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jueves, 3 de julio de 2025

"Lirio fiel" poemas de Camila Belén Aguilera Ramos


Lirio fiel
 
Mira mis ojos: tiemblan como estrellas,
se tornan cristalinos al mirarte.
Y en mis pupilas, dulces y  bellas,
se esconde el grito mudo de abrazarte.
 
Mis cejas, en suplicio delicado,
se alzan como quien ruega en voz callada;
mi alma, por tu sombra acariciada,
pide no ser más por ti ignorada.
 
Cuando tu mano roza mi mejilla,
quisiera que ese instante se alargara,
que fuese abrigo, nido, no semilla
que toca el alma y luego se separa.
 
No anhelo un gesto leve y pasajero,
sino quedarme quieta en tu tibieza,
como quien halla, al fin, sin más sendero,
refugio en una mano con firmeza.
 
Y al rozar con tus dedos mi nariz,
justo en mi lunar, tan inadvertido,
todo en mí se serena y soy raíz,
y el mundo se disuelve en su sonido.
 
Buscas mi abrigo a veces, y en mi hombro
reclinas tu cabeza sin aviso;
mas luego te retiras como asombro,
dejando atrás el sueño y su hechizo.
 
Tus manos, frente a frente con las mías,
recuerdan besos que no se dijeron;
no fueron labios, no, ni melodías,
pero igual parecieron y dolieron.
 
Ojos que no son míos… ¿algún día
me mirarás sin huir de mi presencia?
Aún sigo aquí, serena en la agonía
de quien espera,
sin perder la esencia.
 
 
Flor velada
 
En la niñez me fue robado algo sagrado,
por manos que vestían sombra cercana,
y mancharon mis pétalos aún cerrados
con tinta negra, muda, inhumana.
 
Me sentí carne expuesta entre maleza,
agua clara para un roble envejecido;
yo era pequeña, sin voz, sin certeza,
mi cuerpo callaba, mi alma había huido.
 
Guardé el recuerdo tras un velo espeso,
como un payaso que salta en lo prohibido;
y un día, ya en la vida de regreso,
brotó sin aviso, sin ser bienvenido.
 
Algunas hojas nunca reverdecen,
se secan, y en su ocaso duermen quietas.
Hay cosas que los años no deshacen,
ni el sol ni el tiempo tornan completas.
 
Y aunque intento contar lo que me duele,
el mundo duda o gira la mirada.
Mas mi raíz, aún rota, aún se sostiene
y florece, aunque sea desgarrada.
 
 
Evangeline
 
Se fue sin despedirse, sin aviso,
dejándome un chaleco por abrigo;
y el mundo se volvió, sin su sonrisa,
un cuarto con la luz bajo el castigo.
 
Tenía dieciséis y el alma rota,
miraba la ventana sin aliento,
y el eco de su risa —ya remota—
caía como polvo en mi pensamiento.
 
Lloraba en las noches, en su lana,
buscando su perfume entre la bruma;
preguntándome —niña tan temprana—
quién vendría ahora a verme tras la luna.
 
Ella, que nunca tuvo un campo amable,
ni madre que le diga “aquí te espero”;
vivió entre manos frías, sin respaldo,
soñando el corazón que no fue suyo entero.
 
Y a veces me pregunto si supiste
lo que era el amor —si fue bastante—,
si entre el dolor que siempre te vestiste
al menos una flor tocó tu guante.
 
Tampoco yo sentí un hogar conmigo
después de tu partida silenciosa;
me fui, como una flor sin su rocío,
con la raíz quebrada, temblorosa.
 
Y cuando miro al cielo en esta herida,
no busco la luna como el resto;
yo miro a las estrellas escondidas,
esperando encontrar tu parpadeo honesto.
 
Porque sé que vives donde no sangra,
donde el frío no toca ni maltrata;
allí donde tu alma ya no carga
la pena de la infancia que arrebata.


*Luz (Chile, 23 años) es una escritora emergente cuya poesía nace desde lo íntimo y lo emocional. A través de metáforas florales y naturales, transforma el dolor, la pérdida y el silencio en imágenes que florecen. Este es su primer proyecto compartido, creado con sensibilidad, honestidad y raíces profundas.

miércoles, 2 de julio de 2025

"Desapariciones" poemas de Andrés Felipe Gil Álvarez


DESAPARICIONES

Según se puede observar
cada vez que cae el sol
una persona se pierde.
 
No se alcanza a percibir
bajo qué techo reposa
bajo qué tierra, o qué río.
 
En dónde yacen sus restos
o su pobre humanidad,
desde qué selva, o desierto.
 
Bajo qué ácido fue
que sus huesos se esfumaron
entre qué maderas fue
que su piel se hizo cenizas.
 
Dentro de cuál corazón
en qué lágrima, o sollozo
de una madre desolada
reaparece su recuerdo.

 
ALAS DE CENIZA
 
Agita sus alas la ceniza,
ave que se esfuma
con el viento.
 
Disuelve las plumas en la niebla
formada de arena
y espesura.
 
Aroma de bruma y lodazal,
negrura profunda de la noche,
tierra movediza de los pasos,
cuerpo incinerado de los muertos.
 
Graznido que emite el mensajero,
follaje de cuervos
y de sombras.
 
En el ancho vuelo de las almas
flotan los recuerdos esparcidos.
 
 
TEMERIDAD
 
Donde quiera que estés,
la muerte te acecha;
morir es el riesgo de estar vivo.
 
Sombras merodean en las calles,
buscando hurtar tu sonrisa.
 
Intentar pervivir,
pese al peligro
y a la lucha interna que libras.
 
Los hombres regresan del trabajo,
con las piernas rotas de cansancio.
 
La preocupación rodea la cabeza;
hay un padre ansioso que resiste;
sus hijos ignoran sus esfuerzos,
jugando al amor, sin experiencia.
 
Al borde de saltar hacia un abismo,
demonios pululan los adentros;
defiendes con garras y con dientes,
burlando otra vez a la locura.
 
No dejas de pensar en su venida:
La muerte es un heraldo
que te acecha.
 

*Andrés Felipe Gil Álvarez (Andrew Gil) nació en Medellín, Antioquia, en 1989. Sus textos han sido publicados en diversas antologías poéticas: Encuentro de poetas Comfenalco Antioquia, ediciones XVII y XVIII (2016-2017); en la primera edición del festival de poesía Poetas al Viento (2017); y en la cuarta, quinta y décima edición del Festival de Poesía de la Comuna 6 del colectivo Citibundas (2017, 2018, 2023). Además, ha participado en varias publicaciones de la revista Lunario, del colectivo La Buerta de los Poetas (2016, 2017, 2018, 2020), y en Contertulios, de Ediciones Sepia, México (2024). Ha sido invitado a diferentes recitales y festivales de poesía en la ciudad de Medellín y el departamento de Antioquia.