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viernes, 2 de abril de 2010

Muerte de un guerrillero

Érase una vez en los años ochenta


La nostalgia que me había producido el irme del lado de mi amada,

con la promesa de un ¡volveré!;

en cuyo vientre crecía nuestra pequeña esperanza,

el fruto más exquisito de nuestro amor.


Fui buscando defender mis ideales

y los de mis compañeros;

El sueño de un país mejor

para nuestros hijos y para nosotros.


Llevaba con migo la esperanza y el deseo

de conocer a mi pequeño retoño;

Pero una luz segadora truncó mis sueños

y caí abrazado a nuestra madre tierra;

Con la única alegría

del saber que mi pequeña había llegado a este mundo hace trece días,

a hacerle compañía a su madre

que pasaría mucho tiempo sola y desamparada.


ADIOS MIS TESOROS


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