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martes, 3 de mayo de 2022

“Derkein” cuento de Javier Mateo Hidalgo


Cada minuto que pasaba, los elementos de aquel paisaje parecían volverse cada vez más dramáticos. Alargaban sus sombras como tentáculos. Era el momento mágico del ocaso, y por eso no tenía miedo. No pensaba en el fenómeno natural descubierto gracias al prisma de Newton, con todos esos colores no aceptados por los objetos y procesados por la retina. Imaginaba mezclas de pintura, una y otra vez realizadas sobre la paleta para quedar fijadas finalmente en los lienzos que había pintado a lo largo de su vida. Pero ahora él no era dueño de las imágenes, sino que ellas se habían apoderado de él. Ya no había una historia que contar, sino que él formaba parte de la obra de teatro. ¿Qué podría suceder en aquel lugar desconocido para él? Algo le había hecho detener su coche al comienzo de aquel camino que surgía fuera de la carretera. Llegaría tarde a casa, pero tampoco le esperaba nadie. La cena podía esperar. En la radio había estado sonando el Cuarteto de cuerda en Fa Mayor de Maurice Ravel, como prediciendo el misterio que le aguardaba, invitándole a participar de él. Cogió del asiento de atrás la bolsa de tela en la que llevaba el termo con el agua y, tras bajar del automóvil y cerrar tras de sí la puerta, se quedó unos instantes detenido. A su alrededor sólo había silencio; sólo sus pisadas rompían aquella sensación de un tiempo anterior a la existencia del universo. Respiró profundamente e inició sus pasos por aquella senda, adentrándose cada vez más en una especie de bosque frondoso. Así estuvo caminando como un cuarto de hora, hasta que algo dentro de él pareció decirle: “Ahora es cuando va a suceder”. Como cuando se vuelve a ver una película que no se había visto desde la infancia, y la mente comienza a recordar lo que va a suceder en cada escena segundos antes de que suceda, de repente. Algo mágico haciendo una conexión neuronal imposible de advertir científicamente. Cuando fue a beber del termo, recordó El silencio de las sirenas, que había acabado de leer recientemente. Ayer, justo antes de dormir. La historia de una mujer obsesionada con un recuerdo, con aquel hombre que había acabado inventando. Una narración hipnótica, misteriosa e intimista, justo la que a él mismo le hubiese gustado escribir de dársele bien la escritura. En el fondo aquella situación parecía haber sido escrita también por Adelaida García Morales. ¿Dónde estaba y por qué había decidido estar allí? Era algo más que un impulso lo que le había llevado allí. Como una descarga eléctrica procedente del bulbo raquídeo. Todo aquello parecía existir antes en su memoria, aunque nunca lo había visto: aquellos árboles, ese olor a tierra húmeda, ese atardecer tan naranja… Justamente lo había soñado la noche anterior. “Ahora, al doblar el camino por la derecha, voy a encontrarme un riachuelo”, pensó. ¿Sucedería como lo que sucedía al volver a ver una vieja película y recordar lo que parecía olvidado? Comenzó a caminar con mayor velocidad, impaciente y temeroso a la vez de que aquello pudiese ser así. Poco a poco, empezó a escuchar un murmullo leve y continuo, producido por el fluir del agua: allí estaba aquel pequeño río, fluyendo hacia la nada o hacia el todo, perdiéndose por la izquierda. “Pero yo no estaba sólo… estaba aquella mujer sentada, mirando al agua”. Giró la cabeza y la advirtió. Pensó si debía acercarse a ella para interrogarla sobre lo que estaba sucediendo. “Tal vez sea eso lo que tenga que hacer. puede que ella sepa el sentido de todo esto…” Trató de recordar si en su sueño había entablado conversación con aquel personaje surgido de la nada, misterioso. Sólo recordaba que nunca pudo verle la cara. - Ven, acércate. No te quedes ahí... Al final había sido ella la que había dado el paso, le había evitado tomar cualquier decisión por su cuenta y riesgo. Obediente, avanzó hacia ella. Comenzaba a hacer frío, el sol estaba perdiendo fuerza. Cuando casi estaba a su lado, la mujer le dijo que se detuviese. “Como en el sueño, ahora tampoco puedo verle la cara”. - ¿Qué estás haciendo aquí?- escuchó que le preguntaba, con un hilo de voz más leve que la vez anterior. No sabía qué contestar. Tenía miedo de decir que todo aquello creía haberlo soñado hace una noche, que todo podía ser fruto de su imaginación. Pero eso anularía la realidad, le conduciría a la nada. No quería descubrir el truco, si es que había alguno. Entonces, optó por decir algo también sincero, sin entrar en más detalles escabrosos. - Me gustó este camino desde la carretera, detuve el coche y he llegado hasta aquí. Se produjo un silencio un tanto incómodo. La mujer parecía no decir nada, pero movió su mano derecha hacia algo que tenía cerca. Cuando él se fijó, se dio cuenta de que se trataba de un ejemplar de El silencio de las sirenas. Parecía con ello querer indicárselo, como diciendo que había descubierto que había pensado en esa novela momentos antes. Sólo un gesto, nada más. - Te diré lo que vas a soñar esta noche. Escucha atentamente. La mujer -seguía de espaldas, sin darse la vuelta para ofrecer su identidad- movió esta vez el otro brazo, el izquierdo, y apuntó hacia el río. El rumor del agua parecía ser la voz que le iba a dar la información del futuro sueño. Intentó prestar atención, tratando de descifrar cualquier mensaje oculto en el murmullo acuático. Entonces descubrió que sonaba a Ravel, a aquel cuarteto que había dejado atrás, en el coche. Cuando levantó la mirada, la mujer parecía haberse quedado petrificada. Nada se movía en ella ni nada se oía. Comenzó a avanzar hacia ella lentamente, tratando de que sus pisadas no produjeran un excesivo ruido en la hierba. Cuando llegó hasta ella decidió no mirar su rostro, sino observar el reflejo de éste en el agua. Algo indirecto. Fue en ese momento cuando descubrió que el rostro de la mujer era en realidad el suyo, y que él sin embargo no se reflejaba en el agua.

 

*Javier Mateo Hidalgo (Madrid, 1988). Doctor en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid, investigador independiente y crítico cultural. Ha participado en distintos periódicos y revistas como articulista, destacando El periódico de aquí, Crónicas de Siyâsa, Cualia, El cuaderno digital o Revista de Letras, así como en programas de radio como Frecuencia 7 de la Cadena Ser. En el 2019, recibió el accésit Leopoldo de Luis por su libro de poemas “El mar vertical”, publicado por el Ayuntamiento de Madrid. Ha pronunciado diversas comunicaciones en congresos organizados por el Instituto Cervantes, la Universidad de Alcalá de Henares, la de Huelva, Valencia o la Autónoma de Madrid. Sus publicaciones académicas pueden consultarse en revistas científicas como Síneris, Cuadernos de la Filmoteca, Re-visiones o Femeris. Actualmente compagina su labor como escritor con su trabajo como docente. 

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