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lunes, 19 de abril de 2010

Miseria

Les veo desplazar su larga estela por doquier, y a su lado corre el engendro de mentiras, el homúnculo engendrado por mi propia desgracia, es verdoso, en honor a la putrefacción que le dio origen, esta criatura acompaña lentamente el flujo implacable de la espera y la impaciencia demoledora de los tiempos.

Ay de mi dolor, absurdo es sin duda mi predicamento ¿es acaso este el largo transcurso? Habita en estos rumbos toda poca cosa, maldición insensata que como carroñera criatura ha venido a posarse en mis carnes, para luego sin haberlas siquiera consumido, agonizar lentamente y morir.

Tantas madres me miran ahora, aullando y rezando se rasgan las pieles, yo les aviento por partes, el cadáver putrefacto del homúnculo, previamente manufacturado y luego partido en fragmentos, este les embalsama en pudrición y risas cargadas de la mas tediosa dignidad. –“No más de aquellos llantos, tan joviales y misericordiosos, aturden mis oídos y engañan mi desgracia”, grita la cercenada cabeza de la pobre criatura, - “yo el incubo de la mentira y la necesidad, postrado, tendido, me humillo al aturdimiento que vuestros chillidos causan a mis apesadumbrados oídos, oh madres aullantes y jolgoriosas ¿acaso no os conmueve el dolor de este homúnculo, que humilde y decapitado padece? Suficientemente Injuriado me encuentro al no poder despedazar sus vientres y profanarles con lascivo fervor, mas es la misma disolución la intangible cadena que mordaz y aguda impide que acalle estos quejidos enfermizos”. Piedad clama en esta forma lastimera, algo que siendo carne, sangre y miseria, es hijo torturado de las más metafísicas quimeras.

Las palabras del gameto destazado rompen en pedazos los últimos colgajos de humanidad que me habitan, entonces una grotesca sensación se apodera de mí ser, soy golpeado por eones de tiempo y por infinidades de espacio. El amor, la virtud y la misericordia, revolotean y danzan, hilando mi desdicha en las llagas de este mundo, como los más implacables buitres que desean posar sus potestades, los necrófagos corpulentos merodean mi destino, devoran mi esperanza; carne, sangre, llamas y apéndices exultan sus fauces desde siempre repletas con hambre y dolor.

“no he de permitirles, oh aves, antiguas, esqueléticas y ceñudas, no han de posar injuria alguna sobre este tesoro que con recelo he guardado, mi pobre criatura, caída, avatar mío en planos de la cordura, decencia y candor humanados, se ha sacrificado por mi ensalzado deseo y vosotros potestades celestes, aberrada maquinaria de los cielos enrojecidos, habéis venido a sacarme de este colosal orificio que he cavado con mis propias garras desnudas. ¡Me rio de su infortunio, de aquella altiva torpeza!, este agujero del cual desean arrancar mi cadáver, sanguinolento y palpitante, es realmente la más intransigente de las inmensidades, ¡he vendido mi alma condenada, para que la eternidad por un instante permanezca tan densa como el ser arenoso de un profundo agujero! y ahora todos quienes han venido a rescatarme caerán eternamente en aquel vacío, vorágine inicua del sinsentido, pues bien deidades vetustas que de mí se han olvidado, que mi cascaron sin alma levite sobre ustedes, pues sobre mi cabeza no se extiende mas horizonte y sobre mis manos resplandece el maltratado orbe de la verdad, ¿es acaso esto aquello que han venido a arrancarle a mis tormentosas miserias? ¿Es este trozo de la nada lo que me ha condenado y por lo que han marchado y caído hasta este baldío paraje?

Era tan cierto Anaximandro, cierto y glorioso, saboreo tu visión superpuesta a la mía, el universo es realmente un cilindro, un esferoide inmenso que ahora se curva y distorsiona, y estos ojos, tan ciegos como la belleza, se abren hasta el dolor placentero, y les ven y contemplan al caer y gritar y caer y sufrir, eternamente, eternamente, eternamente…

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