Principio y fin
Es abrumadoramente maravilloso saberse la enésima parte del todo
que a su vez nos habita en cada átomo de nuestro cuerpo. Más aún cuando la sola
posibilidad del pensamiento nos permite asimilar que esa participación propia
en el complejo e indescifrable milagro de la existencia jamás tendrá una
explicación definitiva.
¿Cómo inició todo? Ya hemos divagado en múltiples respuestas desde
que logramos articular las primeras palabras, al calor del fuego, en el seno de
la manada. ¿Cómo acabará? Dicen algunos que la expansión constante del
espacio-tiempo tendría un límite, de modo que esa estructura fundamental cederá
y acabaremos en jirones. Otros dicen que se desacelerará el movimiento de las
cosas y la energía estelar en todas partes se agotará y, debido a la distancia
entre los diferentes cuerpos, acabará por congelarse el universo. Hay otra
posibilidad que parece concebir el universo como si fuera de goma, cuya
elasticidad tiene una resistencia determinada, después de la cual todo volverá
abruptamente a su punto de origen.
Pensando un poco en estas cosas, se me ocurre que, a lo mejor, ese
resorte universal se escinda por su punto más frágil, y cada una de las mitades
se recogerá violentamente, para después expandirse cada una por su lado. Quizás
así se originan los universos paralelos… ¡Qué loco! No soy experto en estos temas,
sin embargo, si aquello fuese a ocurrir mañana, desearía que tú y yo quedáramos
en la misma mitad del universo, y que la distancia ridícula que hoy nos separa
no sea el lado más flaco del espacio-tiempo. También espero que, al suceder tal
cosa, la fatalidad nos pille fundidos en un abrazo, como aquellos amantes de
Pompeya que el inminente arrebato del Vesubio sepultó siendo, los dos, uno
solo.
Profanas
mitologías
Ebria
por una insaciable sed de eternidad y con la fe huérfana de un corazón desierto,
urdiste en secreto, con la madeja enmarañada del deseo, profanas mitologías.
¿Cuántas vidas ofrendaste para erigir tu dios? ¿Cuántas lunas soñaste cada una
de sus células? La luz del alba disipó la niebla de antiguas dudas y con el
fuego circular del tiempo resplandeció en el horizonte tu divina creación.
Escepticismo
y fe —dos caras de la misma moneda— motivaron cada paso que diste y, más por
intuición que por razonamientos, te arrojaste en mis brazos. Con la efímera
eternidad del sexo y las palabras habitamos nuestra parcela del paraíso. Tus
labios y tu lengua suave hicieron de mí un tótem, arquetipo divino al que
elevaste tus plegarias y salmos. Con ofrendas fragantes conmoviste mi corazón,
y renuncié a la eternidad de tu reino de las ideas para hacerme mortal, pues deseaba
caminar a tu lado por este estrecho valle de lágrimas. Haciéndome humano me
hice falible, imperfecto, frágil como tú. Quise llevar el evangelio de tu amor
por todo el mundo, pues hice míos tus paganos ritos, creí en tus promesas de
vida futura y ofrendé mi alma a tus pies. Al hacerme mortal te fui deificando,
y en el cielo ideal que construí para ti habitaste a tus anchas. Jugabas a los
dados con mi suerte y condenabas cada palabra, cada gesto, cada omisión… en el
libro de la vida registrabas hasta el más ínfimo agravio: todos los días eran El
día del juicio.
Hoy
con tu miel vuelta cicuta, tras negarme tres veces antes de despuntar la aurora
del último día, me diste la espalda en la agonía del Gólgota. Como acto final
de amor elegí el exilio: en adelante erraré por el silencio solitario del
olvido. De camino al panteón del Olimpo llevo a cuestas los despojos de la
divinidad que fui, surcando sepulcros blanqueados donde yacen los dioses
muertos que nacen diariamente en todas las mitologías del amor.
Claroscuro
La
luz que revela los contornos del mundo, que viste de color las flores y
extiende un cielo para que lo habiten las aves, esa luz que, deslizándose por
las raíces de los árboles, penetra en las entrañas de esta roca errante sobre
la que los animales sapientes hemos ido marcando, huella a huella, el curso de
la historia. Esa luz foránea que crea posibilidades vitales, donde, en el océano
de imágenes y esencias multiformes, estamos inmersos sin apenas saberlo… Esa
luz que me hace posible quiere fundirse con la sombra innominada que también me
habita.
*Camilo Carmona Salas. Nació en Itagüí, Antioquia, en 1989. Estudiante de Filosofía en la Universidad de Antioquia. Algunos de sus textos han sido publicados en antologías locales y nacionales, lo mismo que en revistas internacionales como Vislumbre, en México. Además de esto, también ha publicado artículos de opinión en medios digitales como Al Poniente y el periódico El Colectivo. Actualmente hace parte del colectivo Filoparchando, cuyo programa radial de divulgación filosófica hace parte de la programación de La 15 Radio, del barrio Guayabal en la ciudad de Medellín.
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