cielo lleno de estrellas
Mis versos
Cuándo escribo, ellos detienen
el tiempo


*Carlos Cubeiro nació en A Coruña, España. Comenzó a escribir poesía en 1983 y ha logrado sendos terceros premios de poesía en gallego, en Sestao (Vizcaya) y A Coruña en 1988. Desde hace algún tiempo, se dedica también a escribir relatos cortos. Colabora con poemas y relatos en la revista digital Masticadores y ha participado con uno de sus poemas en la revista cultural de la Sociedad Artística Ferrolana (SAF). Además, ha contribuido en el espacio "La Ventanita de Manuel y Manuela" en Facebook, recitando tres de sus poemas. Asimismo, suele participar y colaborar en eventos literarios tanto en León como en A Coruña.